Por: Juanjo Frontera
Parece mentira que en este país aún sigan siendo, excepto para algunas personas, digamos, entendidas, perfectos desconocidos determinados artistas latinoamericanos que son, sin embargo, inmensamente conocidos incluso en el mercado estadounidense. Es algo que deberíamos hacernos mirar. Y especialmente sangrante es el caso que nos ocupa: la mexicana Natalia Lafourcade no sólo es una de las cantautoras más importantes de su generación (y no lo digo sólo por Latinoamérica), además goza de un reconocimiento inmenso a su obra.
Creo que 17 Grammy Latinos, 4 premios Grammy, un premio Billboard y 3 premios MTV, por sólo citar algunos, son suficientes “toques de atención” como para saber que estamos ante una artista esencial para entender la música cantada en nuestro idioma que se hace hoy día. Desde que su disco Hasta La Raíz (2015) la hizo una figura masiva en su continente, no ha parado de crecer: sus discos junto a Macorinos reivindicando sus raíces en los dos volúmenes de "Musas" (2017 y 2018), así como aquel "Un Canto Por México" (también en dos volúmenes, editados en 2020 y 2021) en el que profundiza más aún en sus orígenes musicales, la llevaron a alcanzar un prestigio inabarcable para la gran mayoría de artistas.
No obstante, desde "Hasta la Raíz" sólo había canciones propias y nuevas con cuentagotas. El resto de esos álbumes se nutren básicamente de versiones. Pero entonces llegó "De Todas Las Flores" (2022), un disco que significó su establecimiento a un nivel incluso superior al ya muy alto alcanzado hasta entonces. Un álbum catártico y muy personal que le valió inmensos elogios por parte de la crítica y que fue aquél con el que, al menos un poco, comenzó a sonar en España.
El disco se promocionó con una gira mundial que llegó a pasar por aquí, pero antes se inauguró en uno de los escenarios más importantes del mundo. Hablar del Carnegie Hall de Nueva York es hablar de uno de los templos más reconocidos a nivel mundial en el campo de las artes escénicas. Sólo artistas de gran relevancia acceden a su escenario. Ella abrió allí su tour colgando el sold out y brindando a su público una noche especialmente emocionante, que ahora ha querido recopilar a través de un disco doble en directo, como hacen los grandes. "
Live At Carnegie Hall", aparecido en los estertores de 2024, es un testimonio de lo ocurrido aquella noche, pero también, y sobre todo, una forma de recapitular la monumentalidad de una carrera tan fulgurante como el repertorio que comprende. Un compendio largo que en su primera mitad se centra básicamente en el disco que Natalia presentaba: suenan inmensas sus recreaciones de “De todas las flores”, “Mi manera de querer”, “Pasan los días” o “El lugar correcto”, hasta llegar a “Muerte”, en la que la primera colaboración de aquella noche deja su impronta.
Nada menos que David Byrne, jugando en casa, es el encargado de introducir mediante un recitado la canción “Muerte”, también del último disco. Como en todo lo que hace, Byrne deja su impronta, pero aunque parezca increíble, no es la colaboración más destacada: se apuntan a la fiesta también nada menos que el oscarizado uruguayo Jorge Drexler, que se canta a dúo con Natalia la maravillosa “Ya no vivo por vivir” y la nonagenaria leyenda cubana Omara Portuondo, que emociona hasta el límite con su participación en el bolero “Tú me acostumbraste” y la original de Lafourcade “Soledad y el mar”.
Momentos insuperables que ya situados en la recta final, se combinan con los clásicos más rotundos de la cantautora: llegan, por descontado, “Lo que construímos”, “Hasta la raíz”, “Mi tierra veracruzana” o “Nunca es suficiente”, pero también clásicos ajenos como “Cien años” o “Alma mía”. Todo cuadra en un setlist impresionante del cual, ojo, este disco da fiel reflejo, que no es algo que sea fácil de lograr en un disco en directo. Muchos de ellos resultan fallidos en el empeño, pero aquí la interpretación de Natalia y su banda, acompañados por el director de orquesta Gustavo Dudamel y, por supuesto, la producción del argentino Cheche Alara, así como la mezcla del ingeniero ganador del Grammy Michael Brauer (Adele, Paul McCartney, Bob Dylan) redondean un documento perfecto para zambullirse de lleno en la carrera de una artista colosal en su más rotundo cénit.