Grabar el misterio del bosque… "El ciclo del sol y el fin de los días", de Juárez


Dedicado a la memoria de Nacho Para, músico y periodista. 

Por: Guillermo García Domingo.

En la última canción de este LP, publicado por la banda navarra a finales del pasado año, que tiene el título prometedor de “Primavera”, se dejan oír los trinos de algunos pájaros y otros sonidos propios del bosque. Sea lo que sea que “digan” estos habitantes del bosque, pues no estamos acostumbrados a prestarles atención, su irrupción es decisiva y define la naturaleza vegetal de este disco. Como dijo la escritora Ana María Matute cuando accedió a la Real Academia, en el bosque “los vuelos de los pájaros escriben en el aire antiquísimas palabras, de donde han brotado todos los libros del mundo; existen rumores y sonidos totalmente desconocidos por los humanos, existe el canto del bosque entero, donde residen infinidad de historias que jamás se han escrito y acaso nunca se escribirán. Todas esas voces, esas palabras, sin oírse se conocen, en el balanceo de las altas ramas, en la profundidad de las raíces que buscan el corazón del mundo”. El bosque y quienes existen en él tienen mucho que decir. 

“El ciclo del sol y el fin de los días” se ha grabado en un caserío situado en el bosque de Arantxa, en el noroeste de Navarra, bajo los auspicios del “druida“ Guillermo Mutiloa, el mismo productor de sus anteriores discos, en el que el quinteto ha convocado de nuevo a las fuerzas telúricas. Los textos y títulos de las canciones están acompasados con el ciclo natural, la rotación de la Tierra, las estaciones, la alternancia entre el día y la noche, la horas diurnas y las saturninas. Los ritmos circadianos, por mucho que los ignoremos, nos determinan a todos los seres humanos, no solamente biológicamente; nuestros estados de ánimos reciben la influencia de las mareas, de la luz y la oscuridad y su tensión constante. Hoy sufrimos un déficit de contacto con la naturaleza que está afectando a nuestro bienestar físico y mental. Las canciones de “El ciclo del sol y el fin de los d​í​as” no adolecen de este déficit, muy al contrario, rezuman la frescura del bosque al amanecer.

El segundo elemento que define a este disco sensacional es el protagonismo concedido a las seis cuerdas eléctricas. Sobre una base rítmica hipnótica en forma de bucle se hacen notar guitarras en todas las modalidades y con todos los efectos posibles. Además de las guitarras del grupo, las de Cristina Aranguren y Jose Palanca (quienes ejercen de vocalistas también), intervienen las guitarras invitadas del propio productor, de Pedro De Dios (Guadalupe Plata, Pelomono), Juan Mariví (Exnovios), y Germán Carrascosa (Germán y la Alegría del Barrio), que están a la altura de sus anfitriones. En algunas ocasiones, es el caso de “Bajo la tormenta”, “En la noche oscura” o “Canto de sirena”  nos trasladan a territorios situados mucho más al Oeste, geográfica y musicalmente. ¿Qué tienen que ver la llanura semidesértica y el hayedo? Supongo que en ambos lugares el humano es un invitado más, que no puede imponer sus normas. “Antes del amanecer” me ha hecho pensar en Jonathan Wilson y el prodigioso “Gentle Spirit” o en los perturbadores “western”, a los que ha puesto música Jonny Greenwood (de Radiohead y The Smile).

El resto de las canciones adoptan un folk engañosamente luminoso, porque no deja de ser la luz del crepúsculo la que se cuela en el estudio y las canciones. En cualquier bosque, por definición umbrío, existen también los claros. “Las cumbres más altas” es magistral, al igual que “Sentir el mundo girar”, “Luces negras”, “Primavera” o en la nana dedicada que se ha ausentado, sostenida por una suerte de mandolina, llamada “En lo alto brillas”. 

El tercer elemento que destaca en este poderoso trabajo es el papel de las voces. Es difícil averiguar de dónde vienen, a veces se escuchan sofocadas o distorsionadas levemente. Te preguntas si son voces humanas aunque cualquiera identifique el idioma en el que hablan. ¿Cuántos conjuntos pueden decir que disponen de dos voces tan singulares como la de Cristina y Jose? Son dos cartas ganadoras. “En las cumbres altas”, extraordinario corte inicial, se solapan las dos voces con un resultado asombroso. Después vuelven a coincidir en otras canciones, aunque siempre prevalece una u otra. Cristina parece capaz de llegar a cualquier sitio por alto que esté, y tiene algo que te hace confiar en ella si está perdido en el bosque. Mientras que la voz de Jose recuerda a otra voz norteña, la de Nacho Vegas

La canción que da título al álbum, “El ciclo del sol y el fin de los días”, tiene una duración de más de 16 minutos. ¡Es la segunda toma! Es un auténtico extravío en el bosque, sigue la misma pauta que los otros temas, una intro, nunca anodina, un núcleo que incluye la voz, y cuando esta enmudece, con permiso de los cantantes, empieza lo mejor: una inquietante sinfonía que nos adentra en la espesura. Es un ambiente propicio, en el que la imaginación de cada persona que la escucha se ve impelida a situar a personajes y acciones. Es una canción memorable, es imposible encontrar algo semejante en el panorama musical de nuestro país.

En el bosque de Arantxa y en Juárez, el que escribe este artículo se quedaría a vivir, como tantos otros poetas y artistas desearon hacer cuando experimentaron el misterio del bosque. A lo largo de su vida, nunca dejaron de ser habitantes del bosque.