Sala Oasis, Zaragoza. Viernes 24 de enero de 2025.
Por: Javier Capapé.
A los pocos días del lanzamiento de "Caldo Espírito" leí de manos de Fernando Neira que una de las canciones del entonces recien publicado disco de Xoel López le remitía directamente a Peter Gabriel. Concretamente estaba refiriéndose a "Glaciar", una canción que a mí me había llevado a la misma conclusión. Casualidad o no (aunque considero que esta apreciación no es puramente casual), coincidir con un referente del periodismo musical como Neira es todo un honor, pero lo cierto es que ese es el camino que parece haber tomado de forma consciente el artista gallego para presentar este disco. Si en su día pudo estar más cerca de la bachata y el merengue del mismísimo Juan Luis Guerra, ahora la balanza se ha inclinado claramente a favor del pop luminoso de los ochenta, sin olvidar cierto toque mestizo y multicultural, precisamente las coordenadas en las que siempre se ha movido con gran soltura Peter Gabriel.
Durante este último año en el que el gallego ha rodado con este disco por numerosos festivales no había tenido oportunidad de verlo, así que su llegada a Zaragoza con motivo del inicio de su gira por salas (y en el último momento también al hilo del Inverfest en la capital maña) se me hacía más jugosa si cabe. Lo primero que me llamó la atención fue el sustancial cambio que ha dado a su banda para transformarla en un equilibrado combo pop. Un cuarteto masculino con Xoel a la cabeza, parapetado tras los teclados en la mitad de las canciones y con guitarra en ristre en el resto. Sus escuderos, descaradamente jóvenes, se disponen frente a él, dando al escenario un aire diferente. A pesar de ser un cuarteto al uso, está claro que su presentación no es la habitual, y la entrega de los músicos tampoco, ya que sienten y viven las canciones como el propio artífice de las mismas. De lujo.
Una intro ambiental dio paso a "Albatros", la suave canción con la que abre su último disco, pero el concierto no iba a discurrir por derroteros más delicados, sino que rápidamente se iba a imponer el pulso y la garra con la coral "Salitre y humo" o la primera incursión en su lengua materna, "Paxaro do Demo", derrochando una excitante rítmica. Tras encarar uno de sus emblemas como es "Tierra" casi al inicio de la noche, Xoel nos advirtió de que el concierto se intuía largo y que en él iban a poner todas las ganas después de tres meses sin salir a la carretera. El grupo que le acompaña había decidido junto a él un repertorio diferente y extenso, en el que probarían cosas que no pueden hacer en los festivales, ya que aquí sabían que todos los presentes habían ido a verles a ellos, no como pueda ocurrir en los tan extendidos eventos musicales estivales en los que se funciona con el piloto automático. Probarían nuevos arreglos por puro placer, para testar sensaciones, y así lo pudimos comprobar con una remozada "Insomnio", con mucha más potencia, o con "Joana", a la que le dieron completamente la vuelta, transformándola en una versión mucho más acelerada con bases pop.
Con cada nueva canción, las palabras brotaban y Xoel nos hacía partícipes de sus inagotables ganas por expandir su repertorio y hacerlo más cercano todavía al público. ¡Cómo no conectar con la hipnótica "Faneca Brava" cuando sabes que su origen viene de la picadura que le produjo este pez en aguas gallegas o con "Xiana" al conocer que ese iba a ser el nombre de Xoel antes de saber sus padres que era varón! Nuestro protagonista no escatimó en disertaciones que se convirtieron en emociones compartidas hechas canción, coreadas al unísono por todos, desde la más folk, aunque para la ocasión vestida con aires del rock de los setenta, "Buenos Aires", a la más brillante "Ochomil" o el merengue desbocado de "Tigre de Bengala" (la más bailada por méritos propios). "Todo lo que merezcas" se vistió de un aire soft, casi como recreando a José Luis Perales, y el rescate de Deluxe, "Que no", no perdió ni un ápice de su violencia poética ni aún teniendo a Xoel desprovisto de su telecaster.
Si hasta ahora han aparecido títulos de algunos de sus temas imprescindibles hay que aclarar que todo esto se produjo en la primera mitad del concierto, por lo que se puede ver que nos tenían reservada una noche potente y llena de detalles para inaugurar este tramo de su gira por salas, con la que estarán recorriendo desde Zaragoza hasta Santiago en los próximos tres meses. La obligada "A serea e o mariñeiro" iba a poner rumbo directo hacia la explosión emocional que nos reservaban en la recta final, con una infalible "La espina de la flor en tu costado" (de las más sutiles de la velada), la confesional y mágica "Patagonia" (lo más cerca que estuvimos del éxtasis colectivo), la intensa, y ya un clásico a pesar de sus pocos kilómetros, "Fort Da", o las siempre reivindicadas "Por el viejo barrio" (inmenso acercamiento al mester de juglaría contemporáneo) y "Ningún nombre, ningún lugar".
"Elevarte caer" cerró el set principal por todo lo alto, reconociendo la gran apuesta del gallego por este "Caldo Espírito" (del que no se olvidó ninguna de sus once canciones), que tras más de un año entre nosotros podemos reconocerlo como uno de sus discos más completos y acertados. Aunque tratándose de Xoel cualquiera puede justificar con muchos motivos otro de sus discos como favorito, pues es complicado elegir cuál lo merece más.
De nuevo la imagen de Peter Gabriel vino a mi mente al encarar "Glaciar" al comienzo de los bises. Con Xoel emocionado detrás de los teclados y su banda dándole la mejor cobertura. Elegantes y trajeados me recordaban de alguna manera a los músicos que acompañaban al artista inglés en su gira de mitad de los ochenta presentando su disco más laureado, aquel sobresaliente "So". Quizá solo sean conjeturas mías, pero esa visión me hizo conectar todavía más con estas canciones excelsas (no puedo negar que mi devoción por Gabriel es infinita), entre las que no se olvidó, antes de terminar, de "Lodo", convertida en himno ante las adversidades, y "Mágica y eterna", en la que quedamos enganchados a sus interminables ritmos que siempre invitan al movimiento.
Las dos horas de magia volaron. Unas generosas veinticinco canciones, que bien podrían haberse alargado hasta la treintena sin que el público decayera en su entrega, supieron a gloria. Porque cuando se comparte vida, no se olvida y retorna. El coruñés se entregó en cuerpo y alma (como bien demostraba su chaqueta empapada en sudor al terminar su tour de force) y el público presente supo verlo y compartirlo como quien se dispone frente a una mesa con gratas viandas y aún mejor compañía. Porque el "caldo" compartido siempre viene sobrado de "espírito". Llegarán muchas más noches como ésta, aunque no sé si mejores, pues la memoria es caprichosa y sabemos que guarda lo que ella quiere, pero estoy convencido de que la energía y la emoción compartida con Xoel López seguirá recorriendo mi cuerpo durante mucho tiempo, como la intensa picadura de una faneca brava.