Grande Amore: "III"


Por: J.J. Caballero. 

Proyectos como el de Nuno Pico, tan arriesgados e intensos, son dignos de agradecer en un momento de desidia generalizada y piloto automático. El concepto con el que nació Grande Amore, y aún no tenemos claro que se trate de una banda o de un empeño personal en el que cuenta con la ayuda incondicional de María Grep y Clara Redondo, es tan atractivo que incluso en las peores condiciones para que un artista de su perfil publique y tenga altavoz suficiente, es capaz de hacerse oír con la fuerza que requieren unas canciones oscuras y tan rabiosas como la propia existencia. 

Es ya la tercera aventura discográfica, para la que parece tener programada una regularidad asombrosa (cada dos años tenemos noticias de su nueva producción), y ahora parece escorar la propuesta hacia terrenos más pantanosos musicalmente hablando. Del electro-punk que pese a todo sigue recorriendo las venas de su sonido nativo pasan a una base de rock duro de sombras ochenteras, a cuyo efecto sólo procede escuchar “Ontes fun mui malo”, que suena como si al heavy clásico le pusieran hombreras en forma de sintetizadores y bascularan así entre los Misfits y LCD Soundsystem. Tal parece el cruce de caminos al que apunta el arrebato volcánico, cercano a la psicodelia, de “Vou pa Arzúa” o el caos sideral de “Maldita sea mi suerte” –sí, en la fusión de lengua autóctona y nacional también se sigue moviendo como pez en el agua-. 

En un trabajo que funciona como fin de una trilogía donde la crudeza sentimental viene envuelta en una serie de cuentos turbulentos, ahora más expandidos que nunca. En cortes más electrónicos casi se montan una buena rave (“Flor dun día”), pero al mismo tiempo saben asimilar el rock industrial (“Lonxa dos homes”) y su bien asentada fuente dark wave (“Tempo queimado”). Lo gris y lo azul en completo equilibrio, en otras palabras.

Hay en este disco una clara intención por conciliar un mundo propio, lleno de referencias ancestrales e idiosincrasia del terruño, con otro de miras globales orientado a sonidos alternativos y abundantes en narrativas paralelas. La colaboración con Nacho Vegas en “Ti más eu” traza un noise rock casi canónico en un tema rescatado que casi nadie escuchó en su momento, y la otra aparición externa, la de David Ruiz, líder de los pseudo-folcloristas La M.O.D.A., en “Se te volvo a ver”, transforma el tempo en una suerte de locura rítmica que entronca con el tono general de guitarras endurecidas y teclados relegados por primera vez a un segundo y puede que más efectivo plano. 

Así, iniciando un viaje fructífero que los llevaría de la agresividad de unos Turbonegro travestidos de glam hasta los Killing Joke coronados como dudosos monarcas del post punk, podría establecerse la geografía definitiva de Grande Amore, en la que se asientan y renacen una y otra vez para dejarnos claro que la suya es, ya quedó dicho, una propuesta revolucionaria y autoindulgente. Y a quien no le guste, que aprenda a escuchar.