A día de hoy no hay grupo con un nombre más chulo que ellos, las cosas como son. Y es que, pese a que el bueno de Vicente Calderón naciera en Torrelavega, nadie puede negarnos que en el mercado de apelativos más castizos con el que bautizar a una banda estos muchachos y muchachas eligieron el mejor posible ganando por goleada al resto de compis generacionales, algo que siempre suma a la hora de vender una propuesta musical, punto este en el que seguramente estarán muy de acuerdo personas de reputado buen gusto como Carlos Galán o Julio Ruiz, quienes no solo han demostrado a lo largo de su trayectoria profesional tener fino oído para dar a conocer proyectos desconocidos al gran público sino también un especial gracejo y arte a la hora de escoger bancada futbolística.
El caso es que este quinteto del extrarradio madrileño lleva algunos años dando que hablar merced a un puñado de singles entre los que destacó “Dinero, Droga, Documentación”, sin embargo, no fue hasta hace unas pocas semanas cuando de la mano de Subterfuge editaron su homónimo primer larga duración, donde muestran la mala baba que encierran en diez canciones con mucha sorna y una lírica afilada, capaz de mostrar la realidad y el incierto presente al que se enfrentan los más jóvenes, sin dejar de lado otras composiciones en las que enseñan una cara más amable y cuidadosa, todo ello presentado entre un abanico de sonoridades que van del pop indie a la aceleración punk, llevando a su terreno unas cuidadas referencias que bien podrían emparentarlos con Los Punsetes, Los Planetas o Carolina Durante y Camellos, por citar unos cuantos ejemplos.
Sus temáticas siguen los pasos que bien podrían ser comunes a este nueva generación de creadores y creadores a la que pertenecen, acercando el foco a los problemas que todos observamos a pie de calle, desde la decepción y el desamor, patente en “Amigos Tengo”, acercándose al imaginario de Ilegales en “Dientes Rotos”, despotricando sobre el trabajo y la necesidad de exprimir la noche hedonistamente y con vehemencia para disfrutar; el palito a la especulación que encierra la vacilona “Costa Marrón”, con ese aire desenfadado y coros casi Doo-wop que sirven para cantar las “bondades” del extrarradio capitalino, y su puñetazo a los onanistas camuflados en “Porno”, dejando claro que son buenos leyendo algunos de los males globales que nos está regalando este siglo XXI tan bonito que se nos ha quedado.
Sin embargo, como avisamos, Vicente Calderón también saben facturar composiciones cotidianas pretendidamente bellas, algo que demuestran a las mil maravillas en “Himno de las Flores”, donde siguen lanzando pullas camuflados entre acordes luminosos, acompañados del “Niño Polaco” Surma, antes de mostrar hechuras clásicas sesenteras en “Astronauta”, aquí las comparaciones con The Kinks e inclusive con otros madrileños de pro como Los Enemigos no serían descabelladas, arrastrando melodía en “Última Fiesta” y autoparodiándose con mucho tino en “Vicente Calderón”, una temática no exenta de fina ironía que vuelven a tocar en “Número 1”, donde con grandilocuencia expresan unos deseos con los que más de uno se verá reflejado segundos antes de ser consciente de su propia mediocridad, cerrando la colección con un título plagado de realismo como “Todo el Mundo Llora”, en la que ponen el punto y final con una composición pop que encierra una letra de la escuela del mejor Jota posible.
Vicente Calderón ponen voz a un puñado de males comunes demostrando su fina capacidad de análisis en diez golpes certeros; lo hacen escondiendo cuchillos, cristales y otras armas afiladas entre capas de guitarras y mensajes aparentemente ingenuos e inofensivos que lograrán abrir heridas e insultar conciencias sin ningún reparo por su parte. Ahora Vicente Calderón no solamente es el recuerdo del estadio capitalino con las mejores previas y el mejor ambiente futbolístico, también es el nombre de un quinteto joven y aguerrido que ha llegado para cantar las cosas claras. Toca celebrar con jolgorio y abrazo de gol en el fondo sur.