Sala Siroco, Madrid. Miércoles, 19 de marzo del 2025.
Texto: Guillermo García Domingo.
Fotografías: Marián Bujanda Bravo.
El verbo “bautizar” proviene del griego y significa “sumergirse en el agua”. Los músicos se bautizan en directo, arropados por la multitud de los seguidores convocados y bañados por las luces de las candilejas del escenario. Esta es la liturgia del rock. Que así sea.
Entre semana, y durante el respiro que nos ofreció la pertinaz lluvia que se ha encaprichado de Madrid, se coló Bendita Calamidad con la intención de alegrarnos la noche. ¿Quién le iba a decir a la alicantina Fátima Fuster hace 14 años, cuando vino a estudiar y a vivir en esta ciudad que, pasado el tiempo, ella misma y su banda de rock iban a llenar la sala Siroco? Tal vez por ello, Fátima Fuster, la artista derrochó entusiasmo desde el inicio. Como vive a pocos pasos de la sala, debió de pisar a propósito todos los charcos que pudo antes de llegar al local, así de eufórica se encontraba. Los asistentes no solo acudieron a la trastienda de esta sala, abierta en 1989, remozada con éxito, con la idea de rendirse a la personalidad sin igual de Fátima Fuster, y celebrar la sencilla alegría de conocerla, sino que también se citaron con ella para honrar sus fantásticas canciones. Si no fuera así, no habrían “coreado” como lo hicieron las composiciones de su EP, publicado en noviembre.
La sorpresa resultó todavía más grata porque no se presentó sola. Compareció acompañada del guitarrista solista Jano Díaz, de Drugos, tremenda banda asturiana, Willy Hott, al bajo, Dani Campillo a la batería, y al mando de los teclados, Alejandro Heredia. Todos ellos contribuyeron con su buen hacer y con algún tema de sus respectivos proyectos, que despertaron nuestro interés por conocerlos mejor. Es necesario resaltar “Adiós”, el blues lánguido que Jano Díaz interpretó de forma excelente junto a Fátima, pertrechado de su preciosa Fender de color crema que no puede estar en mejores manos, tal y como demostró siempre que tuvo la ocasión a lo largo del concierto, mejorando todo lo que acariciaba, que ya de por sí merecía la pena. El dúo artístico formado por Fátima y Jano funciona a la perfección y su complicidad musical les favorece a los dos.
Otra de las constataciones de la noche es que Bendita Calamidad tiene querencia por el rock. Por si quedara alguna duda, el repertorio dio comienzo con “El país de al lado” y finalizó después del último acorde de “No hace falta”, y por el camino, hicieron parada en la esperada “La colisión”. El carácter de la banda reclutada para la noche del miércoles es otro argumento añadido, por si hiciera falta alguno más.
La siguiente constatación es que Fátima ha reunido canciones suficientes para un disco largo. Las defendió en vivo, y aunque alguna ni siquiera estuviera bautizada, se ganaron un sitio en ese nuevo álbum prometedor que muchos esperamos. Queremos que quede registrada “Ariadna” y averiguar adónde nos conduce su mitológico hilo, o la que en la lengua valenciana dedicó a su prima/sobrina Quica, próxima a nacer, apuntillada por la guitarra de Jano, siguiendo el ejemplo de Pau Riba. Ni debería faltar la ranchera interpretada por Fátima ni tampoco la canción de “tiempo lento”, prolongada por un coro magnífico.
La penúltima constatación es que hay que buscar la senda de la música que suena amortiguada en la superficie en las catacumbas de Madrid donde se reúnen fanáticos de la música como Bendita Calamidad y sus aliados nocturnos. Y la última es que aunque la visión de Fátima esté siendo asediada por la oscuridad, la visión musical de esta talentosa violinista y cantante es clarividente; su personalidad musical sabe el camino y a buen seguro que lo recorrerá con paso decidido.