Jack Dante & The Orbisongs: “Romance!”


Por: Kepa Arbizu. 

En un panorama musical como el actual, asediado por una especie invasora que responde al nombre de bandas tributo, conviene realizar la advertencia de que Jack Dante & The Orbisongs, pese al equívoco que pueda sugerir su nombre, no se trata de ninguna formación que homenajea el repertorio firmado por el autor de “Oh, Pretty Woman”, siendo su único papel el -por otra parte no menos esencial- de convertirse en una de las sustanciales influencias que maneja el grupo. Tras este juego de palabras quienes sí se encuentran es una formación, encabezada por Daniel Antebi, procedente de los extintos pero también recomendables The Surfin Burritos, que toma el relevo, pero no de forma artrítica a la hora de ser desplegado, de unos sonidos que se inscriben en la tradición fundada en décadas ya muy lejanas pero que, por lo demostrado a lo largo de este sobresaliente trabajo de debut, está sobradamente capacitada, cuando brota en mentes dotadas de talento, para ser convertida en una excelente y emocionante forma de expresión fechada en el más absoluto de los presentes.

Demasiado acostumbrados a juzgar y segregar a esas bandas que hacen de la diversión y del gusto diletante su principal leitmotiv, bajo ningún concepto eso debería significar un debe en la altura artística de una propuesta. A pesar de que este proyecto, otro de tantos brotado del tiempo pandémico, no se encuentra enraizado firmemente en los infinitos esquejes de los que se compone el ecosistema musical actual, dado que salvo su principal mentor la mayoría de sus miembros participan de él de manera tangencial o han sido “revividos” para la causa, hay en su procedencia una naturaleza esencial: plasmar su amor por esas músicas de antaño de manera estilosa y elegante. Una aspiración que, sumada a su absoluto dominio de ese paisaje y un ducho manejo de sus artes, se fragua con absoluto éxito.

Al margen de que el sonido desplegado por este trabajo observa de cerca al rock and roll originario de sus años gloriosos, hay también en su clima emocional una vinculación con aquella época, donde el fragor juvenil aparecía irremediablemente agitado por las múltiples consecuencias generadas por la presencia del hecho romántico, una sensación que aunque enunciada en aquel entonces por valerosos espíritus lozanos es extrapolable a la misma idiosincrasia del ser humano, sea cual sea su fecha de origen. Tomando como carta de presentación la propia portada -donde se recoge una fotografía de los progenitores del compositor durante su luna de miel en 1960- y el explícito título del disco, sus diferentes surcos están repletos de ese diverso e infinito paisaje que solo es capaz de dejar a su paso el florecimiento del amor. 

Asumiendo una puesta en escena sobria y orgánica enunciada por el tono de voz profundo pero sensible de su cantante y bajista, heredero directo de esos míticos intérpretes como, por supuesto, Roy Orbison, Chris Isaak o el mismísimo Elvis Presley, que hicieron del suspiro amoroso su principal naturaleza, este repertorio comienza con un inaugural tema homónimo que sitúa, en forma y fondo, la condición predominante del álbum. Una canción de dulce melancolía, en la que también deja su rastro la delicadeza vertida por los ojos azules de Ricky Nelson, que nos prepara para un itinerario donde se intercalarán postales de sol y tormenta. Episodios nublados donde el registro del autor de “Wicked Game” toma una posición protagonista cediendo su absoluta elegancia a “When I Cry” o una “Hold Her Back Again” que tiene en el dibujo entonado por su guitarra su principal locución dolorosa con la que construir una magistral resultado que haría brotar el gesto orgulloso de aquel mítico músico de gesto hierático y gafas negras, unas bajo las que anidaron más lágrimas que sonrisas. Las mismas que se derraman en “Those Summer Days “, y es que si los Stray Cats tenían en su “Lonely Summer Nights” su anhelo veraniego, Jack Dante & The Orbisongs también cuentan con su emocionante y particular oda a la nostalgia estival.

Más allá del retrato ortodoxo de guitarras trémulas, el cancionero contenido en este álbum también rastrea sus influencias en el acento country que siempre ha convivido entre las chupas de cuero. Un ambiente al que es invitado uno de sus máximos representantes, un Johnny Cash que impone su trote vaquero en "This Is My Last Song", una ventana abierta a ese tipo de ritmos que adoptan una cadencia de recatada luminosidad para observar la sombra imperecedera de quien avivó nuestros instintos más felices. Un abanico sonoro que se irá desplegando progresivamente tanto tejiendo una relación entre el proto rockabilly de Carl Perkins y el doo wop de Dion and the Belmonts en la onomatopéyica “Oh Baby Baby!” o en una juvenil "Love Equal Heartache", decorada con unos deliciosos coros femeninos -cortesía de Lidia Sobrino (The Sparkles) - que parecen ideados directamente en la factoría de la Motown. Una entrada en estancias donde los tocadiscos posan su aguja con el fin de desatar las melodías que se materializa en "Together", insuflado del carácter pop que podría definir a Buddy Holly, o una "My Girl" que invita a abrir la ventana y contarle al mundo lo feliz que nos sentimos cuando nuestra mirada enamoradiza presiente que solo es cuestión de tiempo que sea correspondida.

Jack Dante & The Orbisongs debutan con un disco que entiende y abraza el clasicismo emanado por el rock and roll primigenio, el definido por su carácter melancólico y recogido, bajo la fórmula más plena y satisfactoria, consistente en asumir y entender sus lecciones como un aprendizaje y no como un simple pastiche desprovisto de alma. Porque si algo derrocha este trabajo inaugural es sensibilidad a la hora de convertir su música en la radiografía de un sentimiento tan universal como el brotado de la pasión nacida por otra persona. Un terreno, repleto de incertidumbre y de pasajes de colorido cambiante, convertido en un excelente y exquisito disco que nos guía a través de esa variedad de escenarios de los que de un modo u otro todos hemos sido protagonistas a lo largo de nuestra existencia. Un recorrido en el que reír o llorar son síntomas de estar vivo.