Vaya regalazo se han marcado nuestros amigos de Los Zigarros con este “Directo desde Estudio Uno”, apenas siete caramelitos de sabor intenso con los que vuelven a dejar claro que son ellos los garantes del fuego sagrado. Aquel cuyo legado se ha ido transmitiendo de generación en generación a través de nombres míticos como los de Tequila, Burning y Los Rodríguez -entre otros-, representando las esencias de parte de lo mejor rock and roll hecho en nuestro país, que les sitúa en la senda de un montón de bandas que, desde diversas vertientes, aunque casi siempre con un innegable toque stoniano, antecedieron en el trono a los hermanos Tormo, quienes hoy lo ocupan con absoluto merecimiento como vuelven a demostrar en este breve pero inapelable cancionero plasmado en vivo.
Siete temas donde hacen lo que mejor saben hacer, que no es otra cosa que jugarlo todo a la carta del directo, un espacio en el que se saben ganadores de antemano, tal y como demostraron no hace tanto en “¿Qué Demonios Hago yo Aquí” y un poco más allá en la reedición en formato especial de sus debut, “Los Zigarros”, en la que incluyeron una serie de temas en vivo, dejando claro que tienen querencia por el formato, pero que en esta ocasión adquieren un cariz especial, quizás por estar grabados en un estudio -bajo la producción de su amigo Leiva-, puesto que las canciones suenan especialmente bien vestidas con traje de gala para la ocasión. Mezclando músculo, sabor orgánico, precisión quirúrgica y bonitos arreglos donde sobresalen unos coros con aromas a puro góspel que elevan al cielo la categoría de estos temas, ya de por sí mayúsculos.
La alineación titular la componen en su mayoría composiciones de su última referencia, “Acantilados”, sin renunciar a otras incluidas en “A Todo que sí” y “Apaga la Radio”, rematando la fiesta con su revisión de “Mi Rock Perdido”, su acercamiento a una de las grandes canciones que firmaron Los Rodríguez.
Abren fuego con la vigorosa “Casarme Contigo” y la magistralmente arrastrada “Cómo Quisiera”, donde Álvaro y Ovidi toman las riendas perfectamente secundados por los habituales “asesinos silenciosos”, Nacho Tamarit y Adri Ribes en las bases, engrandeciendo la canción en compañía de coros sublimes aportados por Laura Bartolomé, At One y Ele, a los que como guinda del pastel se unen Leiva y César Pop quienes llevan el corte de forma majestuosa por los terrenos del blues y el honky tonk, antes de pasar a relatarnos su historia más canalla en la huracana “Dentro de la Ley”.
Salen victoriosos del envite de revisitar la ya mencionada “Mi Rock Perdido”, preciosa reivindicación del arte de escribir canciones, para luego afrontar la colosal “No Pain No Gain”, dotada de brutales coros y una batería al más puro estilo “Honky Tonk Women”, golpeada para la ocasión a pachas por Leiva y Adri, tirando de sorna en la crítica que esconde “No sé lo que me pasa”, donde al elegante espíritu de Bowie lo barnizan con una gama de sonidos negroides repletos de fuerza, soul, funk y mucha grasa, cerrando la partida de la forma más salvaje posible con “Rock Rápido”, un tema en el que a buen seguro recibirán la más alta de la distinción dentro del ejército de salvación de los siempre excitantes en vivo The Who.
Enfrentarse a “Directo desde Estudio Uno” deja en el cuerpo sensaciones peculiares. De un lado llena y satisface, pues su contenido es potente y está repleto de interesantes matices; por otro, para qué negarlo, sabe a poco, puesto que las siete canciones se antojan como un endiablado suspiro lleno de ritmo, algo que no evita ni tan siquiera el currado acompañamiento audiovisual que contiene, el cual por supuestísimo celebramos sobremanera porque supone un disfrute añadido.
De lo que no cabe la menor duda es que Los Zigarros vuelven a regalarnos otro directazo, algo que parece ya convertido en sana costumbre, haciendo casi tradición dejarnos escuchar cómo suenan en directo cada poco tiempo. Por lo que no queda más remedio que repetir lo ya dicho anteriormente. Que sí, que la corona del rock estatal es vuestra, a lo que añadiré algo más, básicamente porque me apetece quedarme bien a gusto: ¡que viva la madre que os parió!