The Rills: “Don’t Be A Stranger”


Por: Skar P.D.

Es la historia mil veces contada, y que está detrás de esos impulsos juveniles que han alumbrado gran cantidad de bandas, con mucho o poco éxito, da igual, pero el caso es que lo de nacer y crecer en una ciudad más o menos pequeña y no vislumbrar más salidas que las rutinarias, y eso cuando las hay, han llevado a muchos adolescentes a imaginar un futuro más esperanzador y ¿por qué no? alumbrado por las luces habituales de los escenarios. Es la historia mil veces contada aquella de ¿qué puede hacer un pobre chico aburrido de su patinete en una pequeña ciudad sino montar una banda de rock´n´roll?. The Rills son una prueba fehaciente de la veracidad de esta mágica historia que sus abuelos les han contado porque se la escucharon cantar a unos tipos, por entonces, fuera de toda duda en un canción que se llamaba "Street Fighting Man'".

En una pista de patinaje de la pequeña ciudad de Lincoln, allá por el noroeste de Inglaterra, fue donde se conocieron Mitch Spencer (voz, guitarra) y Callum Warner-Webb (bajo, voces) y donde empezaron a juguetear con las guitarras antes de trasladarse a la cercana ciudad de Sheffield, por aquello de recoger la inspiración y quizás, algo de la magia, que hubieran dejado en el aire una de sus bandas favoritas, Arctic Monkeys, originaria de dicha ciudad. Un breve tiempo, antes de volver a su ciudad por aquello de continuar los estudios y donde se les unió Mason Cassar (batería), para acabar de configurar una estructura de banda, para intentar, ahora sí, dar cumplimiento a la historia tantas veces oída y soñada. 

Malos tiempos para empezar cuando, después de un par de sencillos de música urgente, el mundo optó por un confinamiento defensivo. Sí, lo del COVID modificó los hábitos de vida, y aún sigue generando consecuencias, pero a cambio  surgió la opción, casi la única, de mostrarse al mundo por otros canales nada físicos, lo que desembocó en la utilización de redes sociales, léase TikTok, como forma de mostrar ,lo que "una pequeña banda de idiotas", en palabras de Mitch Spencer. eran capaces de hacer; y funcionó. Cosa de la magia auspiciada en su estancia en Sheffield porque al fin y al cabo su banda inspiradora fue pionera en eso de conseguir notoriedad por los escenarios de Internet. La "criptomoneda" que supone miles y miles de visualizaciones, de "me gusta" y de reproducciones de otro par de sencillos casi autoeditados y dos EP's ("Do It Differently" y "After Taste"), auspiciados por la discográfica Nice Swan Records (English Teacher, Sprints...), les colocaron en tan buena situación como para que la NME les tuviera en sus predicciones de futuro allá por el 2022. La NME hace mucho que dejó de ser un referencia ex-cátedra, pero aún conserva cierto prestigio aunque solo sea por añoranzas de tiempos pasados y mejores. Ahora, casi dos años después y bajo la batuta, en la producción, de Dave McCracken, el tipo que está detrás de algunas referencias de dEUS, Ian Brown o The Rifles, la banda de Lincoln publica su primer larga duración con el nombre de "Don't Be A Stranger".

El ritmo contenido de la batería, la melodía pausada y los coros armónicos de "Seasick" dejan entrever que la urgencia y desparpajo de sus inicios han dado paso a una madurez más que evidente de la banda, y los coqueteos de punk melódico de "I Don´t Wanna Be" que, quizás siguiendo indicaciones de producción, no reniega de ciertos rasgos raperos en su discurso acerca de las limitaciones de vivir en sitio pequeño, lo constata. La evolución desde aquel indie urgente, más vitalista que original, del principio han dado paso a una construcción de canciones mucho más cercana y reflexiva en esa comparativa del amor con la rivalidad subyacente entre dos pilotos de carreras que es "Drive". Y no es la única canción en que los vehículos a motor tengan cierto protagonismo, y de paso hacen coherente la portada del disco con un piloto y su casco en primer plano, ya que la romántica vulnerabilidad de  "Your Dad's Car" representa una canción en formato balada acerca de las experiencias vividas con la compra de una furgoneta de segunda mano  y su "hogar" durante sus primeras giras.

La aceptación de los propios errores es el guion por el que transcurre "Mistake", que continúa manteniendo esa sensación de madurez reflexiva, de crecimiento personal, pero que de alguna manera recupera el espíritu indie, donde los coros del estribillo les delatan, tendiendo puentes con aquellos que les alumbró en un principio y de los  que ahora se despegan, quizás porque en estos días ha quedado un tanto desnaturalizado, aunque lo hagan de una forma tan delicada y tenue como suena la voz en "POV", todo esto desde su punto de vista, valga la redundancia. Ese punto de vista que a poco que te dejes llevar por la cadencia vocal y de notas de esta canción con mayúsculas, otra vez el juego de palabras tonto, quizás recuerden que también The Libertines tuvieron su importancia en los tiempos efervescentes del indie y que vuelven a rememorar en "Bones", el primer sencillo anticipado del álbum y, de lejos, y jugando con la ventaja de que data de finales del año pasado, la canción que cuenta con más reproducciones y la que más deja entrever las influencias de la banda de Alex Turner. Influencias no negadas por otra parte pero que en absoluto condicionan la personalidad propia que destilan canciones como "Dream of You" y su capacidad para traspasar el Atlántico y acercarse a otra de las bandas punteras del estilo, como Smashing Pumpkins, con ciertas reminiscencias guitarreras de "1979" resueltas con uno de esos estribillos absolutamente coreables, de los de reproducir voz en grito ese "todos los días estaremos de fiesta". 

Que la producción, nítida y efectiva, ha resultado no solo muy profesional, sino que además ha dado el impulso necesario a un conjunto de canciones ya de por sí muy atractivas, da fe ese loop de batería de "Sirens', contrapunto rítmico necesario para otro de esos coros infecciosos que en directo suponen un punto álgido, y si no a ver quién se resiste a esos "uuhh, uhhh" que se mecen sobre una melodía tan cariñosa por momentos. La canción 'Stranger' sobre la que se basa el título del álbum suena pausada y dulcemente suave y quizás añora los tiempos de esplendor de ese género sobre el que The Rills han construido un disco de una solidez absoluta "Eres como una película en un VHS, empezando justo donde la dejamos'. No olvidar el pasado supone ser conscientes del presente y no perderse el futuro, y desde luego la pista final, "Angel In The Snow", es un compendio de todos esos tiempos en un broche por todo lo alto a un disco que crea unas expectativas más que ciertas.

Es verdad que desde las islas británicas cada cierto tiempo surgen bandas que apuntan muy alto de principio y que suelen desvanecerse entre la indiferencia posterior al perder esa característica de inmediatez tan propia de los tiempos dispersos y confusos de la actualidad, pero este "Don't Be A Stranger", este debut en la larga duración de The Rills, una banda de jovenzuelos de una ciudad pequeña, destila un aroma de perdurabilidad que no está al alcance de cualquier banda. Sin renegar de sus orígenes indies, este disco, compuesto por un conjunto de canciones, de esas que suena a música real, aporta ciertas características que lo consolidan como una de las revelaciones más fiables del año. Capaces de aunar la magia del indie pretérito con unas melodías claras y concisas, por momentos parecen una reencarnación melódica Buzzcocks, lo mejor de este brillante debut es la sensación de que estos tres tipos son capaces de dar más de sí en próximas entregas, algo que parecen tenerlo claro: "Durante gran parte de ese período inicial, escribíamos canciones para generar expectación; escribíamos canciones para que la gente se enamorara del momento, mientras que ahora, queremos que se enamoren de las canciones” (Mitch Spencer). De lo mejor del año, sin duda.