Nuevos y infalibles brebajes de amor. “LBQ”, de La Bien Querida.


Por: Guillermo García Domingo. 

Si el disco de La Bien Querida, publicado el pasado viernes por el sello Sonido Muchacho, fuera una habitación, sería una estancia escandinava en la que la protagonista absoluta es su única habitante. Su voz goza de una total libertad de movimientos. Para conseguirlo, la cantante y David Rodríguez, su productor, han apartado todos los muebles y otros enseres: los instrumentos interfieren lo menos posible, y su funcionalidad, como los muebles de la Bauhaus, está al servicio de la tersa voz de la vizcaína y lo que ésta enuncia. La discreción de los arreglos no significa que sean anodinos ni que pasen desapercibidos, están dónde tienen que estar, y además propician que las canciones sean un lugar extremadamente cálido y acogedor, en definitiva. 

La analogía de la “brujería” resultará obvia para aquellos que, como es mi caso, no pudieron resistirse a los sortilegios de “Brujería” (2019). La Bien Querida elabora como nadie poderosos y efectivos brebajes de amor. El eros (y el tánatos) del inconsciente femenino encuentran el modo de salir a la luz a través de sus textos falsamente sencillos. El anverso y, en algunas ocasiones, el reverso del querer han obsesionado a esta cupletista contemporánea (su nombre artístico no es casualidad), que canta sus propias composiciones. Ya viene siendo hora de escuchar lo que La Bien Querida tiene a bien decirnos, después de tantos años en los que los hombres han acaparado y protagonizado las conversaciones, los discursos y las canciones. Desde el inicio de la literatura universal ha habido inolvidables personajes femeninos poseídos por el amor, creados por hombres: la terrible Medea, la misteriosa Diotima del Banquete de Platón que enseñó a Sócrates todo lo que sabía acerca de este tema universal, las desgraciadas Julieta y Anna Karénina, son personajes imaginados por escritores. 

Las brujas son admirables porque van a lo suyo, tienen sus propios planes, no están dispuestas a cambiar su rumbo con tal de contentar a los demás, y permanecen ajenas al juicio escrutador de la turba mediocre que las persigue y las atribuye propósitos perversos, incapaces de admitir que una mujer tome sus propias decisiones. La trayectoria de la cantante afincada en Madrid no ha sido nunca previsible. 

La visceralidad de “Brujería” y sobre todo de “Paprika” (2022) no es tan acusada en esta nueva colección de canciones. Tal y como sostiene en “Ni bien, ni mal”, en el primer corte, la cantante ha encontrado la “estrecha senda” del equilibrio emocional, “cansada de vivir entre el cielo y el infierno, camino buscando el sol de invierno”. Decidida a disfrutar de “las cosas más sencillas… la vida de verdad”, insiste en “Como un perro”, una canción irresistible, que dispone de una cadencia perfecta y sincopada, que brilla gracias a las notas altas e insistentes de una guitarra secundaria. Quizá aluda a la vida simple, inocente y sin prejuicios de nuestros compañeros perrunos, la que ansiaban emular los filósofos cínicos. LBQ quiere dar cuenta de su estado de ánimo actual a sus seguidores. Los teclados reconocibles de los éxitos de la pistas de baile de los años 80 se hacen notar en esta primera canción y en la segunda, “Podría haber sido” en la que se transforma en la Madonna del “dancefloor”, para revelar que todo lo que no somos nos convierte a la postre en aquello que a día de hoy nos hemos convertido. La siguiente canción es extraordinaria. Con el título “Bar Dixie”, es una interminable letanía sostenida por una batería y un teclado prestados por The Police, ¿no van a ser Los Planetas los únicos que tengan “Un buen día”? 

Después de este ciclo de tres canciones, Ana Fernández-Villaverde vuelve a tropezar en la misma piedra de siempre. Lejos de ser censurable, es el motivo por el que es una artista tan irresistible. El coraje y la obstinación con el que se adentra en el territorio lleno de minas del amor. El minimalismo instrumental de “Como te amo yo” es idóneo para la maravillosa impudicia romántica de esta canción. Los arreglos son mínimos también en “Un milagro”, que requiere justamente esa clase de acordes que no se entrometen en el bello y tranquilo romance que LBQ interpreta. Es lo contrario de lo que ocurre en “Noche de bodas”, porque la cantante no puede resistirse a la tentación del arrebato febril y amoroso, expresado mediante la salsa electrónica que recuerda a su anterior proyecto, “Paprika”. En el vídeo asociado, Ana nos ofrece la pose de las inolvidables mujeres que hacen suyos los boleros. La nostalgia por el amor que una pensaba que ya estaba olvidado, y que asalta a traición en una playa de Mundaka, es el tema de la balada del mismo nombre que el hermoso pueblo costero vizcaíno. 

Que este trabajo no sea tan visceral no quiere decir que LBQ no sepa tirar a matar llegada la ocasión. Para comprobarlo es suficiente con escuchar “SOS” y su sutil crueldad dedicada a aquel lejano amante que no supo apreciarla como merecía: “Cuando estés solo y estés viejo, / cuando te cuelguen los pellejos. / Cuando tu enemigo sea el espejo, / te torturará que esté tan lejos”. El minimalismo deja paso a la épica musical, en “Naufragio”, una elegante sorpresa con forma epistolar. Una carta íntima y postrera, antes del naufragio sin remisión, que, al menos a mí, me ha hecho recordar la tragedia polar de Scott y sus compañeros en la Antártida, y su emocionante carta de despedida, asediado/a de muerte por el hambre y el frío. La brillante instrumentación de esta canción recuerda a la grandiosidad de los paisajes marinos, gélidos e inhóspitos. La última canción está dedicada al amor maternofilial. Estrella, la hija de la cantante, es la destinataria de este tema que, según avanza, va reclutando instrumentos y sonidos. 

La Bien Querida es nuestra “bruja” musical preferida. Después de escuchar y disfrutar del disco, analizado más arriba, nadie puede dudar de que continuará siendo así. El poder hechizante de Ana Fernández-Villaverde sigue intacto. Es un proyecto que no suena “ni bien ni mal” sino mucho mejor.