Por: Guillermo García Domingo.
El segundo disco es el más difícil, pues hay que remar contra la corriente de las expectativas. Por su culpa muchas bandas se han ahogado. Sin embargo, shego ha vadeado esas procelosas aguas como si no les hubiera costado esfuerzo, pese a la aprobación unánime que su debut, “Suerte, chica”, concitó, lo que les podría haber pesado y hundido todavía más. Después de un sinfín de escuchas, tengo la impresión de que los altavoces se van a estropear mucho antes de que las canciones formidables de “No lo volveré hacer” se desgasten.
He tenido la suerte por mi profesión docente, de cruzarme en los pasillos del Instituto y en las aulas con estudiantes similares a Raquel Cerro, Maite Gallardo y Charlotte Augusteijn (la nueva incorporación, junto a su bajo), las componentes de shego. Estaban cursando la modalidad de Artes, en clase no dejaban de dibujar, escribir, o simplemente permanecían ensimismadas pensando en otra cosa seguramente más estimulante que aquello que los profesores podían ofrecerles. No obstante, de vez en cuando, sonreían cuando escuchaban alguna de las ensoñaciones o las ocurrencias de tal o cual filósofo. En mi fuero interno, no albergaba dudas de que con el paso de los años, encontraría su nombre escrito en un programa de mano cuando acudiera al teatro, en la firma de un cuadro, en los créditos de una película, o su rostro en la portada de un disco que podría ser éste. Su propósito firme de no encajar, bajo ningún concepto, les confería una determinación incorregible. A fin de cuentas, habían atravesado ellas solas el desierto de la educación secundaria. Uno de los lugares más hostiles para quienes son diferentes.
“Los tiempos han cambiado” desde que Patti Smith se erigió en casi la única personalidad femenina discordante en la escena salvaje de New York, haciéndose sitio entre Iggy y los Stooges, los Ramones, los New York Dolls o sus admirados Television. Qué instructivo es leer “La (escabrosa) historia oral del Punk” que reunieron McCain y McNeil. Patti Smith se negó a ser una “groupie”, el servil papel reservado a las mujeres. Pero, the times, they aren´t changing enough…, todavía en las radios de todo el mundo escuchamos a “tíos” (la mayoría son de un país caribeño) que afirman saber a ciencia cierta lo que a las chicas les gusta, lo que desean, lo que sienten en definitiva, ¡incluso antes de que ellas lo sepan! ¿Qué vas a saber tú, chaval? Escucha a las shego y aprende. En sus canciones las chicas mean, gritan, follan, y tiran el café sobre aquellos que les prescriben lo que se supone que tienen que hacer y decir. Son los mismos de siempre, quienes deberían matricularse en un “Curso avanzado de Perra”. Las shego se han tatuado los estigmas que los que temen la libre determinación de las mujeres han utilizado para ejercer el control normativo, cuando no la represión, contra ellas: brujas, locas, histéricas, femme fatal, desviadas, zorras, perras. Las Vulpes de Bilbao sabían de qué iba esto. Ni ellas ni las que forman shego son unas chicas pérfidas, son unas mujeres libres que pretenden transitar “al contrario, para hacerles un poquito sufrir”.
Las “criadas” sumisas del libro de Margaret Atwood, adaptado en forma de serie, se han rebelado. En esta terrible distopía las mujeres aparecían ataviadas con unos llamativos hábitos rojos (y una cofia blanca) similares a los que las componentes de shego llevan puestos en la portada algo burlesque o perturbadora, según se mire, de su nuevo disco. La caracterización del vestuario siempre ha supuesto un recurso extraordinario a la hora de adoptar como propio un personaje y la propuesta artística que éste representa. Lejos de ser una impostación, gracias a ella se revela lo más profundo de uno mismo, aunque parezca lo contrario.
Las shego han enseñado sus cartas (4 singles) en las últimas semanas. ¿Y si os dijera que podrían haber elegido para serlo cualquiera de los trece cortes del LP? La partida la tenían ganada antes de lanzar el disco y nosotros no lo sabíamos. Todas las cartas, en realidad, son ganadoras, también las que no habían descubierto hasta ahora Hay discos, éste es uno de ellos, que traslucen la confianza absoluta en él de las que lo han hecho posible, en La Mina (Sevilla), con la ayuda y producción de Raúl Pérez y Asha Lorenz de Sorry.
Virginia Woolf consideraba que una mujer que quiera escribir ha de contar con una “habitación propia” y 600 libras para poder llevarlo a cabo; Shego necesitaba una voz propia y una discográfica como Ernie Records (además de Altafonte) para echar a andar. Ellas disponen de dos, incluso de tres magníficas voces, por si acaso. La contundencia rítmica está garantizada gracias al bajo de Charlotte y las baterías de Elena Sabio (debido a su contribución es de recibo considerarla como un miembro más de la banda), pero el valor añadido lo ofrecen las capacidades vocales de Maite, en un tono más grave, y Raquel en un tono más alto. Han nacido para cantar juntas, y no lo sabían. Eran amigas antes de ser colegas de grupo. Triunfan por separado y también juntas. Se solapan, se relevan, y cantan al unísono, siempre con éxito. No se conforman con cantar, además susurran, hablan para sí, y sobre todo, aúllan. Es la mejor expresión del carácter fiero de este disco. El primer aullido aparece antes de que concluya “Un secreto”, qué lástima que esta canción sea tan breve. Si nos hubieran ofrecido un minuto o dos más y habríamos caído rendidos a sus botas de plataforma. No perdemos la esperanza de que así sea en la gira nacional que tanto ansiamos.
Dos de las cartas que escondían son ases inapelables: “Mantra” es un puñetazo en el estómago propinado por unas auténticas “riot grrrls”. Esta interjección lo dice todo. Han adoptado el grito (el de las histéricas) como manifiesto vital, sin renunciar a la afinación. Lo más excitante es que lo que afirman es justo lo opuesto de lo piensan hacer. Asienten con la cabeza como chicas obedientes, mientras cruzan los dedos cuando no las ves. “Te mataré”, en cambio, no tiene segundas intenciones, “solo quiero verte desaparecer”. Si ya habéis hecho el “Curso avanzado de Perra” ya sabréis que se han “levantado y (han) elegido violencia”. Tiene muchas posibilidades de convertirse en una de las mejores canciones del año. Dedicada a todos aquellos que en las encuestas dicen que las chicas han ido “demasiado lejos”. ¿Hasta dónde creéis que pueden ir? Me temo que no tienen intención de haceros caso, además “con estas piernas tan largas tardan la mitad del tiempo en llegar a los sitios a los que quieres llegar”.
A pesar de su militancia, no son canciones discursivas, son confesiones de la vida íntima femenina, aunque a voz en grito. Retazos que uno tiene que reconstruir. Quiero estar y no estar con alguien que no me conviene, de modo que “Aunque duela”, hay que salir corriendo, dice esta canción definida por unas guitarras tétricas, muy del estilo grunge. Después de muchos días ha cundido el desánimo, y los viernes se parecen demasiado a “algunos lunes”, sostienen en una balada hermosísima, matizada por un piano muy discreto. Maite se vale ella sola, ¿para qué van a pedir la colaboración de Natalie Lacunza (lo hicieron con gran acierto en “¿qué voy a hacer?”) si ellas lo hacen igual de bien? Sin embargo, el desánimo no dura toda la vida, después de tanto tiempo, por fin amanece “un día en el que no me quiero morir”. Es la letra de “arghHhh!”, que destaca por su estribillo sobresaliente, al igual que Manifesting, que, según parece, consiste “en enfocar nuestros pensamientos y energías hacia lo que deseamos”, y ya sabemos que ellas no adolecen de timidez, ni se avergüenzan de lo que desean. Faltaría más. Ha llegado el momento de salir, comerse el mundo y “romperse las medias”, hay muchas fiestas por ahí, una de ellas podría ser “La fiesta” fuera de control, “cuatro días de empalme, tres semanas probióticos”. Si pinchan canciones así, no hay que perderse esta fiesta. La inquietante “no quiero” evoca una noche pasional que quizá no debería haber tenido lugar, ¿querías o no querías? “BACKSTAGE” respeta y honra los códigos del rocanrol. Si ellas te invitan a un “Curso avanzado de Perra”, es porque ellas a su vez han aprendido la malicia de las mejores, me refiero a La Bien Querida o Zahara, y se nota la influencia en este corte. No conviene marcharse antes de tiempo de ninguna canción, porque te puedes perder el maravilloso sobresalto al final de “(es posible)”. Es una sarcástica declaración de buenas intenciones que nunca se van a cumplir de “una puta vez”. En los créditos de esta canción aparecen numerosos artistas y bandas coetáneas. Y es que estamos de enhorabuena, las bandas femeninas pujan cada vez más fuerte. Hay muchas adolescentes en su cuarto tocando y soñando despiertas con Tiburona, Hinds, Repion o shego. Si nunca vas a “llegar a mis brazos”, entonces, es preferible que “Se muera el amor”. Así se titula la última carta. “Puedo hacerlo yo sola”, no queda rastro de la autoconmiseración con la que suelen tropezar las mujeres despechadas: “Llorando en tu hombro ya no hay nada que aprender”. Es un tema pop extraordinario, ensillado en una batería que emprende el galope y lleva en su grupa a la canción y la chica que acaba de arrancar la cabellera de su antigu@ amante Es un final brillante para cerrar 35 minutos gloriosos.
No me queda más que decir salvo “arghHhh!”, menudo disco se han sacado del alma estas formidables madrileñas, y lo mejor de todo es que estas supervillanas “volverán a hacerlo” antes de lo que pensamos.