Sala La Riviera, Madrid. Viernes, 28 de marzo del 2025.
Texto y fotografías: Guillermo García Domingo.
La escena musical de nuestro país se estaba desperezando en los primeros meses del año,
algo somnolienta todavía, cuando aparecieron ellas y su disco, “No lo volveré a hacer”. Se
presentaron las alumnas insolentes, disruptivas, que son la pesadilla de los profesores. Y se
terminó la tranquilidad. De modo que el concierto del viernes estaba señalado en el
calendario.
Su energía hiperactiva les precipitó hacia el escenario sin dilación alguna. Por esta
razón, y porque los oficios religiosos siempre comienzan puntualmente, salieron a escena
las monjas rojas y extraviadas de la portada de su disco para interpretar la canción trampa
“Un secreto”, caramelo envenenado, que se saborea y deshace demasiado pronto. Entre el
primer tema y el segundo se despojaron de sus provocadores hábitos, mostrando que la
única mística que profesan Maite, Raquel, Charlotte y Elena, es la del punk rock. A poca
distancia de ellas sentí un escalofrío, tal era la de la determinación con la que abordaron las
primeras canciones: agarradas a sus instrumentos como si les fuera la vida en ello, pisando
fuerte el escenario, cada una de sus largas piernas parecía que pesaba una tonelada, y el
rostro de Maite Gallardo, contraído por la furia, mientras espetaban sus diatribas. No hay
mejor manera de poner los cimientos de un concierto sobresaliente. Los nervios
paralizantes huyeron despavoridos ante semejante despliegue de concentración de fuerzas.
Si girabas la cabeza hacia el lado opuesto al escenario, lo que uno observaba era
igualmente sobrecogedor: un ejército de jóvenes “vulpes”, rojas de rabia, devolviendo lo
recibido y subiendo la apuesta con aullidos heladores. Todas ellas matriculadas y graduadas
en su “Curso avanzado de zorra”, que incluyeron en los bises. Las seguidoras, y algunos
seguidores, de shego han interiorizado, aunque ellas seguramente no habían nacido en
aquel período emancipador, el mensaje imperioso de Kathleen Hanna y las Bikini Kill: “¡Las
chicas delante!”, con el fin de que las asistentes de los conciertos se adelantaran y así
evitaran los pogos masculinos embrutecidos. Las shego no son sus héroes, sino sus
“sheroes”, en palabras de la artista y periodista, Viviane Goldman, porque han sabido
canalizar la expresión del poder y el deseo femeninos. shego pone en su sitio a los chicos
en las letras de sus canciones, todavía hay demasiados personajes similares al protagonista
de la canción de despedida, “Vicente Amor”, y en los conciertos ocurre lo mismo. No era el
primer concierto al que asistían, acuden a la fiesta performativa de las shego, en la que la
libertad que proclaman se hace realidad durante noventa minutos, ¡y qué pocos parecen!
La retroalimentación entre esta banda y su público va a ser muy provechosa para
ambos lados. Además es que se las saben “todas”. El grupo recreó casi al completo los dos
discos que hasta el momento han editado las madrileñas y varios sencillos publicados
desde el año 2020. El veloz ascenso de shego se ha producido peldaño a peldaño. Canción
a canción, han reunido un repertorio de casi treinta composiciones raramente perfectas y de
estilos diversos. Una de las virtudes de The Clash era la amalgama de géneros que
adoptaron. Las shego les siguen a la zaga, tan pronto ejecutaron con brillantez las maneras
del rock a través de “Backstage”, “Peggy Lee” “oh, boi”, el power pop de “LUCKY” o “Que
muera el amor”, el blues de “qué voy a hacer”, como el punk desbocado que despunta en
“Mantra”.
Creen ciegamente en sus canciones, no se distraen en desviaciones virtuosas e
instrumentales, ni las prolongan innecesariamente, practican la doctrina de los Ramones y
otros grupos seminales. Al contrario que los de Queens y tantos otros grupos tan geniales
como disfuncionales, las shego han sabido organizarse. Elena es un elemento fundamental,
apoyada en Charlotte y su fiable bajo, Raquel y Maite cada vez se afianzan más en sus
guitarras, dejando que sus capacidades vocales, fuera de lo común, se muevan a sus
anchas y se despeinen si quieren. Las atinadas luces, y la pantalla principal, subrayaron la
propuesta musical del espectáculo.
Otro aspecto que la noche del viernes quedó despejado fue la defensa gremial que
la banda hace de la música. Más allá de la manifiesta complicidad que hay entre ellas, las
shego están orgullosas de su gremio, no solamente de los grupos coetáneos. Uno de los
mejores momentos de la velada en La Riviera fue la “aparición”, nunca mejor dicho, de
Ariadna Paniagua, vocalista de los Punsetes, como una virgen terrorífica, hierática como
acostumbra a hacer, al tiempo que declamaba los mensajes apocalípticos de “¡Viva!”. Sus
oraciones blasfemas fueron coreadas por todos los fieles que estábamos allí.
Las demás invitadas coincidieron en el escenario en las canciones más salvajes de
la lista, donde las shego hacen gala de esa arrogancia que, según Jorge Martínez de
Ilegales, es imprescindible acreditar si estás decidido a entregar tu vida al rocanrol. Los
temas elegidos fueron la falsa balada de “(es posible)”, que tiene dentro una bomba de
relojería que explota en la parte final, y la canción a quemarropa “Te mataré”, que tocaron
junto a sus comadres de Aiko el grupo, banda realmente peligrosa, y plena de talento como
shego. Y es que estas últimas son imparables cuando dejan salir a los caballos (y las
yeguas) enloquecidos, los “horses” que Patti Smith cabalgó hace justo 50 años, abriendo el
camino a todas las jóvenes que han venido después y se han guiado por la polvareda que
aquellos “caballos” levantaron.
Después de lo que experimentamos los que llenamos la Riviera la noche del viernes,
¿a quién le importaba el eclipse parcial del sol del sábado? Después de tantos avisos, el río
Manzanares, situado a pocos metros de la sala, no se salió de su cauce. El peligro era
shego, ¿cómo no lo vimos venir? Se desbordó la Riviera, “because the night belongs to”
shego. La noche les pertenece a ellas.