Yonka Zarco + Àlvaro Tarik: De héroes locales a referencias globales


Bar Amapola, Córdoba. Viernes, 20 de diciembre del 2024.

Texto y fotografías: J.J. Caballero.

Bien podrían haber llamado a este encuentro, que en realidad era un reencuentro artístico y vital, algo así como “Conciertos con K”. La “k” de Yonka Zarco, músico de ascendencia vasca y corazón puramente cordobés, sin que ello implique la condescendencia con alguna que otra propuesta musical a la que se sienta ajeno, por edad y distancia creativa desde que decidió que la aventura de Corazones Estrangulados, banda clave en la fermentación del pop más valioso de la ciudad, había llegado a su fin. Pero también la “k”de Álvaro Tarik, Muñoz de apellido familiar y paisano ilustre de quien suscribe estas líneas, un nombre que en su momento absorbió las enseñanzas del post punk primigenio de la indigente escena de los ochenta para después reconvertirse en punta de lanza del pop más elegante hecho en este país durante casi dos décadas. Sus discos bajo el epígrafe de La Fábrica de Colores aún suenan brillantes y frondosos, lo mismo que su postrer traje de fiesta y devaneos electrónicos bajo la etiqueta de Summer Spree, aún en activo y con visos de publicar nuevo material a no mucha demora. Así, con una de las letras menos comunes en la lengua que ambos moldean a su antojo, se unieron y reunieron en un par de conciertos acústicos dos artistas básicos para conocer la pequeña gran historia de la música local, y un poco también universal.

A la primera “k”, Yonka, no le cuadran algunas cuentas. Mteörik, su último proyecto del que ya hemos hablado en estas páginas, parece fundirse en un bucle de desidia y falta de apoyos que tiene sumido a nuestro hombre en una especie de empeño frustrado del que sale pensando en nuevas vías de expresión. No era este el momento de presentar nuevo material, ni siquiera de sugerirlo, sino de apoyarse en la valía del repertorio de una de sus primeras bandas, La Reserva, para abrir y cerrar un set demasiado básico para lo especial de la ocasión. “Las intenciones”, un precedente claro de lo que vendría después pese a una letra en la que hablaba de besos negros y lluvias doradas, y “Duelo de silencios”, fueron sacadas del baúl de los acuerdos, que no recuerdos, para sonar reducidas a la esencia que una vez tuvieron. 

Por el camino, y tocando siempre sentado como tocan los mejores guitarristas, se sucedieron “La flor secreta”, “Marionetas y payasos”, “Ese extraño acompañante”, “Solo para ti”, “Rebeca” y otros medios tiempos de emoción contenida junto a las más rompedoras “Si hace falta romper”, “Soy culpable”, “Para mirarte” (personalmente hablando, la mejor canción de aquella etapa),  la aún más autobiográfica “Corazones estrangulados” y “Señales de comunicación”, acolchada respecto a su reciente actualización de pop festivo e impulso eléctrico. Me preguntaba al final si no habíamos echado de menos la voz de Eva Riquelme y su timbre desidioso, cantado como queriendo retardar los efectos de las letras de su colega. Esto era otra cosa, y no era el momento ni el lugar para ese tipo de remembranzas, sino para acoger al recuerdo de una época en la que la hazaña era ir a un mercadillo a comprar casetes de tu grupo favorito del momento tras haber ahorrado unas pesetas que nadie sabía de dónde salían. Nada de nostalgia, amigos, más bien todo lo contrario.

A la segunda “k”, Tarik, sí le encajan otras piezas. Anda enfrascado en la cuidada selección de temas vapor wave para un programa de nuevo cuño en Radio 3 titulado El Club Lento, y al tiempo que ello le resta –porque meticuloso en sus quehaceres lo es un rato largo- le quita importancia acordándose de lo grandes que eran, y son, canciones como “A balón pardo”, “Porque es domingo” o “Vengan los amantes”, piezas sobresalientes que hicieron de discos como "Sequantialee" (2005) y "On The Radio" (1998), diminutas obras maestras aún buscadas en el abismo de la red y escuchadas mucho más de lo que su autor mismo podría vaticinar entre la dictadura del dichoso algoritmo. 

En aquella etapa londinense no sólo aumentó el bagaje laboral sino también el cultural, zambullándose en la vanguardia británica con el mismo ahínco con el que seguía devorando los discos de sus admirados Neil Young, Beach Boys, Teenage Fanclub o Bob Dylan, a los que ahora rinde tributo con los respectivos covers de “Hey hey, my my”, la dupla “Dont’ worry baby” + “I can hear music” –con la que aparecen sus formas más teatrales-, “The concept” y “True love tends to forget”. Nada obvio, pues habría que escarbar en discos como "Street Legal" para redescubrir gemas a las que el tiempo no hizo la justicia debida. Todo ello combinado en el cóctel de influencias en que nadan sus temas: “Vengan los amantes”, “La ascensión de Lupo”, “Di a tus padres”, “Agosto, por ejemplo” o “Buscando unos ojos oblicuos”, ya remontándose al momento en que la semilla empezaba a germinar con temas hechos con los medios justos, como “Por la noche” o “Diez puertas”, con la que cerraba la primera comparecencia en el escenario del Amapola revelándose como lo que en verdad nunca ha dejado de ser: Uno de los hacedores de canciones más dotados e inquietos salidos del corazón de Andalucía para que el mundo se enterase de ello. Las tablas, como quedó bien patente, ya se le suponían.

Ignoro si la segunda noche, en diferente escenario pero idéntico formato, transcurrió con la misma intensidad que la primera, ni si la complicidad casó igualmente con la entrega demostrada. Lo que sí sé con toda seguridad, y lo sabemos también todas y todos los que estuvimos allí, que ya estamos soñando en una próxima vez con las dos kas unidas, revueltas y resueltas en cualquier bar de los que los vieron crecer, y si puede ser previo paso conjunto con el estudio, ¿quién querría despertar?