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The Smiths y el espíritu de la confrontación: 40 años de “Meat is Murder”


Por: Javier González. 

Han pasado ya cuarenta años desde que viera la luz el considerado unánimemente como primer gran disco en la carrera de The Smiths, una afirmación que no pretende desmerecer todo lo bueno que contenía el homónimo debut de la banda, acogido calurosamente por prensa y público tras su publicación en febrero de 1984, en buena medida merced a la ingente colección de himnos imperecederos que incluía aquella brillante referencia, algo que sin embargo no supuso consuelo para la formación mancuniana, puesto que el tándem compositivo Marr/Morrissey quedó altamente insatisfecho del resultado final del mismo, ninguna de las dos grabaciones completas que se remataron del mismo fueron del agrado de sus principales responsables musicales.

A ojos de la brillante pareja el álbum parecía palidecer en lo relativo a la producción de las canciones, puesto que el sonido final no captaba la verdadera intencionalidad de unos temas mayúsculos. Una espina en el costado con la que siguen conviviendo hoy día, pero que trataron de subsanar en las sesiones de grabación que acabarían por dar forma a “Meat is Murder”, uno de los trabajos más contestatarios y brillantes de su carrera, donde ellos mismos tomaron las riendas de la producción secundados por la inestimable ayuda del ingeniero de sonido Stephen Street

En el aspecto musical hablamos de un trabajo donde The Smiths muestran su condición de perfectos melómanos, dando cabida en el minutaje a casi todos aquellos referentes sonoros de los que eran fans. Balanceándose con acierto entre los paisajes del pop sesentero y el rockabilly, sin dejar de lado la herencia del nervio punk, ni la oscuridad after-punk o sorprendentes arreglos funk, todo ello amalgamado por la consistencia de una base rítmica siempre eficiente, personificada por el bajo de Andy Rourke y la batería Mike Joyce, prestos a servir de acomodo al talento a las seis cuerdas del genial Johnny Marr, en una perfecta conjunción capaz de allanar el camino para que un francotirador como Morrissey mostrara sus dotes como escritor de grandes canciones, interpretando con solvencia temas que versan sobre soledad y desesperanza; sin perder la oportunidad de atacar la violencia del sistema educativo británico, reflejando con crudeza el salvajismo familiar y exponiendo un posicionamiento inaudito contra el maltrato animal, dejando hueco para colocar en el centro de la diana a su siempre odiada familia real británica, enmarcando un trabajo crudo al extremo, fiel reflejo de un tiempo de desesperanza para la clase obrera inglesa asfixiada bajo el yugo de las políticas ultraliberales de Margaret Thatcher

Abrieron el mismo con la trepidante “The Headmaster Ritual”, donde Morrissey habla abiertamente del maltrato que sufrían los estudiantes en su infancia y juventud en la escuela por parte de los maestros, en un relato aterrador hacia el que solo se puede sentir repugnancia, para continuar con el rockabilly vacilón de “Rusholme Ruffians”, deudor a todas luces del “(Marie´s The Name) His Latest Flame”, volviendo a un sonido más arquetípico repleto de arpegios saltarines en “I Want the One I Can´t Have”, donde el orgullo de clase y el anhelo por un amor imposible se funden a las mil maravillas, tres minutos donde se destila lo mejor del pop ochentero, antes de continuar con la aceleración punk de “What she Said”, una patada en el estómago para aquellos que los acusaban de ser una banda blandita, una tontería como un piano de grande, por otra parte, pues si algo caracterizó su trayectoria es el ataque frontal a los poderes fácticos. 

La segunda parte del disco se abre con la balada “That Joke isn´t Funny Anymore”, donde cantan a las soledad de los suicidas en una conversación en la que se muestra que nadie estamos exentos de plantearnos según qué cosas, perfecto anticipo a la tanda final de canciones las cuales superan el notable en líneas generales, arrancando por el genial ritmo country- rockabilly de “Nowhere Fast”, la descorazonadora belleza crepuscular “Well I Wonder”, donde sobresalen las guitarras de Johnny Marr y la impresionante interpretación vocal de Mozzer, y la perfecta conjunción entre melodía y letra que trae consigo “Barbarism Begins at Home” -aquí el trabajo de Andy Rourke es sobresaliente con su bajo funk percutiendo-, donde se pone en relieve el eterno mantra sobre el control de la juventud y su supuesta ausencia de valor, antes del cierre con la titular “Meat is Murder”, cruda y siniestra, sobre todo merced a los ruidos que imitan el sonido de la maquinaria de los mataderos, un medio tiempo estremecedor que se balancea sórdidamente mientras una frase se clava en nuestras conciencias con carga de pesada culpa: “And Death for no reason is Murder”. 

El álbum encierra un par de particularidades bastante llamativas, la primera de ellas es que llegó a ocupar el número 1 en Reino Unido, siendo el único que conseguiría tal reconocimiento a lo largo de la existencia de la banda. La otra cuestión llamativa es que una de las canciones más famosas de la discografía de The Smiths, “How Soon is Now?”, solo fue incluida en el mismo para la edición estadounidense del mismo, hecho que posteriormente ocurriría en otros países. También, en lo tocante a nuestro país, aquella gira de presentación sería la que les traería a España por única vez en el mítico concierto del 18 de mayo de 1985 en plenas fiestas de San Isidro celebrado en el madrileño Paseo de Camoens, donde la asistencia de público fue apabullante hablándose de más de 200.000 personas presentes, y la no menos mítica cancelación de la actuación programada en San Sebastián para el día siguiente. 

The Smiths asestaron su primer golpe certero en el centro de la diana con “Meat is Murder”, gracias a un puñado de brillantes melodías y unas letras poéticas cargadas de veneno y belicosidad bien entendida, dicha conjunción de elementos sigue siendo hoy día reflejo de una sociedad convulsa que asistía asombrada a la crudeza de una época dolorosa. Poco tiempo después, apenas algo más de un año, volverían dejar constancia de su enorme talento con el genial “The Queen is Dead”, legando para la posteridad la estela de una luz que nunca se apagará, pero amigos, esa es otra historia que abordaremos a su debido momento.