Por: Juanjo Ordás.
Si no eres fan de David Bowie, te vamos a convertir en uno. Si no te gustan todas sus etapas, vamos a hacer lo posible porque sea así. El juego es sencillo: Vamos a dividir su carrera en fases y a recomendar uno de sus discos por cada una de ellas. ¿Que solo te gusta Ziggy? Veremos qué más hay después. ¿Solo te interesa la etapa europea? Bueno, a lo mejor existe otra igual de experimental. ¿Listos? Allá vamos.
Fase 1: Inicio (1967 - 1971).
En esta etapa preliminar es más o menos fácil escoger "Hunky Dory" (1971). O quizá no tanto. Es cierto que es sencillo dejar fuera de competición sus dos primeros discos aunque el segundo incluya el clásico “Space oddity”, pero "The man who sold the world" (1970), con su extraña mezcla de folk y hard rock, es un gran rival para "Hunky Dory". No obstante, nos quedamos con este último porque precisamente aborda géneros dispares sin el menor complejo. Bowie puede parecer un crooner (“Changes”, “Life on Mars?”) para después sonar a estrella de vodevil (“Oh! You pretty things”), cantautor folkie (“Eight line poem”) o rockero americano a los pechos de Lou Reed (“Queen bitch”).
Fase 2: Cosas de Ziggy (1972 - 1973).
Fase esencial. Bowie crea a Ziggy Stardust, alter ego salvaje, teatral y andrógino, con el que demuestra la sofisticada exquisitez alcanzada como escritor de canciones. Nos quedamos con "The rise and fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars" (1972) porque es más centrado y rockero que "Aladdin Sane" (1973) y porque "Pin Ups" (1973) no deja de ser un disco de versiones. En "The rise and fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars" caben mesías del rock (la célebre “Starman”), procesos destructivos (de sueños o de uno mismo o del colectivo, “Five years”, “Ziggy Stardust” y “Rock 'n' roll suicide”) y romanticismo sexual galáctico (“Moonage daydream”). También contiene el trío de reactualización de los cincuenta formada por “Star”, “Hang on to yourself y “Suffragette City”. Para más inri, tal era la inspiración que Bowie se permitió dejar fuera del disco una barbaridad cabaretera como “Velvet goldmine” y regaló a Mott The Hopple el hit “All the Young dudes”.
Fase 3: El soul y sus inescrutables caminos (1974 - 1976).
La cosa se pone muy difícil porque "Diamond dogs" (1974), "Young americans" (1975) y "Station to station" (1976) son excelentes. A Bowie le apetece usar el soul como una herramienta con la que crear y vaya si sabe emplearlo. Pero vamos a elegir "Station to station" por ser el producto final de una evolución pasmosa. De hecho, ni siquiera es un disco con tantos matices soul como "Diamond dogs", ni bañado directamente en esas aguas como "Young americans" (1975), sin dejar de mantener trazas de tan inimitable evolución: Ahí están “Word on a wing”, el funk de “Golden years” y “Stay”, y “Wild is the wind”, versión de Nina Simone. Pero también consolida una nueva visión del rock futurista con la épica “Station to station” y “TVC15”.
Fase 4: Viviendo Europa (1977 – 1979).
Normalmente se denomina trilogía berlinesa a aquella formada por "Low" (1977), "Heroes" (1977) y "Lodger" (1979), pero es un error porque solo uno es producto de la capital alemana. Mejor utilizar el término trilogía europea o simplemente trilogía experimental, pues concluye en New York. Esta es una era en la que Bowie juega con el formato de canción, evita lo previsible y se acerca a la desconstrucción. "Heroes" es monstruoso y contiene el clásico que lo titula, "Lodger" es a ratos una locura como pocas, pero nos quedamos con "Low", el primero de la trilogía, que contiene hasta cinco instrumentales además de “Always Crashing In The Same Car y “Be my wife”, piezas de pop futurista y depresivo que duelen.
Fase 5: Los ochenta (1980 - 1997).
Aquí nos la vamos a jugar. "Scary monsters" (1980) casi podría haber expandido la trilogía anterior a tetralogía, concluyéndola con pop vanguardista. “It's no game (Part 1)” habría encajado en "Lodger", “Fashion” y “Teenage wildlife” en “Heroes” y “Ashes to ashes” casi que en "Low". Pero nos quedamos con él. "Let's dance" (1983) es con el que Bowie llegó a las masas y cuenta con “China girl”, pero tampoco lo escogemos ni al irregular "Tonight" (1984) pese a contener “Blue Jean”. Así pues el elegido es el vilipendiado "Never let me down" (1987) pero -aquí la trampa- en su versión póstuma regrabada de 2018. El productor Mario McNulty siguió los deseos del fallecido Bowie y junto a algunos de sus músicos habituales hicieron de un álbum fallido uno colosal. Todas son absolutamente sensacionales, pero como muestra comparen las versiones originales de “Beat of your drum” y “Zeroes” con las nuevas. Increíble. Bowie estaba en plena forma aunque lastrado por los dejes de la época.
Fase 6: ¿Hacemos un grupo? (1988 - 1992).
En esta corta etapa, Bowie fundó Tin Machine junto al guitarrista Reeves Gabrels (su más reciente descubrimiento) y la base rítmica de los hermanos Tony y Hunt Sales. Grabaron dos discos en vida: "Tin Machine" (1989) y "Tin Machine II" (1991), además del directo "Tin Machine Live: Oy vey, baby" (1992). De todos ellos vamos con "Tin Machine", de sonido crudo y agresivo, carente de las melodías clásicas de Bowie pero original y muy interesante. Los singles “Under the god”, “Tin Machine” y “Prisoner of love” estuvieron muy bien seleccionados.
Fase 7: Electrónica y canción (1993 - 1997).
Tras el curioso "Black tie white noise" (1993), Bowie crea lo que podemos atrevernos a llamar una nueva trilogía experimental con la electrónica y el rock industrial como herramientas. Unamos la banda sonora televisiva "The buddha of suburbia" (1993), "Outside" (1994) y "Earthling" (1997) para tener el mapa completo e iniciar una nueva aventura. Y quedémonos con este último para justificar que muy pocos supieron insertar la electrónica en el formato de canción de esta manera. Ese es el gran mérito de barbaridades como “Dead man walking” -rock cimentado en beats abrasadores-, “Battle for Britain (The letter)” -puesta al día de la época "Hunky dory"- o la sardónica “I'm afraid of americans”. Fueron años en los que Bowie no contó con el apoyo de multitudes pero que conservan su producción más estimulante desde Lodger, estando a la altura de la era Ziggy, por sacrílego que suene.
Fase 8: Regreso a las masas (1999 - 2003).
Con "Hours..." (1999) vuelve a las canciones naturales y en 2000 realiza un show antológico en el festival de Glastonbury en el que ejecuta clásicos que llevaba una década sin tocar. Es una época de reencuentro con el público casual que se suma a la reivindicación de una carrera única. Así, tanto "Heathen" (2002) como "Reality" (2003) serán trabajos aseados, pulcros, que se lo ponen fácil a los oyentes aunque con buenas canciones en todos ellos. Probablemente "Reality" sea el mejor de todos, sin lo estimulante de los noventa pero con canciones de alto nivel como las irónicas y adrenalínicas “New killer star” y “Never get old” o la jazzera “Bring me the disco King”, joya de la corona por derecho propio. Son tiempos felices a nivel familiar y artístico.
Fase 9: El retorno (2013 - 2016).
Tras casi una década desaparecido, el retorno se produce con "The next day" (2013) que casi parece un recopilatorio de todos los estilos manejados a lo largo de su trayectoria. Bien recibido por público y crítica, y muy superior a los tres de la fase anterior. Pero lo mejor estaba por llegar con "Blackstar", su disco final editado a pocos días de su muerte. Fusionando jazz y rock para ir más allá de cualquier concepto predefinido, Bowie se despidió con un trabajo a la altura de sus mejores. Ritmos de otro mundo para un álbum en el que la muerte como temática se deja sentir casi de forma continua, aunque probablemente solo la final “I can't give everything away” verse directamente sobre su destino final. Con siete excelentes canciones de duración generosa en algunos casos, la propia “Blackstar” y “Lazarus” impactaron especialmente en el público gracias a dos videoclips aterradores de magnífica factura.