Tangerine Dream: "Nuestra música siempre ha estado en constante evolución"


Por: Àlex Guimerà.

Tangerine Dream sigue demostrando que su legado en la música electrónica está más vivo que nunca a pesar de que ya no está su fundador y factótum Edgar Froese. Muestra de ello es que tanto sus discos como su propuesta escénica siguen cautivando a los seguidores de siempre pero también a nuevas generaciones de oyentes del género.

Gran culpa de ello la tiene el alemán Thorsten Quaeschning, quien superados con paciencia algunos problemas tecnológicos, nos atiende con mucha elegancia para reflexionar sobre la música y sobre el legado de la icónica formación, del que él es uno de los encomendados continuadores junto con Paul Frick y Hoshiko Yamane. Conversamos con él aprovechando que estos días los tendremos en distintas ciudades de nuestro país ofreciendo uno de los directos más especiales que la música electrónica nos puede ofrecer.

Esta próxima semana tenéis programados cuatro conciertos por nuestro país dentro de la gira "Continuum Tour 2025": Granada (29 de marzo Palacio de Congresos), Valencia (31 de marzo, Teatro La Rambleta), Madrid (1 de abril, Teatro Circo Price) y Barcelona (2 de abril, Paral·lel 62) ¿Qué podemos esperar de estos conciertos? 

Thorsten Quaeschning: Los conciertos se estructuran en dos partes. La primera consiste en un set principal de aproximadamente una hora y media, con temas de los años 70, 80 y de la etapa posterior a los dos mil. Normalmente comenzamos con material de 1974, porque las composiciones de "Zeit" y "Atem", los álbumes anteriores, no estaban concebidas para ser interpretadas en vivo. En esa época, Tangerine Dream empezó a explorar la música basada en secuencias, utilizando patrones rítmicos repetitivos y estructuras que podían ser recreadas en directo. Además, incluimos material de los 80 hasta aproximadamente 1987, omitiendo los 90 por una cuestión de preferencias dentro de la banda.

La segunda mitad del concierto es una sesión de composición libre en tiempo real. No me gusta llamarlo "improvisación", porque evoca demasiado el jazz. En su lugar, nos basamos en la atmósfera del momento, adaptando el tempo del bombo o los bajos a la resonancia de la sala y permitiendo que la música evolucione de manera orgánica. Esta sesión puede durar entre 20, 40, 60, 80 o 100 minutos, dependiendo del horario de la sala y del desarrollo de la presentación. 

Además este año celebráis el cincuenta aniversario del álbum "Phaedra" (1974) con una edición del disco especial que se lanzará al mercado este mes de abril ¿Qué nos puedes contar sobre esta nueva versión? 

Thorsten Quaeschning: El disco incluye nuevas mezclas y diferentes versiones del original. Hay remezclas del estéreo y algunas otras fueron realizadas por Steven Wilson, de Porcupine Tree, quien logró darle una nueva frescura al sonido. La música de los 70 tiene una cualidad atemporal, algo que no siempre ocurre con otras décadas, como los 90, donde ciertos estilos quedaron marcados por su tiempo. 

Después de "Phaedra" (1974) Tangerine Dream publicó "Rubycon" (1975), ambos discos son auténticas obras maestras que han definido el sonido de la banda y de la historia de la música electrónica. Desde tu perspectiva, como nuevo integrante de la banda, y considerando que ni siquiera habías nacido cuando estos discos fueron lanzados, ¿cómo reinterpretas sus sonidos con la tecnología y la sensibilidad musical actuales? 

Thorsten Quaeschning: Llevo 22 años en esto, y tengo la suerte de haber aprendido directamente de Edgar. Curiosamente, cuando me uní a Tangerine Dream, no estaba particularmente interesado en la música electrónica. Todo lo que sé sobre ella lo aprendí de él. Durante el tercer año con la banda, vivimos en su casa durante seis meses. Me enseñó la importancia de las secuencias y cómo pueden generar tensión mediante compases impares o métricas alternas, como pasar de un compás de siete tiempos a uno de ocho, y así sucesivamente.

Usamos mucho material analógico. Siempre llevo mi sistema modular conmigo; de hecho lo tengo desde el lunes, camino a Granada para el concierto. Nos lleva tres días y medio transportarlo, ya que no es posible alquilarlo en compañías tradicionales. Por eso, siempre tengo una furgoneta con mi equipo en algún lugar de Europa. No es un sistema antiguo, aunque en mi estudio sí conservo algunos instrumentos vintage. Sin embargo, usar equipos de los años setenta no siempre es viable: son impredecibles, sensibles a la temperatura y, a veces, parece que tienen vida propia. Prefiero un enfoque analógico, pero con tecnología moderna.

Intento acercarme lo más posible al sonido original, pero la imperfección es parte del desafío. Hemos hecho algunos conciertos con "Phaedra" y en mayo tocaremos dos más en el Reino Unido. Uno de los mayores retos es recrear los efectos de las cintas antiguas, que generaban ligeros retrasos e irregularidades. Hoy en día, podemos programar milisegundos exactos, pero antes, las variaciones naturales de la cinta cada pocos segundos daban una sensación más orgánica y viva. Si todo suena demasiado perfecto, pierde autenticidad.

Cuando trabajamos con piezas como "Phaedra", "Rubycon" o "Ricochet", necesitamos esa sensación de fluidez. En los antiguos secuenciadores, cada nota quedaba grabada en cinta y tenía una duración de 7,4 segundos antes de volver a la normalidad. Para recrear esto, hemos sampleado muchos sonidos, especialmente el Mellotron, que es más fácil de digitalizar, mientras que otros elementos siguen siendo completamente analógicos y modulares.

En el escenario usamos cuatro Moogs y un gran sistema modular con 26 o 27 osciladores. Ni siquiera fijamos duraciones exactas para cada pieza: si algo está funcionando bien en el momento, lo extendemos. Incluso las visuales son generadas en tiempo real, lo que nos da mayor libertad. A diferencia de una gira tradicional, donde cada canción tiene una duración preestablecida, en nuestro caso, todo se ajusta en vivo. Si algo no funciona, simplemente lo omitimos. La música de Tangerine Dream siempre ha estado en constante evolución, y mantener esa flexibilidad es lo que nos permite honrar su legado mientras lo llevamos hacia el futuro. 

"En la música electrónica, la paleta sonora es mucho más abstracta"

¿Cómo has logrado preservar la esencia de Tangerine Dream, especialmente tras la pérdida del gran Edgar Froese en 2015? ¿Cómo has conseguido mantener viva su visión musical? 

Thorsten Quaeschning: Creo que, paradójicamente, una de las ventajas de no haberme dedicado inicialmente a la música electrónica fue que pude absorber la esencia de Tangerine Dream directamente de Edgar. Pasé años trabajando con él en el estudio, desde que comencé en 2003. En 2004 empezamos a componer juntos y en 2005 tuve mi primera experiencia en concierto con la banda. Aprendí muchísimo en ese proceso.

Edgar era un gran maestro, aunque a veces podía parecer un poco gruñón. Pero en realidad, tenía una habilidad especial para explicar las cosas, al menos a mí. Creo que su reto era encontrar personas con quienes pudiera compartir un mismo lenguaje musical. Describir el sonido de un sintetizador es complicado, no es como en una orquesta donde puedes identificar claramente un violín, una viola o un chelo. En la música electrónica, la paleta sonora es mucho más abstracta.

Sin embargo, con el tiempo logramos establecer una comunicación fluida. Edgar dejó muchos bocetos, sonidos e ideas, pero más allá de eso, su legado es una filosofía, un concepto musical. Tangerine Dream ha evolucionado desde 1967 hasta hoy, pero siempre ha mantenido una "línea roja", una identidad coherente a lo largo de los años. Si escuchas "Electronic Meditation" (1970) y luego "Ricochet" (1975), parecen bandas distintas. Lo mismo ocurre si comparas "Exit" (1982) con los trabajos de los setenta. Sin embargo, si sigues el recorrido completo, encuentras esa conexión sutil pero fundamental. La clave está en la construcción de la tensión, el uso de escalas específicas y la estructura de las envolventes sonoras. Mi enfoque ha sido respetar esa filosofía sin convertir la banda en un museo. Cada álbum debe evolucionar un poco. Tangerine Dream podría haberse quedado en los años 80, como muchas otras bandas, repitiendo los mismos discos una y otra vez. Pero la esencia de esta música es el riesgo, la exploración. Tienes la oportunidad de innovar… o de fracasar estrepitosamente.

Personalmente, nunca tuve la intención de continuar con Tangerine Dream por iniciativa propia. No fui yo quien levantó la mano, sino Edgar quien decidió, tras todos esos años de trabajo juntos, que debía seguir adelante con su legado. Y no se trata de ventas o de números de audiencia, aunque afortunadamente el proyecto ha funcionado bien. Por ejemplo, nuestro último álbum, "Raum" de 2022, tuvo la entrada más alta en las listas alemanas en la historia de Tangerine Dream. No lo menciono por orgullo, pero sí porque demuestra que la gente sigue escuchándonos y apoyándonos. Además, seguimos incorporando material de Edgar en nuestras composiciones, asegurando que su espíritu siga presente en cada disco. 

"Muchos de nuestros seguidores nos conocieron gracias a la banda sonora del juego  GTA V"

Ser parte de Tangerine Dream, una de las bandas pioneras de la música electrónica, conlleva una gran responsabilidad. ¿Cómo lo vives en tu trabajo actual? 

Thorsten Quaeschning: Nunca había hecho algo durante tanto tiempo en mi vida, pero se siente completamente natural. Es un honor increíble, aunque también supone un desafío constante. La música es algo muy personal y subjetivo; no se puede complacer a todo el mundo. Algunos seguidores solo quieren escuchar "White Eagle" una y otra vez, mientras que otros prefieren los primeros años de la banda y dejaron de interesarse cuando llegaron los secuenciadores. Aun así, Tangerine Dream sigue conectando con nuevas generaciones. Especialmente en el sur de Europa, hemos notado un público más joven que nos ha descubierto a través de medios muy distintos. Muchos, por ejemplo, nos conocieron gracias a la banda sonora de GTA V, un juego que se ha vendido más de 192 millones de veces y para el que compusimos 35 horas de música. También hay quienes nos descubrieron a través de series como "Stranger Things", "Black Mirror" o "Mr. Robot". Y temas como "Love on a Real Train" han aparecido en muchas películas. Incluso músicos de black metal nos han mencionado por nuestra participación en la banda sonora de "Lords of Chaos", la película sobre Mayhem.

Es un honor inmenso, aunque a veces conlleva presión. Pero sobre todo, es una experiencia extraordinaria. Haber aprendido directamente de Edgar Froese no solo me enseñó sobre música, sino también lecciones de vida, tanto a nivel personal como profesional. Y por eso, cada día me siento agradecido de poder formar parte de este legado. 

Berlín ha sido un epicentro de la música electrónica durante décadas. ¿Cómo influyó la ciudad en la evolución sonora de Tangerine Dream? 

Thorsten Quaeschning: Especialmente en los años 60, cuando todo ocurría en Berlín Occidental. Bueno, todos venimos de este entorno, menos Hachiko que es de Osaka. Aunque Edgar nació en un lugar lejano para mí. Nació en Tilsit (Rusia), pero vivía en Berlín, muy cerca de donde yo vivía. Antes, Berlín Occidental era una especie de isla dentro de la RDA, y la ciudad era mucho más pequeña que hoy. La vida social era peculiar, con la presencia constante de militares franceses, ingleses y estadounidenses en las calles, ya que eran parte de los aliados. Edgar nació en 1944, un año muy difícil. Y probablemente fue alrededor de 1967 cuando todos, al llegar a la mitad o el final de su adolescencia, buscaban una forma de expresión libre, algo radicalmente distinto a lo que había ocurrido en Alemania en las décadas anteriores. Por eso exploraron todo tipo de música nueva y vanguardista. La idea era romper barreras, encontrar algo original, algo que no fuera ni la música comercial estadounidense o británica, ni la música alemana de los años 50 y 60, que muchos consideraban poco inspiradora. Y, por supuesto, mejor ni hablar de los 40... 

Antes has hablado de algunas bandas sonoras de Tangerine Dream, que habéis compuesto muchas. Personalmente me vienen a la mente las icónicas bandas sonoras de las pelis de los ochenta "Legend" y "Risky Business" que en mi generación tuvieron mucho impacto. ¿Cómo se diferencia vuestro enfoque para la composición de bandas sonoras en comparación con los álbumes de estudio? 

Thorsten Quaeschning: Crear música para cine implica, quizá de forma obvia, estar al servicio de las imágenes. Es necesario establecer contrapuntos o captar la esencia visual dejando suficiente espacio para el resto de los elementos. A veces, la música podía volverse demasiado densa o utilizar frecuencias que interferían con la voz humana. Esto ha cambiado mucho en los últimos años. Hoy en día, la idea de los grandes temas principales ha perdido protagonismo. Ya no se buscan melodías memorables como en "Lo que el viento se llevó", sino que la tendencia se inclina más hacia efectos atmosféricos y motivos sutiles en lugar de melodías repetitivas. 

 Lo mismo ocurre con los videojuegos. En los años 80, títulos como "Tetris", "Bubble Bobble" o "Super Mario Bros" utilizaban la misma melodía desde el nivel 1 hasta el 99. Pero ahora, si alguien juega a un juego durante meses, se volvería loco escuchando la misma música constantemente. Por eso, las bandas sonoras modernas se componen de pequeñas frases y texturas atmosféricas que refuerzan la ambientación sin repetir un tema central de manera insistente. Incluso en el cine, los grandes momentos —como una puesta de sol delante del océano— pueden durar apenas 40 o 45 segundos en pantalla. En los últimos cinco o seis años, las escenas se han vuelto cada vez más cortas. Actualmente, la duración típica de una escena está entre 45 y 75 segundos. En contraste, en películas mudas como Metrópolis, una misma escena podía durar ocho minutos. 

Las series de plataformas como Netflix han acelerado aún más este ritmo, con escenas breves que requieren cambios constantes de atmósfera cada 60 segundos. Esa es una gran diferencia en la composición para cine: la música debe ajustarse al montaje. Me gusta el concepto de "hacer el corte"; si hay una transición a negro en la imagen, debería reflejarse en la música. A veces, incluso es necesario modificar el tempo para encajar perfectamente con el montaje. Por eso, no soy muy partidario de simplemente componer música para cine de forma preexistente. Lo veo extraño, porque esa música nunca fue concebida con la película en mente. 

¿ Y para qué director de cine te gustaría trabajar en una banda sonora? 

Thorsten Quaeschning: Es una pregunta difícil... Te diría Tim Burton, aunque el problema es que ya tiene asociado a Danny Elfman en sus películas. Las películas de Tim Burton son increíbles, pero a veces no se trata tanto del director, sino de la atmósfera que logra crear. Por ejemplo, me encanta la melancolía en las películas de Bill Murray o el lado más emotivo de los filmes de Jim Carrey. Son actores muy diferentes, pero transmiten emociones únicas. Ahora que lo pienso, la expresión de Jim Carrey es muy versátil y permite adaptar muchas cosas en términos de música. En cambio, Bill Murray tiene una única expresión… pero la ejecuta de manera magistral. Y, la verdad, eso me gusta mucho. 

Y hablando de preferencias ¿Qué músicos o bandas actuales nos recomiendas? 

Thorsten Quaeschning: Me gustan mucho los artistas islandeses como Sigur Rós y Ólafur Arnalds, y del lado canadiense, Godspeed You! Black Emperor. También John Hopkins, que probablemente sea uno de mis favoritos. Aunque no es nuevo, sigue siendo una gran referencia para mí. Si mencionas a Radiohead, bueno, por supuesto que me encantan. Sigur Rós, Radiohead… ese tipo de música me fascina. La música que escuchamos depende del momento. No es lo mismo lo que pondrías un domingo al mediodía en tu sala de estar que lo que sonarías un viernes por la noche en un club. Sigur Rós, por ejemplo, es mi música de domingo al mediodía. No puedo decir exactamente por qué la escucho… simplemente la disfruto. Es una música cálida, brillante y envolvente. Y eso es algo que valoro muchísimo. 

¿Y cuál es el siguiente paso para Tangerine Dream? ¿Tenéis algún proyecto en particular? 

Thorsten Quaeschning: Sí, llevamos varios meses trabajando en nuestro nuevo álbum. El año pasado tuvimos muchas giras. Fue increíble. Creo que la gira más extensa de nuestra historia fue la de 2023, con unos 67 conciertos. Es genial que nos inviten a tocar, y seguimos adelante. Queremos seguir haciéndolo y no parar. Sin embargo, el verano pasado fue bastante extraño, porque tocamos en todos los festivales. Pasas de estar en el estudio de lunes a jueves por la mañana, para luego irte al aeropuerto y regresar el domingo por la noche. A veces, estar en el estudio a las ocho de la mañana un lunes, después de haber tocado en un festival en algún lugar del mundo, no te motiva tanto. Todo el verano fue increíble, pero no fue el período más productivo para componer música. A pesar de eso, ya hemos comenzado. Creo que tenemos como fecha límite finales de octubre de este año, así que el lanzamiento podría ser hacia marzo de 2026, teniendo en cuenta todos los plazos y el tiempo necesario para producir el tipo de disco que queremos. Siempre hay plazos y más plazos, las compañías discográficas a veces necesitan hasta tres meses. Así que, si tenemos el master en octubre, en el mejor de los casos, el nuevo álbum podría salir en marzo o abril del próximo año. Luego habrá música nueva y muchos conciertos este año también. 

Y la última pregunta: ¿qué opinas del uso de la inteligencia artificial en la música y el arte en general? 

Thorsten Quaeschning: No estoy seguro de por qué la necesitamos. Es como copiar los diarios de vida de otras personas. En mi mundo, sería mejor que la gente explorara y viviera experiencias, y luego las transformara en música. Si la IA se encargara de mis impuestos, lavara los platos y limpiara la habitación, sí, sería genial. O responder correos electrónicos de manera adecuada... No estoy tan seguro de si eso tiene cabida en el arte y la música, especialmente en cualquier tipo de arte. Así que dejemos que la IA se ocupe de todo lo tedioso, de los textos. Eso sí, sería genial. Probablemente sería mucho más fácil que simplemente copiar los diarios o las ideas de otras personas. El problema es que la IA siempre está en medio de todo. No creo que pueda crear un nuevo subgénero. Simplemente tomaría dos subgéneros y los combinaría, generando algo intermedio. Cosas como el punk, el gótico, la música experimental o la vanguardia no nacen de simplemente combinar dos elementos con la IA. Pero bueno, esperemos que algún día la versión de la IA que lava platos sea una realidad.

Luis Alberto de Cuenca: “Donde hoy haya un cómic, mañana habrá dos tebeos y un libro”


Por: Javier González, Guillermo García y Ricardo Virtanen. 

La figura de Luis Alberto de Cuenca representa las más altas cotas de la poesía contemporánea estatal. En sus vividos versos, lo culto y popular se funden con suma elegancia de forma natural y cercana, dejando profunda huella en todas aquellas personas que una vez seducidos por las imágenes de sus poemas nunca fuimos capaces de deshacer el embrujo del madrileño. 

Observar su porte y maneras de dandi elevan la categoría de una mañana marcada en rojo en nuestro calendario. No es para menos, pues gracias a la intercesión del gran Ricardo Virtanen, amigo y colaborador de esta web, el escritor madrileño nos ha concedido la gracia de robar unos minutos a su valioso tiempo con objeto de mantener una amena charla junto a él. 

Bajo el eje principal que marca la música, hacemos parada en sus colaboraciones como letrista con La Orquesta Mondragón y Loquillo, rememoramos los tiempos de La Movida, mientras encontramos tiempo para acercamos a la noche en que cerró “Balmoral”, símbolo de un Madrid que ya no existe, y a su habitual “línea clara”, dejando bien claro que la incorrección siempre será virtud. 

En primer lugar, queríamos agradecerte tu disposición a hablar con nosotros, cuando seguro podrías estar haciendo algo más interesante. Sin más preámbulos, pasamos a preguntarte a bocajarro. ¿Cuál es el primer recuerdo musical que tienes? 

Luis Alberto: Estar aquí con vosotros es una opción cojonuda. Recuerdo unos discos que había que hablaban de los personajes de Disney, creo que eran microsurco. Había uno que contaba la historia de Peter Pan. Disney tenía una división de cuentacuentos con música de fondo, interpretando las canciones de las películas originales. 

¿En qué momento empiezas a prestar atención a las letras de las canciones? 

Luis Alberto: Mi interés por las letras está por encima de los estrictamente musical. Siempre he pensado desde pequeño que una cosa eran las letras de las canciones y otra los poemas. Se puede ser un genial letrista y pésimo poeta. Y viceversa, también se puede ser un buen letrista y poeta. Hay que ponerse un mono diferente de trabajo para hacer letras o poemas, lo tuve muy claro desde siempre. Cuando eres pequeño, pero no has asimilado toda la afición literaria, que en mi caso fue algo que tuvo lugar a los 13 o 14 años, no te fijas tanto en las letras como sí lo haces con la música. 

“Me marqué unos bailes con Patti Smith” 

¿Qué bandas y solistas son las que más te han marcado a lo largo de tu vida? 

Luis Alberto: Soy muy malo hablando de grupos, sobre todo si me sacas de The Beatles. En la pregunta: ¿Rolling Stones o Beatles? Me quedo con The Beatles. También me gusta mucho Rod Steward. Y Patti Smith, a la que vi en primera fila en el Odeón de Heredes Ático junto al embajador español, al que le dieron las mejores localidades. Inclusive me marqué unos bailes con ella porque cogió a gente de las primeras filas entre las que me encontraba. 

“Siempre me ha gustado mucho Lou Reed y pienso que como letrista Leonard Cohen es muy superior a Dylan”

¿Y qué letristas destacarías? 

Luis Alberto: A mí Lou Reed siempre me ha gusto mucho, he tomado alguna de sus frases para mis poemas como aquella “y ese lado salvaje de la calle” de “Walk on the Wild Side”. Has mencionado a Dylan que me gusta mucho, pero no creo que fuera oportuno darle el nobel de literatura, pienso que deberían haber creado un nobel de música. Pienso que como letrista es muy superior Leonard Cohen a Dylan. 

¿De qué forma acaba un poeta venido de la vertiente más clásica y erudita haciendo letras para una banda tan singular como La Orquesta Mondragón a principios de los ochenta?

Luis Alberto:
Fue una casualidad. Un amigo mío recientemente fallecido, Fernando Canales, hizo la mili en San Sebastián tras pedir mil prórrogas. Él se hizo amigo de Javier Gurruchaga que estaba reclutado en su propia quinta. Más tarde vinieron a Madrid, uno a volver a casa y otro a conquistar la gran ciudad. Fernando le dijo, “te voy a presentar a un amigo poeta”. Fue azar absoluto. Siempre he sido muy amante del rock frente a la canción de tipo cantautor. Soy más de rock que de cantautores. Ahí nace el vínculo. 

“Cuando estaba sobrio, Leopoldo María Panero era una persona muy culta” 

Otro de los jóvenes escritores del entorno cultura de La Movida colaborador de La Orquesta Mondragón fue Eduardo Haro Ibars, cuya biografía “Los Pasos del Caído” firmada por J. Benito Fernández es bastante recomendable. ¿Tenías trato con él? ¿Qué recuerdos tienes junto a él? 

Luis Alberto: Sí, la hizo Benito J. Benitez, nos llamó a todos los que hubiéramos tratado a Eduardo Haro Ibars. Le traté poquísimo, muy poco, entre otras cosas porque eras insoportable. Era un tipo rarísimo. En una presentación se tumbaba en cualquier lado. Con Leopoldo María Panero tuve más relación, cuando estaba sobrio era una persona muy culta, estaba formado. Loco estaba siempre. Haro Ibars era genialoíde también, pero no era una persona tan interesante como Panero. Debo decir que no me gustó mucho la película “El Desencanto”, me parece que muestra una descomposición de forma forzada. De la familia Panero creo que el mejor era el padre. 

“Recuerdo La Movida con mucha pena porque muchos de mis amigos fallecieron” 

La Movida está siendo ahora reconsiderada como movimiento contracultural. ¿Qué opinión tienes de la misma? ¿y qué conexiones observas entre aquel movimiento, posterior al franquismo, y tu poesía de línea clara?

Luis Alberto: Tienes que leer mi poema “Soneto del Amor Oscuro”, ahí lo cuento todo. La Movida la viví muy intensamente ya que muchos de sus protagonistas eran amigos míos. También te digo que en alguna de las entrevistas he dicho que lo más importante que hice fue jugar al fútbol en el salón de mi casa, ahora biblioteca, pero entonces desprovista de muebles, ya que se los había llevado mi primera mujer. Jugábamos mi hijo y yo. No es una desacralización del mito de la movida, en el poema verás que lo cuento todo con interés. La recuerdo con mucha pena porque muchos de mis amigos fallecieron. De “El Canto de la Tripulación” el único vivo que queda es Alberto García-Alix. Con Alberto sí he tenido más trato, ha venido a hacer fotos, y a su hermano, Carlos, es un pintor estupendo. Alberto es uno de los talentos máximos que tenemos en España en este momento, cuando le dimos el primer premio de fotografía, tuvimos que elegir quien hablaba en nombre de todos los premiados, lo hizo él. Es un tipo de una gran inteligencia. Me entusiasman sus fotografías, repletas de personalidad. Es un grande como Helmut Newton, del mismo calibre. 

¿En qué momento y de qué forma entra Loquillo en tu órbita? 

Luis Alberto: Loquillo entró como un torrente en mi despacho de la secretaria de cultura de la calle Plaza de la Villa número 4, cuando andaba inmerso en mi carrera política. Entró la jefa de secretaría y me dijo: “Está Loquillo”. Y le dije: “que entre inmediatamente”. Entró y senté al corpachón este, a quien conocía de una velada que hubo en el Palace de presentación de no sé qué donde fue gente de la movida. “¿A qué debo el placer de tu visita?”, le solté, a lo que respondió “quiero hacer un disco contigo porque me encanta tu poesía”. Claro, le contesté, “encantado, pero tenemos que esperar a que se acabe este cáliz”. Se lo tomó tan en serio lo de esperar y dejar que acabara con la política que el disco salió en 2011, siete años después de que dejara el cargo. 

Cuenta Loquillo que durante su mili cada mañana lo despertaban al ritmo de “Caperucita Feroz” de La Orquesta Mondragón, jurando vengarse del autor de aquella letra. ¿Has recibido su perdón después de tantos años de amistad? 

Luis Alberto: No creo, lo dice siempre que estamos juntos. Y estamos bastante, ya que nos vemos cada vez que viene a Madrid. El problema no se ha resuelto. Se mete conmigo como letrista y con Jaime Stinus que era el guitarrista. Por cierto, Jaime es un tío muy simpático. 

En 2011 lleváis a cabo la edición de “Su nombre era el de todas las mujeres”, el cancionero donde se musicalizan diez poemas clásicos tuyos, adaptados con la ayuda de Gabriel Sopeña. 

Luis Alberto:
Hubo que elegir entre cuarenta canciones musicadas, me hizo una barrida musical brutal. Es un tío enorme. No tenemos descartado que las que no cantó Loquillo no las haga Gabriel. El Loco es difícil que repita. 

De este disco me gustaría hablar de dos de sus canciones, puesto que son mis favoritas. “Political Incorrectness” y la titular “Su Nombre era el de todas las mujeres”. 

Luis Alberto: Sí, opino lo mismo que tú. El videoclip es cojonudo. Aparecemos Sopeña y yo al fondo. Me gustan mucho “Political Incorrectness” y “El Encuentro”, también “Cuando Vivías en la Castellana”. 

“Caperucita Feroz surgío porque tenía en la mesa una edición ilustrada de los cuentos de Perrault” 

Es un disco que llega más de veinte años después de tu última colaboración como letrista. ¿Cómo recibiste el hecho de que una obra estuviera dedicada en exclusiva a tus poemas?

Luis Alberto: Me impactó muchísimo “Su Nombre era el de todas las Mujeres”. Con Gurruchaga hacía letras, pero con Loquillo aporté poemas. Me hizo más ilusión el tema de los poemas que de las letras. A Loquillo solo le he hecho un par de letras. En el fondo fue una alianza entre Loquillo y yo. De la otra forma yo tenía que poner las letras en las maquetas, soy bueno para coger la métrica. “Caperucita Feroz” surgió porque tenía en la mesa una edición ilustrada de los cuentos de Perrault donde se veía al lobo con el camisón de la abuela y Caperucita junto a él en la cama. Al oír el casete pensé “Hola, mi amor, soy yo tu lobo”. 

Sí, como bien dices hay alguna letra tuya en “Balmoral”, el disco dedicado a la mítica coctelería madrileña. ¿Has ido mucho allí con Loquillo? 

Luis Alberto: Fíjate que hemos ido bastante a “Balmoral”, pero nunca juntos. Lo que sí hemos hecho ha sido cerrar “Balmoral” definitivamente. Estando ya cerrado para el público, nos abrió Manolo, el barman. Estuvimos Susana Koska, mi mujer Alicia, el Loco y yo, junto a Manolo hasta las cuatro de la mañana. Todo el local para nosotros, fue una noche maravillosa. “Mi papel con Loquillo es el de ejercer de prescriptor y mentor literario” 

Es más que evidente que vuestra amistad continúa, tal y como atestigua la edición de “Europa”, donde Loquillo canta los poemas de Julio Martínez Mestanza, un poeta al que llegó de tu mano, si no tengo mal entendido. ¿Qué has tenido que ver en esta reciente adaptación? 

Luis Alberto: Llegó a Julio a través mía, le mostré su poesía. No he tenido nada más que ver que mostrarle su obra. Mi papel con Loquillo es un poco de prescriptor y mentor literario. Le admiro como músico y él me tiene a mí como prescriptor. Somos muy aficionados los al cómic. En su whattsapp tiene a Capitán España de Manuel Gago, le acabé regalando toda la colección entera. 

Volvamos a “Balmoral” si te parece, la mítica coctelería sin música que también da título a uno de tus haikus. Para aquellos que no lo conocieron, ¿qué significaba el Balmoral en la noche de la capital? 

Luis Alberto: En “Balmoral” incluimos una letra. “Balmoral” tenía un público muy elegante siempre. Iban desde los Ángeles del Infierno, el Barça de baloncesto y gente mayor muy educada. Recuerdo que cerré el “Balmoral” en mi segunda boda. Para mí fue tan importante como que una de las mujeres de mi vida estuvo allí, celebramos allí la parte final de nuestra boda. Se encontraba en la calle Hermosilla, entre la Castellana y Serrano. Hoy día no hay huella alguna de su existencia. 

“Dos de los personajes más importantes de la historia de España son José Antonio Primo de Rivera y Federico García Lorca” 

Me gustaría preguntarte como poeta por otro local de un Madrid que ya no existe. ¿Cuánto hubiera pagado Luis Alberto de Cuenca por haber pasado una noche en el “Café Li0n” o en “La Ballena Alegre” disfrutando de alguna de sus tertulias? 

Luis Alberto: No creas que he tenido tanta vida nocturna, me sacaban para salir de casa más que salir por mi propio pie. Soy poco trasnochador. En esos dos lugares que comentas había unas mesas importantes, una presidida por José Antonio Primo de Rivera y otra por Federico García Lorca, que dicen eran amiguetes. En cualquier caso, son dos de los personajes más importantes de la historia de España. “El Ausente”, como le llamaban los franquistas, era un tipo verdaderamente genial, lo digo siempre, aunque me cueste algún disgusto de vez en cuando. Y qué decir de Federico García Lorca, uno de los poetas máximos del mundo. Un tipo que tiene un solo tema que es su homosexualidad, pero que es universal y nos emociona a todos, independiente de que seamos homosexuales o no. José Antonio Primo de Rivera escribió poemas, algunos influidos por Lorca, de hecho, los sacaron en una colección llamada “el Violín de Ingres”, un título que hace referencia a una afición que tiene alguien que no es la profesional. La colección consistía que no profesionales de la poesía publicaran sus versos. Los de José Antonio son flojos, pero de influencia lorquiana. 

¿Qué significa para ti el cómic, y cómo has conseguido introducirlo en tu poesía de una forma tan natural (Tintín, El guerrero del Antifaz, Popeye, Flash Gordon, Spiderman, Dick Tracy…)?

Luis Alberto: El cómic es de las cosas más importantes de mi vida. Soy lector de tebeos desde siempre. Se dice que donde hoy hay un cómic, mañana habrá un libro. Siempre digo que donde hoy haya un cómic, mañana habrá dos tebeos y un libro.

“El cine es un arte de artes” 

Y qué decir del cine, ¿cómo relacionarías el séptimo arte con tu poesía, que parece que a veces llega al tuétano de tus poemas, pienso por ejemplo en “Bébetela”? 

Luis Alberto:
Creo que cualquier poeta que ha escrito versos tras la invención del cine, tras la salida de la fábrica de los hermanos Lumiere, no puede prescindir del cine. Es imprescindible como expresión de arte total, heredero de la ópera decimonónica. Es un arte de artes. No soy cinéfilo en el sentido erudito de la palabra, no me sé el equipo de rodaje. Eso sí, las películas que me gustan me han influido decisivamente en mi producción literaria. 

Vivimos tiempos de excesiva corrección política. ¿Cómo experimenta esta época el autor de “Political Incorrectness”? 

Luis Alberto: El creador de “Political Incorrectness” ve con preocupación el mundo woke, en el que hay verdades absolutas, una religión casi tan pegajosa como la que vivieron nuestros antepasados con los curas en los colegios, donde había gente maravillosa y otra insoportable. El mundo woke donde ha ido a refugiarse la izquierda me pone muy nervioso. La izquierda tenía unos ideales maravillosos que podían compartirse o no. Este nuevo refugio de la izquierda ha hecho que sienta que me la han cambiado. Y luego está la derecha que es muy torpe. No estamos en un buen momento de dirigentes. Tampoco estoy de acuerdo con los que dicen exagerando que este es el peor tiempo. El tiempo en que uno vive siempre es el peor. He vivido muchas experiencias a lo largo de mi ya larga vida y pienso que hay cosas que están fatal, pero hay que seguir mirando al frente porque esto no es el apocalipsis.

Nuevos y infalibles brebajes de amor. “LBQ”, de La Bien Querida.


Por: Guillermo García Domingo. 

Si el disco de La Bien Querida, publicado el pasado viernes por el sello Sonido Muchacho, fuera una habitación, sería una estancia escandinava en la que la protagonista absoluta es su única habitante. Su voz goza de una total libertad de movimientos. Para conseguirlo, la cantante y David Rodríguez, su productor, han apartado todos los muebles y otros enseres: los instrumentos interfieren lo menos posible, y su funcionalidad, como los muebles de la Bauhaus, está al servicio de la tersa voz de la vizcaína y lo que ésta enuncia. La discreción de los arreglos no significa que sean anodinos ni que pasen desapercibidos, están dónde tienen que estar, y además propician que las canciones sean un lugar extremadamente cálido y acogedor, en definitiva. 

La analogía de la “brujería” resultará obvia para aquellos que, como es mi caso, no pudieron resistirse a los sortilegios de “Brujería” (2019). La Bien Querida elabora como nadie poderosos y efectivos brebajes de amor. El eros (y el tánatos) del inconsciente femenino encuentran el modo de salir a la luz a través de sus textos falsamente sencillos. El anverso y, en algunas ocasiones, el reverso del querer han obsesionado a esta cupletista contemporánea (su nombre artístico no es casualidad), que canta sus propias composiciones. Ya viene siendo hora de escuchar lo que La Bien Querida tiene a bien decirnos, después de tantos años en los que los hombres han acaparado y protagonizado las conversaciones, los discursos y las canciones. Desde el inicio de la literatura universal ha habido inolvidables personajes femeninos poseídos por el amor, creados por hombres: la terrible Medea, la misteriosa Diotima del Banquete de Platón que enseñó a Sócrates todo lo que sabía acerca de este tema universal, las desgraciadas Julieta y Anna Karénina, son personajes imaginados por escritores. 

Las brujas son admirables porque van a lo suyo, tienen sus propios planes, no están dispuestas a cambiar su rumbo con tal de contentar a los demás, y permanecen ajenas al juicio escrutador de la turba mediocre que las persigue y las atribuye propósitos perversos, incapaces de admitir que una mujer tome sus propias decisiones. La trayectoria de la cantante afincada en Madrid no ha sido nunca previsible. 

La visceralidad de “Brujería” y sobre todo de “Paprika” (2022) no es tan acusada en esta nueva colección de canciones. Tal y como sostiene en “Ni bien, ni mal”, en el primer corte, la cantante ha encontrado la “estrecha senda” del equilibrio emocional, “cansada de vivir entre el cielo y el infierno, camino buscando el sol de invierno”. Decidida a disfrutar de “las cosas más sencillas… la vida de verdad”, insiste en “Como un perro”, una canción irresistible, que dispone de una cadencia perfecta y sincopada, que brilla gracias a las notas altas e insistentes de una guitarra secundaria. Quizá aluda a la vida simple, inocente y sin prejuicios de nuestros compañeros perrunos, la que ansiaban emular los filósofos cínicos. LBQ quiere dar cuenta de su estado de ánimo actual a sus seguidores. Los teclados reconocibles de los éxitos de la pistas de baile de los años 80 se hacen notar en esta primera canción y en la segunda, “Podría haber sido” en la que se transforma en la Madonna del “dancefloor”, para revelar que todo lo que no somos nos convierte a la postre en aquello que a día de hoy nos hemos convertido. La siguiente canción es extraordinaria. Con el título “Bar Dixie”, es una interminable letanía sostenida por una batería y un teclado prestados por The Police, ¿no van a ser Los Planetas los únicos que tengan “Un buen día”? 

Después de este ciclo de tres canciones, Ana Fernández-Villaverde vuelve a tropezar en la misma piedra de siempre. Lejos de ser censurable, es el motivo por el que es una artista tan irresistible. El coraje y la obstinación con el que se adentra en el territorio lleno de minas del amor. El minimalismo instrumental de “Como te amo yo” es idóneo para la maravillosa impudicia romántica de esta canción. Los arreglos son mínimos también en “Un milagro”, que requiere justamente esa clase de acordes que no se entrometen en el bello y tranquilo romance que LBQ interpreta. Es lo contrario de lo que ocurre en “Noche de bodas”, porque la cantante no puede resistirse a la tentación del arrebato febril y amoroso, expresado mediante la salsa electrónica que recuerda a su anterior proyecto, “Paprika”. En el vídeo asociado, Ana nos ofrece la pose de las inolvidables mujeres que hacen suyos los boleros. La nostalgia por el amor que una pensaba que ya estaba olvidado, y que asalta a traición en una playa de Mundaka, es el tema de la balada del mismo nombre que el hermoso pueblo costero vizcaíno. 

Que este trabajo no sea tan visceral no quiere decir que LBQ no sepa tirar a matar llegada la ocasión. Para comprobarlo es suficiente con escuchar “SOS” y su sutil crueldad dedicada a aquel lejano amante que no supo apreciarla como merecía: “Cuando estés solo y estés viejo, / cuando te cuelguen los pellejos. / Cuando tu enemigo sea el espejo, / te torturará que esté tan lejos”. El minimalismo deja paso a la épica musical, en “Naufragio”, una elegante sorpresa con forma epistolar. Una carta íntima y postrera, antes del naufragio sin remisión, que, al menos a mí, me ha hecho recordar la tragedia polar de Scott y sus compañeros en la Antártida, y su emocionante carta de despedida, asediado/a de muerte por el hambre y el frío. La brillante instrumentación de esta canción recuerda a la grandiosidad de los paisajes marinos, gélidos e inhóspitos. La última canción está dedicada al amor maternofilial. Estrella, la hija de la cantante, es la destinataria de este tema que, según avanza, va reclutando instrumentos y sonidos. 

La Bien Querida es nuestra “bruja” musical preferida. Después de escuchar y disfrutar del disco, analizado más arriba, nadie puede dudar de que continuará siendo así. El poder hechizante de Ana Fernández-Villaverde sigue intacto. Es un proyecto que no suena “ni bien ni mal” sino mucho mejor.

Siniestro Total: La “fartura” del indigente.


Por: Juan Pardo.

En gallego se denomina “fartura” a lo que abunda en exceso. Es aplicable al empacho pantagruélico, cuya incidencia repunta en el centenar de fiestas gastronómicas que tienen lugar anualmente más allá del Telón de Grelos. Curiosamente ninguna de ellas está dedicada a Siniestro Total, pese a la abundancia de su despiece. La certeza es que Siniestro Total está muerto, al menos en términos de furgoneta y directo. Hace ya dos años que cayó el primer machetazo sobre su cadáver. Y así troceado, eviscerado, sus restos dan para un banquete medieval, de esos a los que el señor feudal invita a los pobres en fecha señalada. Podría celebrarse el 31 de enero, Día Mundial del Disfraz de Gorila, o el 18 de agosto, aniversario de La Matanza de Taxis. Poco importa. Los fans somos esos indigentes mendicantes, abrumados para bien por un “farturento” ritmo de publicaciones postmortem que apunta más a buffet libre que a menú cerrado: 

"Sótano Total – Un homenaje a Siniestro Total desde El Sótano de Radio 3"; VVAA (Family Spree Recordings, 2022)"

Aunque publicado en noviembre de 2022 como doble elepé, aquí lo jugoso es el espíritu radiofónico, germen del asunto. Las 24 bandas protagonistas fueron llamadas a rendir homenaje a nuestro grupo favorito por Diego RJ, conductor del programa El Sótano de Radio 3. Entre el otoño de 2019 y el verano de 2020 fueron apareciendo, en un goteo de entregas semanales, una a una, por sorpresa. La experiencia fue flipante no sólo por revelársenos la versión de turno, sino por poder escuchar a los artistas tributarios, tanto coetáneos como de nueva hornada, contar el impacto que en ellos tuvieron los vigueses. Es por ello que, toda vez que el doble álbum en plástico está agotado (una copia en Discogs se cotiza entre 40€ y 60€), es altamente recomendable acudir a la hemeroteca de Radio 3 y revivir la experiencia. Una reseña más profunda sobre participantes y contenido pueden encontrarla en esta misma web. (https://www.elgiradiscos.com/2023/01/vv-aa-sotano-total-un-homenaje.html


"Folla con él - Todas las versiones de Siniestro Total y sus circunstancias"; Julián Hernández (Trama Editorial, 2022) 

Este libro ve la luz un mes antes de la despedida oficial del grupo. Tomando el título de la primera revisión que hicieron del “Highway to hell” de AC/DC, Julián Hernández repasa (casi) todas las versiones que saltearon el repertorio de Siniestro Total. Como en la lid de apropiarse de lo ajeno los vigueses siempre se defendieron con nota, estas páginas son una gozada para el fan. Hernández nos explica los entresijos, la génesis e inspiraciones tanto musicales como circunstanciales, así como las vicisitudes discográficas hasta llegar al resultado final. Tema a tema, desde el más ignoto hasta aquellos que usted ha coreado asumiendo incluso su autoría al combo, que hay unos cuantos casos y alguno hasta ejerce de oficioso himno galaico en bodas, bautizos y comuniones. Merece la pena descubrir ese colosal “background” de cultura musical en el seno de la banda desde su etapa más temprana, que subyace tras atrocidades como “Hoy voy a asesinarte”, por ejemplo. También es atroz que yo le haya cantado a mi hija el “Luna sobre Marín” a modo de nana sabedor del suceso inspirador de la misma, pero eso ya es cosa mía. 

"40 años sin pisar la Audiencia Nacional"; Siniestro Total (Loquilandia / Altafonte, 2023) 

La caja conmemorativa del aquelarre final. Muy mejorable tratándose de un artefacto que vale cien euros. No deja de ser un tributo velado a los Sex Pistols, por lo del “lucro indecente”, aunque en el fondo el problema no es si duele o no al bolsillo. Los facsímiles de los carteles del primer y último concierto de la banda son crema y el libreto es generoso, aunque más chicha histórica, grafismo o imágenes lo redondearían. Pero el quid de la cuestión no son los cachivaches, sino lo que de verdad importa: el legado sonoro de aquel mágico doble funeral, aquí incluido en triple rodaja de elepés. Doy fe que aquello fue un fiestón, desde la electrizante entrada a ese “Tan hermoso” a dos voces (¡por fin!) que desató la algarada, hasta la comunión absoluta del “Somos Siniestro Total” más masivo jamás coreado. Todo eso quedó en el corazoncito, pero muy poco trasciende de la carne al plástico, quizás el “Tumbado a la bartola” a cargo del “pachorrento” Torrado como la más honrosa excepción. Que uno perdona voces cascadas, catarros rampantes, sonido apagado o súbitas apariciones del alborozo ambiental, no lo duden, pero es que esto suena a mil demonios. A mil millones de demonios, que diría Archibald Haddock

"¿Cuándo se come aquí? El gran golpe de Siniestro Total"; Sara Morales (Efe Eme, 2024) 

Este libro se habría escrito incluso si “¿Cuándo se come aquí?” fuese el único legado de Siniestro Total. Tal es la trascendencia del disco en cuestión para el pop español. Por suerte hubo mucho más Siniestro Total en nuestras vidas. Y este libro existe en todas las realidades del multiverso, se lo juro. Sara Morales hila aquí la historia oral y coral del asunto, no sólo del artefacto. Delega el relato en los miembros del grupo y demás partes interesadas, con cuyos testimonios traza el asalto de los vigueses al Madrid de la modernidad. El eje es “¿Cuándo se come aquí?” y así se disecciona ampliamente composición, grabación, sonoridad y arte gráfica, pero el viaje es de mucho mayor recorrido: desde los orígenes del grupo hasta el postrer trauma que supuso la marcha de Germán Coppini. Una lectura de vértigo en la que el grupo supera accidentes de tráfico y episodios de hambre, surfea el éxito en océanos de esputos y sufre el “ghosting” asociado a la repentina caída en desgracia. De haber sido ese el punto final, nada descabellado según cuentan los protagonistas, la posteridad sería igualmente merecida. Léanlo, hagan el favor. Y si necesitan una reseña a mayores, la tienen en esta misma web. (https://www.elgiradiscos.com/2025/01/sara-morales-cuando-se-come-aqui-el.html

"Que no cunda el orden – Primeras sesiones de grabación, enero de 1982"; Siniestro Total (Munster Records, 2024) 

Cuatro décadas. Lo que dura una dictadura franquista o una carrera musical de postín. Miren ustedes, en 1983, recién salido del horno el debut en largo de nuestro grupo favorito, el valenciano PP Tan Sólo grababa su infrahit “Quiero ser guitarra de Siniestro Total”. En 2023, 40 años después, los garageros puertorriqueños Davila 666 daban a luz una versión del mismo tema. Esa es la dimensión de Siniestro Total: universal, longeva y epidémica. Otros 40 años son los transcurridos desde que la maqueta de la banda cambió de manos en la plaza de España madrileña hasta ser oficialmente ofrecida al mundo, convenientemente plastificada. Nueve temas, los primeros grabados por el grupo como tal tras incorporar como voceras a Germán Coppini. Eran el grueso de aquella cinta que Jesús Ordovás radió, temeroso y estupefacto por el contenido y la reacción posterior. Historia. El atentado sonoro lo completaban las tres canciones grabadas por Costas, Hernández y Torrado bajo el nombre Mari Cruz Soriano y Los Que Afinan Su Piano, aquí ausentes por aquello de la rigurosidad histórica. Si bien es cierto que escucharla hoy tiene regusto arqueológico, nada amable, quien no sienta debilidad por salvajadas como “Gusanos en tu alcoba” o “No me gusta bailar” ni es fan ni lo merece. 

"Acto fundacional – Cine Salesianos, 27 de diciembre de 1981"; Siniestro Total (Munster Records, 2025) 

Hay grabaciones que aportan más por lo documental que por lo estrictamente musical. El “Impuesto revolucionario” de Eskorbuto, por ejemplo: posiblemente el peor directo jamás grabado del rock estatal, pero Iosu cagándose a micro abierto en la “puta madre” de Paco es, miren por donde, lo más punk jamás grabado del rock estatal. Del estreno sobre un escenario de Siniestro Total, aquellas lejanísimas navidades de 1981, conocíamos algún fragmento sonoro y sus circunstancias, éstas sí ampliamente relatadas. Ahora llega la versión integral en elepé, sin cortes, con desempolve de canciones inéditas. Que sí, que la escucha igual no es el pandemonio que esperan muchos, que ya Julián confesó en su día que era la primera vez que se sentaba en una batería de verdad. A lo mejor es que el ”picorsito” está en dejarse trepanar por el sanador “¡¡¡EXTERMINIO!!!” con que Coppini sacó las agallas de quien lo lleva en la sangre. En poco más de un año estos pipiolos asaltarían locales capitalinos, luciendo cuero y dinosaurios de goma y epatando con su lectura aberrante de la modernidad. Antes tuvieron que perder el miedo a sí mismos. He aquí el testimonio. 

"El balance de los daños"; Mikel Clemente (Hormigón Estudio, 2025) 


Las andanzas de Siniestro Total han sido contadas una y mil veces en mil y un formatos. Con intención antológica hay algunas muestras. Libros como el ya lejano “Apocalipsis con grelos” que recorría la primera década de vida del grupo, aún válido pese a anteponer lo homérico al hecho en sí. La mediana edad motivaba la publicación de “Tremendo delirio”, de lectura voraz por lo exhaustivo, aunque narrado a una sola voz. El terreno audiovisual también fue explorado ampliamente, casi siempre de la mano de Mikel Clemente. El mayor esfuerzo documental estaba en aquella obra, complemento del fantástico directo “Que parezca un accidente”, con clara intención de prevalecer pero que omitía sin pudor voces fundamentales en el relato. Todos esos “peros” del pasado apuntan a enmendarse por el realizador vasco en “El balance de los daños”. Y, por lo visto en los breves adelantos que se han podido disfrutar, da para paja. Siniestro Total no necesita un panegírico, sino una obra definitiva, su antología del copón. Por ello se nos hace la boca agua cuando se habla de “serie documental” al referirse al producto. La disfrutaremos este mismo año, según Julián Hernández, directamente en plataformas digitales una vez llegue a buen puerto el pertinente negociado de emisión. 

Nada más. Por ahora. A modo de conclusión, permítanme que les confiese que pocas cosas hay más gratificantes para un coruñés, como quien suscribe, que ver inmolarse a un vigués. Y si son media docena y lo hacen sobre un escenario ni les cuento. No se escandalicen, el sentimiento es mutuo. Pero Siniestro Total era (es) mi grupo favorito del mundo mundial, con lo que tengo reacciones encontradas. Por eso me hicieron los ojos chiribitas el pasado 27 de diciembre, otra de esas fechas señaladas, cuando la banda comunicaba lo siguiente: “(…) seguiremos la labor arqueológica a la que tan febrilmente estamos dedicando nuestras vidas desde el último concierto de ST en mayo del 2022, cuando nos apeamos de la furgoneta. Y más casos y cosas adyacentes si el tiempo lo permite y la autoridad no lo impide. Seguiremos informando por las redes”. Esto es lo que los Sex Pistols, de nuevo los cito, definían como “azotar al caballo muerto” al referirse a su propio despiece. ¡Y nos parece estupendo, camaradas!

The Baboon Show + Pubic Enemy + Bad Cop / Bad Cop, salvaje banquete punk-rockero


Sala Wagon, Madrid. Viernes, 22 de Marzo del 2025. 

Texto y fotografías: Fran Llorente. 

La banda sueca The Baboon Show volvió por sus fueros en la enésima gira por nuestro país en el último lustro. Parece que estos escandinavos le han tomado el gusto a la Piel de Toro y se dejan caer por estos pagos a la menor oportunidad. En esta ocasión teloneados por dos bandas femeninas de punk-rock que cuajaron sendas y voluntariosas actuaciones en una velada donde las sensaciones fuertes se vieron al final de la noche. 

Pubic Enemy y Bad Cop / Bad Cop, animosas teloneras de punk-rock académico 

Las madrileñas Pubic Enemy abrieron fuego para presentar su EP de lanzamiento “Bad Blood”. Punk-rock muy aseado y con letras en inglés. Alexandra a la voz y guitarra rítmica, Irene a la otra guitarra, Nidia al bajo y Giovanna a la batería, trataron de dar lo mejor de sí mismas en temas como “Old Lie”, “Outrofest”, “Skin Deep” y “Don´t Go”, sumando otro buen ramillete de tonadas: “One two”, “Bad Blood”, “Remember”, “Flying free”, sin olvidarnos de la homónima “Pubic Enemy”. Unas adalides entusiastas del punk-rock melódico, que tratan de exprimir la fórmula del éxito de bandas clásicas como Green Day, Offspring o Blink-182, en espera de futuras mieles que el destino les tenga preparado. Aunque ya se sabe el viejo aforismo (y la pequeña ‘maldición’) que acuñaron los hermanos Young, Bon Scott y compañía: “It`s a long way to the top, if you wanna rock’n’roll’ (hay un largo camino a lo más alto, si en verdad quieres rocanrolear…). Esperemos que no les afecte mucho y sean capaces de tirar pa’ lante en los próximos años. Y como diría Rubén Darío: ‘Juventud, divino tesoro’. Da la sensación que estas chicas pueden con todo.

Un grato aperitivo para abrir boca en espera de de las californianas Bad Cop /Bad Cop. El cuarteto de San Pedro, mostró parecidas tesituras musicales a las ya vistas con anterioridad en nuestras primeras anfitrionas. Alexandra Windsor a la voz y guitarra, más Stacey Dee en la segunda guitarra, Linh Le como entregada bajista y cantante ocasional, y Myra Gallarza a la batería completaron otro set voluntarista y lleno de energía a raudales. Con tres discos a sus espaldas, trataron de sintetizar un equilibrado repertorio, dejando interesantes tonadas como “Breastless” y “Pursuit of liberty”, ambas pertenecientes a su último trabajo “The Ride”(2020), antes de entregarse a la vorágine del punk a quemarropa de su anterior álbum “Warriors”(2017) en efusivas canciones como “Retrograde”, “I’m Done”, “Broken” o “Womanarquist”, con la que cerraron una función sobrada de ritmo y buen rollo por parte de unas féminas inasequibles al desaliento. 

The Baboon Show, en formato estelar 

Magnifica descarga del cuarteto sueco, con certeros latigazos de punk rock asilvestrado y pinceladas glam, sumando nuevos adeptos en formato mediano, en una abarrotada sala donde la temperatura se elevó unos grados respecto a la la fría y lluviosa noche que hacía en el exterior. Con punteras resonancias de los Dictators y AC/DC, bandas de cabecera para nuestros protagonistas, Tras sus incursiones en Madrid en los últimos tres años, ahora celebran su Gira 20 Aniversario. Con diez álbumes a sus espaldas y una sólida carrera de dos décadas, el cuarteto formado por Cecilia Boström a la voz, Frida Stahl al bajo y Nicolas Svensson a la batería, más el nuevo miembro Simon Dahlberg a la guitarra.

Como un tren desbocado camino del precipicio, se lanzaron desde el inicio a comerse la velada a mordiscos. Las primeras tonadas: “Have a party with me” y “God bless you all” mostraron el espíritu festivo que tratan de transmitir nuestros protagonistas en directo, sumando en esta ocasión una calidad de sonido bastante pobre, sobre todo al inicio del show, donde proyectaban un magma pelín sucio y bastante desigual, dependiendo también donde se ubicaran los espectadores. La dichosa moda de tocar en línea (sin amplificadores propios arriba del escenario) nos hurta del sonido crujiente de las guitarras desaforadas y obliga a los más sibaritas, como este humilde escriba, a trasladarse a los laterales (donde se ubican las torres de sonido) para gozar de un mayor caudal rocanrolero. 

Como un dragón que vomita fuego fueron escupiendo tonadas como “Forward in reverse”, “You got a problem without knowing it” más la fabulosa “It`s a sin”. A estas alturas el público empezó a desatarse en pogos muy encendidos, mientras Cecilia Boström, una verdadera fiera escénica, montaba el numerito lanzándose en picado al respetable (para ser llevada en volandas) y posteriormente subirse a la barra a interpretar “Rolling” y “Odd ball”, al tiempo que Simon Dahlberg se marcaba en consabido solo de guitarra como prólogo al nudo gordiano de la función, donde sonaron canciones tan espectaculares como “No afterglow”, “Walk my way” o la emblemática “Gold”. 

Presididos por una rutilante escenografía, muy colorida, pusieron toda la carne en el asador, mostrando belicosas tonadas como “Class war” o “Same old story” y algunas otras rolas como “The Shame” o “Holiday”, que recordaban mucho a los primigenios AC/DC y al espíritu irredento de Joan Jett & The Blackhearts. Sin duda, un camino intenso para contentar a la bullanguera parroquia, una tropa con ganas de farra salvaje (donde entre empujones y baile alocado se iban ‘triturando’ unos a otros), en un aquelarre bestial (y sudoroso) de rock’n’roll a la vieja usanza, en la antigua Sala Macumba

En resumen, una auténtica ‘merienda de negros’ (permítasenos la expresión) ávida de carnaza como “Me, myself and I”, “Lost you in a second” y “Tonight” que completaba el fogoso trasiego, donde no hubo tregua ni se hicieron prisioneros. El feroz recorrido tuvo su cenit con las ardientes “Playing with fire”, “Hurray” y “Radio Rebelde”. Fueron la guinda dorada a un show ‘babuino’ de muchos kilates. Con una sonrisa de oreja a oreja salimos de la sala, recordando que en el exterior nos esperaba una fría llovizna para calmar los ánimos y sosegar el cuerpo ante tan sulfurosas emociones.

Luis Moro: "Me quería centrar en las pequeñas alegrías de la vida que hacen que nos sintamos bien"


Por: Kepa Arbizu.

Hay músicos que otorgan a su discografía el papel de una suerte de revelación respecto al momento emocional concreto que vive su autor. Tal es el caso de Luis Moro, quien en su nuevo disco, "Playa Marte", en compañía de su habitual La Tribeca`s Band, escenifica la llegada a un destino apacible conquistado tras un peregrinar existencial errático. Un sentimiento que, hasta cierto punto de manera paradójica, se anuncia con un trabajo que, manteniendo las trazas habituales entorno a su particular imaginario folk, se configura alrededor de un concepto más roquero, concediendo protagonismo a unas sombrías y crudas guitarras que destilan la profundidad de Mark Lanegan, Nick Cave o Giant Sand. Un repertorio intimista y emocional sobre el que departimos con su creador.

Teniendo en cuenta que tu anterior trabajo, “Norteamericana aquí”, se trataba de un disco hecho de temas ajenos, “Playa Marte” significa el encuentro con temas nuevos propios casi después de una década, ¿ese silencio responde a tu autoexigencia con aquello que compones o consecuencia de algún episodio de bloqueo creativo? 

Luis Moro: Lo segundo, sin duda. De hecho, el disco “Norteamericana aquí” fue consecuencia directa de ese bloqueo, concretamente para intentar alejarme de él. Todo lo que me salía a la hora de componer en aquellos momentos me sonaba igual: las mismas progresiones de acordes, silencios, cadencias, y una incapacidad para escapar de ese ambiente. Dedicar una temporada para castellanizar canciones de artistas que me encantan, viendo otras estructuras y formas de creación, me sirvió para mirar otros horizontes. Y poco a poco fueron saliendo nuevas canciones que ahora han quedado agrupadas en este “Playa Marte”.

Este nuevo disco destaca por su carácter eléctrico, alentando tu faceta más rock, ¿ese sentido musical ha sido invocado de forma preconcebida o ha venido inducido por la naturaleza de estas canciones?

Luis Moro: Sin duda las culpables han sido las canciones, y también por lo que sintió la banda -que me acompaña desde hace tiempo: La Tribeca`s Band- cuando recibió esas canciones y se puso a arreglarlas conmigo. Salió más eléctrico y dinámico. También, salir de ese bloqueo creativo, que fue algo positivo, y el estado vital en el que me encuentro y que trato de reflejar en estas canciones, que también lo es, me hizo sentir que quería que estos temas tiraran hacia arriba. 

Un elemento común al sentido musical de estas canciones es que su condición rítmica sufre un increscendo paulatino, ¿es de alguna manera la escenificación de ese concepto que esconde el álbum de llegar a una zona plácida tras vagar por zonas tormentosas? 

Luis Moro: Pues puede que instintivamente haya salido así, porque el disco no diría que es alegre, no lo es, desde luego, pero de lo que tampoco tengo ninguna duda es de que contiene un tono positivo. Se centra en aspectos agradables: vivir con poco, vivir el aquí y el ahora, valorar las buenas compañías, los días sencillos y pequeños en los que ocurren cosas… y quizá, al armar esos textos con música, nos dejamos ir, desde el misterio que me caracteriza, hacia la luz de estas ideas. 

"Todos mis trabajos son autobiográficos y éste lo es, significa el reflejo de esta época de mi vida"

¿Ha habido un especial énfasis a la hora de ser explícito en cuanto a esa idea que querías trasladar?

Luis Moro: Por supuesto. Me quería centrar en las pequeñas alegrías de la vida que hacen que nos sintamos bien. Cuando empezamos a valorar esas cosas pequeñas creo que es porque hemos sufrido por la desazón de aquellas grandes que hemos buscado y no alcanzado. O porque nos damos cuenta de que no eran para tanto o no eran lo que creíamos que eran. Y en este punto parece que ya no importen demasiado. 

Teniendo en cuenta que en estas letras tiene gran presencia la primera persona y las referencias a datos muy concretos y localizados, ¿se trata de un disco tan autobiográfico como puede parecer? 

 Luis Moro: Sí, casi todos mis trabajos son autobiográficos y éste lo es, significa el reflejo de esta época de mi vida. La pareja, la familia y los amigos referenciados, así como los misterios, miedos, soledades y alegrías… son las mías. Las que siento y tengo ahora. Incluso un par de temas: “Viven con poco” y “Dame golpe al bordón”, que hablan de personas ajenas a mí, están descritas desde mi visión de ellas desde el "yo" de ahora. 

En las diversas postales -a modo de canciones- de ese lugar más plácido encontrado se observa un recorrido común que se dirige hacia la periferia social, ¿es necesario por lo general alejarse del tumulto para llegar a esa Playa Marte? 

Luis Moro:  No sabría qué decirte. Playa Marte vendría a simbolizar el lugar en el que desarrollar todas estas ideas positivas a las que me refiero, y es cierto que son ideas íntimas y personales, nada sociales. El compromiso social es esencial en el arte y me parece importantísimo y admirable para generar impacto hacia la gente, pero no es un terreno en el que me haya prodigado como músico. Con ello no diría que estoy alejado o sea ajeno a tumultos como estos, pero no encuentro en la música el lugar en el que referirme a ellos. Y menos en este disco, con las ideas vitales que lo inspiran. 

"Los silencios pueden alcanzar una fuerza emocional muy poderosa"

 El sonido general del disco es muy orgánico y sobrio, incluso dando un papel importante a los espacios de silencio, ¿a veces la ausencia de elementos, el minimalismo, es capaz de generar mayor intensidad y emoción que lo contrario? 

Luis Moro: Me gusta mucho oírte decir esto, porque es verdad que me encantan los silencios y los espacios, siempre, no puedo escapar de ellos, pues para mí pueden alcanzar una fuerza emocional muy poderosa. Así como las dinámicas musicales que puedes conseguir utilizándolos. Además, me resulta una manera más intensa y clara de hacer llegar algunos mensajes. En este disco, la verdad, nos explayamos especialmente en ese aspecto.  En cuanto a este tipo de contextos y espacios aprendí muchísimo de Ani Difranco. 

Has comentado que las canciones de este disco más que ser el resultado del local de ensayo han germinado en el propio estudio de grabación, ¿cómo fue ese proceso? 

Luis Moro:  Sí, la idea surgió de forma premeditada. Consistió en abordar esta grabación de un modo diferente. Las canciones se las pasé a la banda y a los colaboradores con algo de tiempo para que las miraran y practicaran, pero con la idea de no ensayarlas nunca todos, o algunos, juntos antes de la grabación. Allí, en el estudio, aparecimos con lo que tuvimos y lo armarnos y construimos como fue surgiendo allí. Incluso la canción “Playa Marte” surgió por entero en el estudio, pues la primera versión de la canción, que era una cumbia, se nos encasquilló. Al final salimos todos contentos… pero, bueno, también pudo salir mal. 

¿Habitualmente eres de esos músicos que por lo general te gusta llevar muy atadas las canciones a la hora de ponerlas en común con la banda o prefieres ser sorprendido por el modo en que tus compañeros pueden dirigirlas a lugares inesperados para ti? 

Luis Moro: Creo que en el proceso que he asumido en este disco se aprecia una mezcla de estos dos tipos de músicos. Tengo las canciones muy claras y más o menos cerradas en un principio. Con más claridad acerca de lo que no quiero que de lo que quiero. Pero siempre estoy abierto al cambio, a la magia de lo que surja. Y en este trabajo, se cambió mucho, por todos, no solo a nivel compositivo, sino a nivel de producción, la cual fue llevada a cabo por Jose García. Y fue un acierto gracias a ellos. 

"La figura de una mujer es esencial en este disco"

Las características musicales del disco propician muchos momentos atmosféricos, especialmente alcanzados con los dos temas de mayor duración, “Luna arriba aquí ahora” y “Alegrías”, donde se despliegan desarrollos más imbricados, ¿esas canciones son el fruto de la improvisación o partían de esa idea original? 

Luis Moro: Buena pregunta... Tenía claro que esos momentos iban a ser solo musicales, largos y muy atmosféricos. Tenía una idea general de hacia dónde quería ir. Y así se lo transmití a los músicos. En la primera canción, como si fuese estar en la luna, y en el segunda como el regodearse al sentir plácidamente las alegrías de la vida. Pero el resultado final fue fruto de muchísima improvisación, de lo que allí surgió. 

Teniendo en cuenta la importancia que tiene la figura de una mujer, como desencadenante hacia ese aspecto emocional más apaciguado, los coros femeninos que aparecen en diferentes momentos cobran mayor relevancia, ¿se trataba con su presencia precisamente de "dar voz" a esa figura femenina? 

Luis Moro: La figura de una mujer es esencial en este disco, y como disco autobiográfico, parece estar todo claro: ahora, en mi vida, hay una mujer protagonista en esta “Playa Marte”. Hasta aparece en la portada en una barca saliendo libre de esa “playa/planeta” de la que entra y sale a sus anchas, como no puede ser de otra forma. Sobre eso trata “Aquella boda aquel aeropuerto”. Los coros femeninos son de la maravillosa Lucía Rolle, amiga y diseñadora de la portada del disco, pero no fue elegida por esa idea sobre la figura de la mujer, sino por que su voz me encanta y, junto a la de Keenan Elman, ensalzaron momentos que yo no podía hacer con mi voz y estilo poco melódicos. 

La pareja, pero también la familia, aparecen como lazos necesarios sobre los que sostenerse, ¿siguen siendo esos vínculos más cercanos los lugares óptimos sobre los que avanzar en busca de esa felicidad?

Luis Moro: No tengo ninguna duda. Siempre que sean buenos vínculos, claro. Pero si lo son, y aunque suene ñoño, no tengo duda de que son los óptimos. 

La necesidad de focalizar la atención en el presente, en el ahora, es otro elemento muy importante en este disco, como cantas en algún momento, ¿haber tragado mucha mierda y las heridas cosechadas durante la vida es una mochila que muchas veces nos impide disfrutar del momento actual? 

Luis Moro: Llevo hablando mucho tiempo sobre el aquí y el ahora, y sobre tratar de insertarlo en nuestra vida, con un magnífico amigo músico de Jerez llamado Jose Manuel Peña. Y a raíz de descubrir, gracias a él, a un orador llamado Emilio Carrillo. Resulta imposible integrarlo al cien por cien en nuestra vida, porque hay preocupaciones, y proyectos y gente a la queremos que también tiene preocupaciones y proyectos, pero sí creo que podemos sentir mucha más calma y tranquilidad vital si podemos vivir lo máximo que podamos en ese aquí y ahora. 

La música, pero también el cine, es mencionado en diversos momentos como uno de esos pequeños, pero esenciales, placeres, ¿el arte te aporta ese espacio de calma y satisfacción? 

Luis Moro: Sí. Por supuesto. Además de melómano, soy cinéfilo - aunque lo fui más que ahora-. Algunos compañeros me han dicho que mis canciones les resultan muy cinematográficas; por la música, pero también por las letras, como si describiesen sensaciones que nos producen planos o escenas. La canción “Verdeazul”, por ejemplo, está inspirada en "Paris, Texas". En esas noches solitarias verdeazules.

Recientemente celebraste los veinte años de tu primer disco en solitario, tomando como punto de partida la idea que desarrolla este disco, ¿ha cambiado también tu concepción del negocio musical, de tus aspiraciones dentro de él? 

Luis Moro:  Bueno, he vivido estas cuestiones como una auténtica montaña rusa a lo largo de estos veinte años. Quise vivir de la música, envié discos y canciones a discográficas y managers, me presenté a concursos. Cuando una discográfica me sacó un disco me emocioné pero no pasó nada y me frustré. Y lo dejé una temporada. Volví. Sentí envidias por los éxitos ajenos. También alegrías. Las fuerzas se redujeron, y sentí que a lo mejor eso de ser músico, que es nuclear en mi vida, también es duro e insatisfactorio. Quizá hice cosas mal. No supe relacionarme más y mejor. No sé. Pero aquí estoy, siguiendo sacando discos y componiendo canciones. Tomándomelo en serio. Me gustaría llegar a un poco más de gente. Pero ya no duele… y lo que está, pues bien está.