Marina Diamandis: “Eat The World”


Por: Nuria Pastor Navarro

El médico, atónito ante la juventud de la chica que acababa de salvar, le había preguntado por los sufrimientos que ella podría estar pasando a esa temprana edad para querer quitarse la vida.  “Obviamente, doctor, usted nunca ha sido una chica de trece años”, responde Cecilia, la menor de las hermanas Lisbon protagonistas de la obra “Las vírgenes suicidas”. Y era cierto, el doctor nunca sabría cómo es ser una chica de trece años.

Al igual que Cecilia, Marina Diamandis no pasó por una adolescencia fácil. Si hay algo que caracteriza a la juventud (y posiblemente aún más la femenina) es la vorágine de sentimientos en la que sume a su víctima: la constante búsqueda del significado del “yo”, el tira y afloja entre cuerpo y mente, las ganas de comerse el mundo y no saber cómo o por qué. A fin de cuentas, una experiencia que no tiene principio o fin exactos, un océano en el que, de pronto, alcanzas a tocar tierra firme.

Marina, más conocida por su faceta musical como MARINA (antes Marina and the Diamonds), navega en este océano usando su primer libro de poemas como tabla. Lo primero que sorprende al tener entre las manos un ejemplar de “Eat The World” es su pequeñez: formato A5, con poco más de cien páginas y una ligereza extraña si tenemos en cuenta sus tapas duras. A medida que leemos los poemas comprobamos que el peso no reside en sus páginas, sino que te apedrea con cada una de las líneas que componen los versos. Duras como rocas van cayendo las palabras de Marina, sin tapujo alguno, dando la sensación de que estamos violando su diario personal o escuchando de su propia voz una confesión desesperada a un amigo o amiga.

Naranja fosforito y rosa chillón nos lanzan a la cara el grito juvenil de la cantante-poeta: “Pensé que si me comía el mundo, finalmente estaría llena y nunca más tendría hambre de nuevo”. Son muchos los motivos que pudieron haberle generado ese vacío eterno en el estómago. Marina nació y se crio en Gales, con unos padres que se divorciaron cuando ella tenía dieciséis años. Con dieciocho años comenzó a escribir música, lanzando poco después su primer EP en Myspace y consiguiendo su primer contrato discográfico inmediatamente después.

Desde entonces, Marina ha sido un icono de la decadente dificultad que supone simplemente ser una chica, sin dejar de lado nunca su ácida crítica hacia numerosos aspectos de la sociedad. “The Family Jewels” (2009), “Electra Heart” (2012), “Froot” (2015), “Love + Fear” (2019) y “Ancient Dreams In A Modern Land” (2021): uno tras otro, sus álbumes han ido erigiendo la estatua de la leyenda en la que se ha convertido la cantante, aportando a la vez pistas sobre sus inseguridades y miedos más profundos.

“Eat The World” es el culmen de toda su poesía, antes expresada en notas musicales, recogiendo como un collage los recortes de los sufrimientos, victorias, amores y desamores, y, en definitiva, el abanico completo de una vida humana. Y es que otro de los grandes atractivos del libro es su diseño editorial interior. La norma brilla por su ausencia, pues cada poema está escrito de una forma diferente. Los versos bailan, se caen de la página, se enrollan al más puro estilo vanguardista. Las letras se recortan, se ensalzan en negrita o se empequeñecen según sea lo que Marina esté sintiendo en ese momento. Todo ello, junto a las ilustraciones sacadas de ese ambiente de póster retro o revista femenina, remata este diario feroz.

Son muchos los temas que Marina pone sobre la mesa con sus poemas: su complicada relación con el concepto de familia, sus raíces (tanto personales como humanas) que siente perdidas, su capacidad para elegir siempre a los hombres incorrectos, su miedo a la catástrofe climática y, ante todo, su rápido ascenso a las estrellas. Porque no olvidemos que Marina sí que fue una adolescente… pero una adolescente famosa.

Con poco más de veinte años, “Hollywood”, uno de sus temas más conocidos, ya estaba dando la vuelta al mundo. Y eso, cómo es evidente, encasilló mucho la vida de la joven cantante. El poema “Aspartame” (el título ya es toda una declaración de intenciones) muestra el preludio a esa fama explosiva. Marina explica que llegó a Estados Unidos con veinte años, muy delgada y fingiendo ser la “girl next door”, como una chica americana normal en un mundo americano normal. Su carrera (su sueño, aún non nato), cerca del fracaso; su pareja, terrorífica y exigente con no sobrepasar su bajo peso. “I was a bulimic college dropout with no family”, llega a declarar en mitad del poema. Sin embargo, años más tarde en un encuentro fortuito, aquel chico le diría que odió su canción “Hollywood” porque le hizo darse cuenta de que Marina había alcanzado sus sueños, y entonces ella pudo dejar atrás a su yo de diecisiete años y sanar.

“Smoothness of Money” es otro de los poemas que nos ayudan a brujulear en la juventud de la cantante-poeta. En él, reflexiona sobre lo doloroso que era tener una pareja con una vida perfecta y dinero de sobra, mientras ella atravesaba dificultades que la “suavidad del dinero” no le ayudaba a superar.

Su indecisión entre formar una familia o seguir con la vida del músico queda patente en muchos versos, pero especialmente en “Four Seasons”, donde la aflicción de ver familias felices en las piscinas de los hoteles es aplacada aceptando que “la vida no es un buffet, no puedes tenerlo todo”. Mientras, “Soft Warning” nos aguijonea con el miedo que le produce a Marina vivir en Los Ángeles: una ciudad que ama y que teme perder por la catástrofe climática que parece estar cada vez más cercana a nosotros.

Tras más de treinta poemas (obras de arte en miniatura o flechas dolorosas), el encargado de poner la guinda es el homónimo “Eat The World”, en el que, por fin, nuestra amiga Marina consigue llenar ese vacío que siempre ha sentido.

Este poemario tiene mucho de las ganas adolescentes de encajar de “The Family Jewels”, mucho del icono decadente y triste en el que se convirtió “Electra Heart” y mucho de la crítica social, feminista y climática que nos avasalló en “Ancient Dreams In A Modern Land”. Lo que consigue “Eat The World” es llenar los silencios de los pentagramas que llevábamos escuchando desde 2009, hacernos partícipes del corazón dolorido y posteriormente sanado de Diamandis.

En la introducción, la cantante declara que espera que este libro traiga consuelo a aquellos que lo necesiten, pero ha ido más allá. Este poemario, ligero físicamente y pesado emocionalmente, consigue ser una mano amiga para todas aquellas chicas como Cecilia, rodeadas de gente que están a años luz de saber qué significa la juventud femenina.