El dúo Amaral nos ha hecho esperar demasiado tiempo. Desde "Salto al Color", una travesía optimista plagada de buenrollismo y ligereza, los zaragozanos nos habían dejado huérfanos de esos himnos directos que tan bien manejan. Casi seis años después de aquella colección de canciones que pasearon por los escenarios españoles antes y después del fatídico 2020, nos presentan "Dolce Vita", un disco cargado de canciones breves y directas dispuestas a adosarse a nuestro tuétano de forma instantánea para engrosar su granada discografía.
2024 ha sido un año para ir soltando singles, más o menos de forma constante, que han terminado desembocando (con un pequeño retraso en el lanzamiento mediante) en este disco. Vuelve a dominar el color, pero apoyado más en las guitarras y los arreglos clásicos que en la electrónica de la que pecaba en parte su anterior entrega. No encuentro tanta impostura como en aquel. Este "Dolce Vita" es directo y real, y prescinde de elementos accesorios en casi todo el LP. Un disco mucho más cerca de su primera etapa. Podría encajar perfectamente entre "Una pequeña parte del mundo" y "Estrella de Mar" y eso es algo de agradecer después de casi treinta años desde que comenzaran a recorren los locales de la capital maña. Digo de agradecer no porque sea bueno estancarse sino porque no olvidan de dónde vienen, aunque sin perder las ganas por crecer.
Una vez más, tras la potencia de Eva Amaral con su inconfundible y excelsa voz (la mejor de nuestro pop-rock), las guitarras de Juan Aguirre son las protagonistas, pero no sólo su característico sonido de la Rickenbacker, sino que ésta la combina a la perfección con acústicas y detalles más sutiles de eléctrica contenida. Imprime carácter, pero dejándole el protagonismo la mayor parte del tiempo al torrente vocal de su compañera y a las acertadas y directas letras del lote. Es tiempo de optimismo entre tanto barro y dolor. Es momento de buscar el origen, las praderas y la paz para emprender la revolución, esa que cantaban ya hace veinte años en su acertado single de "Pájaros en la Cabeza". Y esta revolución viene en forma de canciones puras y concisas, que sirven como arenga, que remueven y nos hacen empatizar, desde "Libre", que se mueve entre la tradición ibérica y las corrientes hindúes pasadas por los filtros de la modernidad gracias al uso de las tablas digitales, a "Pájaros", que reivindica el espíritu de la naturaleza, ejemplificado aquí en el revoloteo de los pájaros, invitándonos a vivir el momento. Pueden ser estos algunos de los pilares de este "Dolce Vita", la mezcla de tradición y modernidad para buscar la reivindicación de la naturaleza como medio para vivir el momento presente.
Entre estas canciones que forman el principio y el final de nada menos que quince paradas, se encuentran muchas más sorpresas. La radiante "Tal y como soy", con la que nos vamos cerca de su debut con su fresca sonoridad, la acústica "Ahí estás", también provista de teclados pero sin florituras, directa a la esencia, la más psicodélica "No lo entiendo", con esos bajos marcados que dibujan una potente base hasta brillar de nuevo con las características guitarras de Juan que se van sumando conforme se acerca el estribillo, o el que fuera su primer adelanto, "Rompehielos", entre el dub y la copla, aunque quizá aquí desmerezcan algo esos vientos enlatados.
En la parte central del disco pasan de la épica e intergeneracional "Eso que te vuela la cabeza" (con campanas tubulares incluidas) a la más acústica "Podría haber sido yo", un tema cercano a la canción de autor, con toques clásicos, que van hacia la tradición de la canción popular, sobre todo con la presencia del rasgueo de la guitarra española, los arreglos de cuerda y esa percusión con bombo legüero en el estribillo. Reivindica a Víctor Jara, o quizá más bien se pone Eva en su piel, viéndose a sí misma como si hubiera nacido a orillas del Pacífico. Los arreglos de cuerda vuelven en "Viernes Santo", un pop contemporáneo marcado por unas acertadas programaciones. Ese mismo pop elaborado se convierte en proclama en el tema titular. "Dolce Vita" puede llevarnos hasta algunos pasajes de "Estrella de Mar" o las más acertadas de "Pájaros en la cabeza", aunque suena algo forzada como canción protesta con Eva recitando. La estrofa es una reinterpretación de "En el Río", lo que hace que nos resulte demasiado familiar y le reste enteros, algo que también ocurre con "En el centro de un tornado", que es casi una segunda parte de "Marta, Sebas, Guille y los demás", una especie de desbarre electrónico que nos deja fríos. Precisamente lo contrario que nos ocurre con "Los demonios del fuego", una de las más conmovedoras y delicadas del lote, con una Eva inspiradísima arropada entre los acertados arreglos de cuerda y viento.
Se guardan una buena dosis de temas certeros para el final, antes de la comentada "Pájaros", como son "La suerte", una de sus tonadas clásicas de mensaje universal que tristemente se nos queda cortada en un puente o coda final que nos deja con ganas de más, "Hasta que la música se acabe", con esos bajos marcados, guitarras más pesadas y un estribillo algo más oscuro que le hace ganar en contundencia, reivindicando esa querencia por los toques post punk que siempre ha tenido el dúo, y "La unidad del dolor", conmovedora en su inicio y sencilla en las formas, pero transformada por completo en su estribillo, volviéndose casi industrial.
A todos esos lugares pueden llevarnos Amaral con "Dolce Vita", de lo más puro a lo más elaborado, pero sin dejar el pop más directo, ese que han dominado siempre en nuestra escena, en la que se han convertido en bastión de un movimiento, tan independiente como universal. Creadores de hermosos paisajes, de pulsos embravecidos, de furiosos arrebatos vocales. Únicos e insustituibles una vez más. Con este disco, además, muy acertados en la apuesta más pura que forman estas canciones, que muy pronto pasearán por nuestros escenarios y se convertirán en nuevos emblemas de sus más fieles seguidores, que abrazarán sin pudor este nuevo, pero a la vez tan familiar camino.