Hace unas pocas semanas que gente de absoluta confianza en lo que a gusto musical se refiere me recomendó dar una escucha detenida a la segunda referencia editada por los asturianos Puño Dragón, “Juegos Violentos”. Aseguraban que el contenido merecía una escucha atenta, pues encerraba un rock heterodoxo y abierto de lo más personal, repleto de interesantes matices y rubricado por unas letras relativamente costumbristas capaces de clavarse en la piel para dejar profunda huella.
Seré sincero, realmente me recomendaron encarecidamente que diera una oportunidad a sus canciones, lo hicieron de forma vehemente, eso sí, el resto de adjetivos calificativos han sido cosecha propia, todos ellos surgidos al calor de varias madrugadas escuchando de forma reposada unas composiciones sinceras, escritas en primera persona, a ratos más acústicas y en otros casos electrificadas, dejando que sus historias, interpretadas a corazón abierto vocalmente tanto por Rafa Tarsicio como Germán Mingote, secundados por Manu Huertas (batería) y Erik Iglesias (bajo), se fueran colando en mi cabeza hasta martillearla, gracias a una efectiva combinación de rock con herencia clásica incapaz de abnegar de veleidades más modernas que conviven con soltura y gracejo junto a otras sonoridades folkies y “negroides”, resultando de tal mezcolanza un interesante puzzle.
En ese cruce de camino se dejan disfrutar de forma adictiva composiciones urbanitas como “Bailén”, donde la voz arenosa de Tarsicio aporta un dramatismo al corte que le va como anillo al dedo, y un baladón doliente llamado “Ladrando a tu Puerta”, ambas con una instrumentación excelsa; sus impresionantes “Juegos Violentos” y el rollazo honky tonk-cabaretero deudor de los stones dedicado a una mujer de bandera como “Emilia”, perfecto anticipo de la apabullante “No es un Barranco” que arranca como un susurro para explotar cual bomba nuclear y “Haré lo que Pueda”, donde las estructuras pueden recordarnos al Leiva de discos como “Pólvora” y “Diciembre” para acercarse sorprendentemente en el estribillo a su paisano Nacho Vegas.
Muestran su cara más folk y desnuda en “Creo que ahora sí lo entendí” contrapuesta a los coqueteos más modernos que arropan el comienzo y la evolución de “Masai Mara”, pero sin renunciar a pasajes en los que imponen los aromas pantanosos y densos que bien podrían retrotraer a los mejores Nick Cave and the Bad Seeds e incluso Andrés Calamaro, algo que parecen confirmar en “Ya te Llamaremos”, con guiño incluido en su letra a Gabinete Caligari, donde se saborean los aromas nocturnos y canallescos entre humos de cigarrillos en un atmósfera turbia como de taberna al final de una noche crapulosa en la que no falta cierta socarronería.
Se acerca un final en que ni muchos menos Puño Dragón se dejan ir, algo que muestran a las claras con la aguerrida “Fantasmas”, su particular revisión de una visceral historia de amor, echando el resto con la notable “Súbeme!” y una sorprendente querencia reggae en “Vamos Vampiros!”, en un alarde de que su amplitud de miras está más que justificada puesto que saben defender la amplia etiqueta que abarca el término rock and roll con sofisticada suficiencia.
Merece la pena arriesgarse para disfrutar soberanamente con estos “Juegos Violentos” que nos proponen Puño Dragón en su segunda entrega, un paseo nocturno por ese filo de navaja llamado amor debidamente presentado en doce cortes de un rock profundo, libre y con un interesantísimo sello personal que nos ponen tras la pista de un proyecto sólido cuya repercusión mediática debería subir y subir como la espuma.