“Enamorao" de Kiko Veneno y de la vida.


Circo Price, Madrid. Jueves,30 de enero del 2025. 

Texto y fotos 1 y 3: Guillermo García Domingo.
Foto 2: Marián Bujanda Bravo.

El pasado jueves Kiko Veneno encendió una hermosa y ardiente “candela” en el anfiteatro siempre propicio del Circo Price que calentó la gélida noche madrileña. Todavía más fría después de conocer, durante el concierto, que Marianne Faithfull había fallecido.

En una entrevista concedida a Carmona en el programa matinal de RNE, esa misma mañana, el artista sostuvo que la vida es un camino compartido, en contra del pensar general que ha asumido sin crítica el narcisismo individualista, el “yoísmo” al que se refería también recientemente el cantautor Paco Ibánez. Por fortuna, Kiko Veneno nos ha acompañado en nuestra vida personal y en la colectiva que emprendimos después de la dictadura desde que publicó junto a los hermanos Amador el disco seminal “Veneno”. Una de sus canciones, “Los delincuentes”, formó parte del repertorio de la actuación, programada por el Inverfest. A través del agujero de su “sombrero roto”, en aquella época, se colaron sin permiso en su hemisferio derecho, el de la expresión músical, los subgéneros que despuntaban, el Dylan eléctrico, el blues afroamericano, el nuevo flamenco impulsado por Paco de Lucía, la psicodelia andaluza de los Smash. Su hemisferio derecho, el literario y parlante, nunca ha desmerecido al otro. De aquí provienen las letras dadaístas y surrealistas de este disco y de los posteriores. El veneno resultante de semejante pócima perturbó a los puristas y esencialistas. Este disco, en efecto, no parecía de este mundo. Lo más excitante es el mestizaje, y la pureza es siniestra, además de aburrida. 

En una actitud reveladora de su digna modestia, no exenta de cierto orgullo artístico, el cantante tuvo cuidado de no abusar de sus extraordinarias credenciales acumuladas a lo largo de su larga trayectoria, e interpretó, en la parte inicial, sorpresas poco conocidas cuando no inéditas, como “Guitarrita”, sin la compañía de la Banda del Retumbe, que apareció a continuación con “Los notas del retumbe”. Esta banda siempre leal es un conjunto renovado con la energía joven, plena de talento, de Anabel Pérez (teclados), Wily Leal (voces y percusión), José Torres (guitarra española), Alvaro Marabot (guitarra eléctrica), junto a los “sospechosos habituales”: Jimmy González (batería) y Juan Ramón Caramés, indiscutibles leyendas patrias. 

En cuanto pude reconocerlos, concluí que no había motivo para el nerviosismo que confesó Kiko ante el lleno absoluto que le esperaba. “La Higuera” sonó perfecta, con todos los metrónomos de los músicos sincronizados, y su divertidísimo “Autorretrato”, dieron cuenta de la genialidad intacta del artista. El duende existe y lleva el pelo totalmente blanco y se pasea por Sevilla, de donde es hijo adoptivo, como antes lo hacía Silvio. “Sombrero roto” no debería habernos sorprendido en 2019; incluso cuando llegó el fin del mundo, sus canciones no se nos quitaron de la cabeza. Más conocida es “Traspaso”, una entrañable “pulga” que pasó de una cabeza a otra de los asistentes; no parábamos de rascarnos y de bailar con delectación. Forma parte de un disco considerado menor sin serlo, “Punta Paloma”. “La vida es dulce” es casi desconocida, y mira que es bella: “para qué quiero zapatos si no tengo suelo”. 

Un poco más tarde nos ofreció “Hambre”, (tal vez la mejor del concierto). Es una sobrecogedora soleá eléctrica, que bien podría haber firmado Lagartija Nick y Morente, que nos dejó sin aliento en las butacas. “Mi Morena”, es de “El Hombre Invisible”, su etapa de autoedición. Porque, si bien el duende nunca le ha abandonado, también es cierto que alguna discográfica no ha estado a la altura de la personalidad única de Kiko Veneno. El single “Dice la gente” le volvió a situar en los mentideros, cuando irrumpió en el concierto, requirió el concurso del público, quien se lo concedió encantado a nuestro Paul Simon con acento andaluz. A Carmona le dijo por la mañana en la radio, que los discos fundamentales de las últimas décadas habían sido “Graceland” de Paul Simon, “Grace” de Jeff Buckley y el casi póstumo “Black Star” de David Bowie. Habida cuenta de su sabiduría, no es de extrañar que los que triunfan ahora, como C. Tangana, quieran aliarse con el maestro andaluz. Juntos realizaron “Los tontos”, rumba irresistible que bailamos ya de pie. Me pregunto si “Olivia” será uno de esos temas que está pergeñando con Refree, si es así vaticino que va a darle muchas alegrías. 

Entre todas ellas, Kiko fue insertando otras canciones identificadas por su público desde el primer acorde. “Cantecitos nuevos y viejos” tal y como anunciaba el Inverfest. Sin la contribución de Kiko Veneno no habría sido posible ni “La leyenda del tiempo” (1979) de Camarón, ni la bendición de Pata Negra, y su "Blues de la Frontera" (1987) de Raimundo y Rafael Amador, los marcianos con los grabó “Veneno”, seguramente dos de los discos más importantes de la música española. La última canción fue, como está escrito, la recreación colectiva de “Volando voy”, bajo la advocación de Camarón y con la intervención especial de su amigo Tomasito, su compadre del “G5”. Mejor le iría al mundo si ellos tomaran las decisiones en lugar de los mandamases del G20. En la siguiente década (1990) el propio Veneno se trajo de Londres uno de los mejores discos de aquella década feliz, al menos para algunos: “Échate un cantecito”, que definió la juventud de muchos de nosotros, los que acudimos el jueves al concierto. “Superhéroes de barrio”, “Echo de menos”, “Joselito” y “En un mercedes blanco deleitaron al público. En la primera habría que incluir al propio Kiko, ha hecho méritos de sobra. “Echo de menos” sigue manteniendo su lozanía, ¿quién, salvo Kiko, habría tenido la ocurrencia de introducir “un muro de metacrilato” en una rumba catalana? A Joselito lo recibimos tal y como se recibe a un familiar que viene a una fiesta con la intención de salvarla. “En un mercedes blanco”, llegó precedida de una intro flamenca de Willy Leal y José Torres antes de su falso inicio con aires de bossa nova. Todavía los “expertos” en canciones están buscando un defecto en ella y no son capaces de encontrarlo. 

La maldición del éxito es correosa, y condena al ostracismo a aquellos discos que cometieron el error de aparecer después del que cosechó tanto reconocimiento. Es lo que ocurrió con “Está muy bien eso del cariño”, que es un trabajo sensacional, consecutivo al exitoso “Échate un cantencito”. El cantante debe de pensar así, de otro modo no habría incluido hasta 4 temas del citado disco, a saber, “Memphis Blues Again”, “Respeto”, “Veneno” y la inconmensurable “La casa cuartel”, reivindicada no hace mucho por Quique González, estuvieron presentes. Kiko Veneno, acompañado solamente de su guitarra, nos erizó la piel al recordar “La casa cuartel”. Kiko no desentonaría dando conversación a Lorca y Dalí mientras el sol se pone en alguna playa de la Costa Brava. Nunca se le ha estropeado la brújula al bueno de Kiko, porque "Punta Paloma" es otra entrega injustamente olvidada. 

Que me perdonen los testigos de este inolvidable concierto si el desorden de las canciones les ha desconcertado. Solamente he pretendido poner a Kiko Veneno en el sitio de honor que se merece en lugar de colocar las canciones en el orden correcto. No creo que les importe pues, al igual que nosotros, se llevaron un “cachito de hierro y cromo” a su casa, de los muchos que Kiko Veneno y la Banda del Retumbe esparcieron generosamente entre el público.