Elliott Murphy: Poesía desnuda y días lluviosos


Sala Galileo, Madrid. Jueves, 27 de Marzo del 2025. 

Texto y fotografías: Fran Llorente. 

Con hechuras de rockero ‘maldito’, Elliott Murphy certificó con creces las virtudes que le han convertido en un 'outsider' del rock'n'roll más comercial; en un compositor bohemio alejado de la vorágine autodestructiva de una industria musical en franco retroceso. Con más de cuarenta discos a sus curtidas espaldas, en esta ocasión venía a presentar su último trabajo, “Infinity”(2025), una colección de gemas muy personales fruto de sus prolíficos viajes por el viejo continente, siempre guitarra en ristre y actuando en garitos de mediano aforo, donde su lírica despojada cobra una inusitada fuerza.

En formato cuarteto, muy bien arropado por dos excelentes instrumentistas, Oliver Durand (guitarra acústica) y Melissa Cox (al violín), más Alan Fatras a bordo de una batería minimalista, este agudo rapsoda firmó un recital pleno de emoción y veracidad, cuadrando una faena redonda. El artista neoyorkino regaló al respetable sus perlas del desamparo como quien esparce lágrimas en un terreno abonado al tiempo plomizo. Llovió sobre mojado este mes de marzo, aunque afortunadamente ya estamos en abril.

El recorrido fue largo e intenso, dos horas de intimismo súbito en el cual, el trovador de la lírica perdida se despachó a gusto presentando algunas canciones de su nuevo trabajo "Infinity". Con “Change will come” y “Granny takes a trip” arrancó una función sinuosa que regaló grandes momentos. Al más puro estilo Tom Petty, fue desgranando un ramillete de composiciones insuperables: “Not enough time”, “Green River” y “Makin’ it real” siguieron por una senda de terciopelo y miel, y a lo largo de la noche se tocaron todos los palos, desde el Lou Reed del lado oscuro, al Dylan más huraño, pero sin ese timbre nasal tan marcado que el bardo de Minessotta muestra en sus recitales. Elliot Murphy, como taimado tahúr, jugó bien sus cartas, con algún as escondido en la manga, que se reservó para el tramo final.

Sus principales bazas, canciones como puñales donde la soledad y la carretera adquieren una importancia primordial. “Land of nod”, “Deco dande”, “Sonny” y “Fix me a coffe” pusieron el contrapunto intimista en el ecuador del show, mientras “Sunlight keeps falling” y “Something consecuencial” (ambas de su anterior plástico “Wonder” de 2022) pusieron luz a un recorrido de claroscuros y tonadas al borde del abismo. “Baby boomers lament”, supuso un sorbo de aire fresco, con expresa declaración en favor de la generación nacida entre 1950 y 1980, y de las libertades que se conquistaron durante este periodo. Así hasta llegar al nudo gordiano de “Alone in my chair” con guiños al blues primigenio: “Baby please don’t go” y especialmente una estremecedora “On Elvis Presley Birthday” donde el rapsoda puso toda la carne en el asador.

Durante la velada, una suave pátina a lo Leonard Cohen perfumó el ambiente. Luego, “Come on Lou Ann”, ya en los bises, emocionó con esa mandolina artesana enarbolada por Oliver Durant, con certeras resonancias de REM. “The last of rock stars” y “Night surfing” pusieron el broche de oro a una velada donde el artista mostró su predilección por las causas perdidas. Apartado de la gloria mundana por diversos factores, ajenos a su voluntad, este poeta 'maldito' y creador totémico, acotó una vez más el hondo latido de un intérprete acostumbrado siempre a triunfar en las distancias cortas.