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Pablo Und Destruktion: “Te quiere todo el mundo”


Por: Javier González. 

Hablar de Pablo Und Destruktion es hacerlo de un cantautor electrificado de largo recorrido cuya trayectoria viene jalonada por varios discos notables en los que ha mostrado independencia y sobrada personalidad. En los mismos siempre ha hecho gala de un particular uso de la prosa con la clara intención de sonar claro, vehemente y visceral, alejado de modas y pleitesías, elementos que le han convertido en el mejor de los francotiradores musicales con los que contamos en nuestras filas actualmente. 

Estas características se ven amplificadas ahora con la publicación de “Te quiere todo el mundo”, un cancionero donde lejos de autocensurarse propone doce temas que son arte que conmueve, remueve e invita a pensar. A través de las mismas pone en el centro de la diana muchos males comunes de esta vida disipada y carente de interés inherente al cochambroso siglo XXI que nos toca vivir, plagado de postureo y amor burgués; repleto de moralistas, doctrinarios y biempensantes varios al interesado servicio de poderosas y oscuras fuerzas. Contra ellas, Pablo canta con orgullo a las cosas aparentemente sencillas, no sin ciertas dosis de cinismo y sorna, todo sea dicho. Elementos a los que alude casi desde la misma portada donde un lobo es atacado por un rebaño de corderos, clara alegoría a todas aquellas personas que eludiendo discursos precocinados, pensados para ser repetidos como mantras, osan hablar por sí mismos, eligiendo la tercera vía como modus operandi, a pesar del consabido escarnio público con el que serán recibidas sus opiniones.

Todo ello presentado entre sonoridades propias del rock de autor y ramalazos folks traídos hasta nuestros días que por momentos retrotraen por igual a Javier Corcobado, David Bowie, Nick Cave and the Bad Seeds y a la primer época de Roxy Music, antes de que Brian Eno abandonara la nave; o a paisanos tan loables como Nacho Vegas y Víctor Manuel, pero encerrando la capacidad de emocionar y tocar la fibra sensible que siempre mostró la magia del inmenso Paco Ibáñez en “La poesía es un arma carga de futuro”, original de Gabriel Celaya, o “La mala reputación” de George Brassens, por citar solo un par de ejemplos a los que se acerca con total acierto y personalidad el espíritu punk con sello propio de Pablo

Interpela desde la primera frase de “Un propósito decente” al oyente, cantando en primera persona al amor mientras observa el mundo arder, enfrentando a un Occidente decadente contra el valor de los sentimientos puros, continuando con la crepuscular y ácida “Soy una persona tóxica”, azotando a la sociedad y fantaseando con apretar el botón del pánico; “Artistas contra la cultura” escocerá a unos cuantos compañeros de profesión, básicamente a todos aquellos que se vendieron a los peores postores posibles a cambio de buenos sueldos, renunciando a la independencia que debería ser obligatoria a cualquier proceso artístico, la maravillosa “La higuera de las vanidades”, un medio tiempo pleno de intensidad en el que se aboga por vivir el amor plenamente desde su refugio en una pequeña aldeíta, y su diatriba acerca de la pureza de las relaciones y el corazón que tan bien cose en la maravillosa “La reacción sexual”, con palito incluido al aburguesamiento marital, cerrando la primera parte con una abrasiva “Dementocracia”, cuyo certero título no hace falta tan siquiera comentar. 

Los aires calmados de “Violácea” rompen el silencio antes de llevarnos por un oscuro y sinuoso sendero cargado de minimalismo y aspereza, mientras resuenan unos acertadles arreglos de viento y Pablo nos mira con fuego en los ojos en un auténtico temazo, perfecto anticipo para “Sé lo que eres camarada”, composición con hechuras de himno para una república de trabajadores ajena a las clases; resuena majestuosa, patriótica y punzante, popular y orgullosa, sin enarbolar banderas ni atar a la muñeca pulseras con logos de partidos repletos de parásitos, ajena a absurdas militancias, donde la mera referencia a sus estrellas y nuestra fe marcan el camino a seguir. Descarga medianamente el ambiente los aires livianos de “Mujer” y “La tormenta”, un vals burlón y sentido con referencias a Gardel que nos encamina al final representado por la acústica “Esa foto” y la reivindicación personal de “El que vive a su manera”, tras cuyo final esbozamos una sonrisa en el rostro mientras procedemos a volver a perdernos por los recodos de estas canciones repletas de individualismo que sin embargo buscan reconfortar para bien de una comunidad cuya deriva actual duele a nuestro protagonista, no cabe duda. 

Pensando y repensando a la hora de buscar un broche a esta reseña, me vino a la cabeza el genio de Oscar Wilde en “El alma del hombre bajo el socialismo”, donde comentaba que “una obra de arte es el resultado único de un temperamento único”, frase que resulta muy adecuada cuando uno piensa en este “Te quiere todo el mundo”, puesto que no resulta complicado imaginar a Pablo Und Destruktion leyendo el periódico con la ceja levantada en modo escéptico, mientras busca fórmulas para no ser devorado por el rebaño, resistiendo el envite de un mundo decadente desde una aldea asturiana, alejado del mundanal ruido, a modo de terreno aún no conquistado por el enemigo, huyendo de dogmas y frases vacías de contenido, sin duda un lugar utópico donde esperemos que permanezca muchos años escribiendo canciones tan rotundas como verdaderas e incómodas para aquellos que en su disidencia vemos afán libertario y sana camaradería.

Si a usted, querido oyente, le gustan estas canciones, le damos nuestra enhorabuena. Ha llegado a la tercera vía, a partir de este momento su vida se complicará y será acusado de cosas grotescas por la policía de lo correcto. A cambio podrá disfrutar de la libertad de un paraje en el que el pensamiento no delinque y la razón sigue siendo digna de admiración. Y donde cierto tipo de fe quizás no mueva montañas, pero ayuda a mantener la esperanza en un futuro más halagüeño, independiente y libre. Frente al yugo de los poderosos, el firme alegato de un destructor.