Por: Álex Fraile.
¿Quién es Bob Dylan? Semejante pregunta puede que nunca tenga respuesta. Ni antes ni después de ver la estupenda última película de James Mangold: "A Complete Unknown". Pensándolo bien la respuesta está en el propio título de esta cinta que intenta diseccionar una parte importante de la vida del genio de Duluth. La que transcurre desde su llegada a Nueva York en 1961 hasta su famosa y controvertida actuación en el Newport Folk Festival de 1965. Entre medias la historia es de sobra conocida: el encuentro con su ídolo Woody Guthrie, el meteórico ascenso a la fama, convertido en icono de lo que algunos se empeñaban en denominar corriente folk; su vida amorosa; o su constante lucha en busca de su ansiada libertad.
Volviendo al principio, Dylan nunca dejará de ser un personaje insondable. Ahí, justamente ahí, radica su misterio. En el fondo, no importa quién sea en realidad. Lo que verdaderamente importa es lo que provoca y despierta en cada uno de nosotros. "A Complete Unknown" logra emocionar e invita al espectador a indagar en su propia versión de Dylan. Mucho se habla de las distintas e infinitas caras del bardo americano: el poeta; el nuevo profeta; el genio esquivo y equivocado; el de la gorra de pana negra; el de las gafas Wayfarer; el que conduce una Triumph; el que enamora y se enamora, aunque no lo sepa; el que admira e imita a Rimbaud; el que canta con pasión y desidia; el que escribe; el que se electrifica …. Todos y muchos más tienen cabida durante los 141 min de película. Todas y cada de estas caras emergen en la pantalla interpretadas por un colosal Timothée Chalamet. Pero en el fondo poco importa. Lo relevante es la conexión que el propio Dylan – o en su defecto la que su alter ego Chalamet – provocan en el espectador.
Por supuesto que más de uno encontrará incongruencias con la realidad, desfases cronológicos, licencias poéticas, personajes olvidados. Claro que sí, pero que más da. No se trata de una película biográfica al uso por lo que todas estas ausencias o errores, si se pueden llamar así, son intencionados y están plenamente justificados. No se podría hablar de Dylan sin jugar con la realidad. Da igual que él mismo haya autorizado el biopic o que supervisase incluso algunos diálogos. ¿Es sinónimo de certeza? Para nada, más siendo conscientes de su predilección por fantasear sobre su propio pasado, y por reinventarse continuamente.
Uno de los aciertos de esta película es el centrarse en acontecimientos precisos de su obra. Su irrupción en la escena musical del Greenwich Village de Nueva York; el ascenso al Olimpo del folk o su salto al vacío, guitarra eléctrica en mano. Un enfoque acertado ya que sirve para evitar falsas expectativas. Ya lo dijo el propio Antoine de Saint-Exupéry: “Un solo acontecimiento no puede despertar en nosotros a un extraño totalmente desconocido”. El propio músico americano llegó a decir en un concierto que iba disfrazado, que simplemente llevaba puesta la máscara de Bob Dylan. Incluso en alguna entrevista señaló: “Solo soy Bob Dylan cuando me toca serlo”. ¿Y el resto del tiempo? “Yo mismo”.
Sin duda otro acierto de la cinta – y leyendo alguna entrevista a su director uno se da cuenta de que ese era precisamente el objetivo – es huir de la mera biografía. Para eso nada mejor que ver al propio Dylan en acción en el documental de D.A Pennebaker: "Don’t Look Back" o, por supuesto, en esa joya de Martin Scorsese llamada "No Direction Home". Otros como los hermanos Coen se acercaron a Dylan desde la ficción, inventando un personaje que nos recordaba a él sin serlo e incluso Tood Haynes en "I’m Not There" acudió a varios interpretes para dar forma a Dylan y recrear varios capítulos de su vida. En esta ocasión Mangold apuesta por el conjunto, logrando una pieza coral. “Sin duda estoy siguiendo a Bob, pero estoy mucho más interesado en la estela que esta persona ha dejado en los demás”, comentó antes del estreno. A buena fe que logra su objetivo. Personajes como el de Pete Seeger – interpretado por un gigante llamado Edward Norton –; Joan Baez – a la que da forma una magnética Mónica Bárbaro –; o Suze Rotolo – aquí renombrada como Sylvie Russo y encarnada por la genial Elle Fanning – y muchos otros desfilan por la pantalla y por la vida del propio Dylan dejando huella. Sobre gustos los colores, pero resulta imposible no prendarse por el personaje de Boyd Holbrook o lo que es lo mismo por Johnny Cash. Un Cash con el que Dylan llegó a tener una relación epistolar y de amistad. “Haz ruido B.D. Ensucia la alfombra”.
Dylan ensució la alfombra, arrasó con todo, se electrificó, salió como cabeza de cartel al escenario del festival de Newport de 1965 y cambió las reglas del juego para disgustos de muchos. Cierto que él mismo nunca se vio como un simple cantante de folk, pero algunos le acusaron de matar al movimiento. Meses antes de esa famosa actuación llegó a presagiar lo que pasaría. “El folk se destruyó a sí mismo. Nadie lo hizo por él. La música folk sigue aquí. No es que esté desapareciendo. Solo es la mierda melosa, tío, la que está siendo sustituida por algo que la gente sabe que está pasando...”. A raíz de los hechos pocos lo vieron venir, aunque no le importase los abucheos. “No pueden dañarme con un abucheo”. Lo que sí que le molestó fue que estropearan el sonido ya que no les gustaba lo que iba a tocar.
Aquellos que organizaron este icónico festival y muchos fans no pudieron con Dylan. Nadie puede con un personaje irreductible, ajeno a convencionalismo y que sigue empeñado en reinventarse. Lo mágico es que Dylan sigue más vivo que nunca en nuestro imaginario. "A Complete Unknown" a ciencia cierta que no desvelará todos los misterios que existen alrededor de un personaje indescifrable. Tampoco lo pretende. Simplemente invita a viajar un rato con él. Desde luego que lo consigue. Logra que siga vivo en la memoria colectiva y de paso emociona, al igual que emocionó a su único ídolo: Woody Guthrie. Basta con escuchar como Dylan – o lo que es lo mismo, Chalamet – le rinde tributo para estremecerse y no querer apartar la imagen de la pantalla. "A Complete Unknown" ayuda a entender un poco mejor a un personaje elusivo, en constante movimiento y que se resiste a ser encapsulado. Mejor asumir la derrota, pero mientras tanto la película nos hipnotiza casi con la misma fuerza y brillantez que la música del propio Dylan. Y eso, no es un logro menor.