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Lapido, 25 años como maestro eléctrico


Teatro CajaGranada, sábado, 14 de diciembre del 2024. 
Texto y fotografías: Ricardo Virtanen. 

En este 2024, el cantante granadino José Ignacio Lapido celebraba sus 25 años en solitario. Para ello, convocó dos conciertos sucesivos (13 y 14 de diciembre) en el teatro CajaGranada de su ciudad natal, con el «sold out» desde hace meses de la segunda fecha (lo que había propiciado que abriera el concierto del día anterior). Lapido había sido líder, guitarrista y compositor de la banda granadina 091, con quienes, por cierto, en estos días vuelve a los estudios. Este año, celebrando esos 25 años de carrera, Lapido había reeditado su primer trabajo: "Ladridos de perro mágico", que, en efecto, había publicado en 1999. Este poeta eléctrico o del rock ha sabido labrarse en estas dos décadas y media un camino que lo catapulta entre los mejores compositores del rock hispano, y entre sus letristas más sobresalientes. La actuación en ambos días llegó hasta las dos horas y media, desgranando temas de sus nueve discos, e incluso sumando un guiño a su banda antigua, los 091.

Sonaba por los altavoces una pieza de F. Tárrega, “Capricho árabe”, como preámbulo de lo que se nos avecinaba, en expreso homenaje a su tierra granadina. Con los músicos en escena, su quinteto de lujo habitual, se iniciaba con dos de sus canciones fetiche, ataviado con su vestimenta habitual: traje gris y camisa negra. “Está escrito en la ley” la presentó el Maestro con su voz y guitarra acústica, a la que se fueron sumando todos los instrumentos de manera progresiva. Una vez, impuesta “la ley Lapido”, llegaba “No digas que no te avisé”, otra canción de su magnífico cuarto trabajo: "En otro tiempo, en otro lugar", uno de los más redondos del granadino, y mi preferido, donde letra y melodía consiguen generar la “canción perfecta”.  

Tras “Luz de ciudades en llamas”, tema homónimo de su segundo disco, y única referencia a este disco, el compositor lanzaba, como una bomba de queroseno, “Lo que llega y se nos va”, otra de sus canciones clave. Para entonces los "lapidianos" ya estábamos convencidos de que iba a ser una noche memorable; aquellos que aún no lo eran, comenzaban a inclinar su balanza hacia el lado positivo. Precisamente de uno de los versos de esta canción: “el tiempo, lo soñado y lo real”, nació un título de un libro homenaje a su carrera que se publicó este mismo año, coordinado por Elwes, Gilabert, Jaén, Moreno y Vadell, con multitud de firmas, en un annus, sin duda, mirabilis. 

Llegaba el momento de hablar (aún no lo había hecho el granadino, parco en palabras hasta estos momentos), y fue para referirse a esos 25 años de su carrera en solitario, cuyo detonante fue la publicación en 1999 del disco doble Ladridos del perro mágico, que encaró con el tema homónimo del disco. La anécdota de la noche ocurrió cuando Lapido presentaba “Cuando vuelvan las palabras del exilio”. La canción había nacido en un bar, “como podía haber nacido en una biblioteca”. Lapido adujo que ya la había contado el día anterior, y que “otro día nos la contaría”. El público, entonces, estalló en un terrible vocerío, exigiéndole al cantante que nosotros no íbamos a ser menos que los espectadores del viernes, y así, entre risas, le obligamos a contar la anécdota que generó esta canción, que no era otra que estando en un bar escuchó la frase: “cuando las almejas vuelvan al carril”. Al poco, el ritmo vertiginoso de “Roto”, encendió al público bajo el perseverante bajo de Jacinto Ríos, ex 091, que conducía la canción hacia el éxtasis de los presentes. 

Para entonces, Raúl Bernal, el director musical del evento, y productor de sus discos, iniciaba con su piano los acordes de otro de sus temas mejores, “Curados de espanto”, de su último trabajo de estudio (A primera sangre, 2023), el cual expresa como nada la mejor poeticidad de este juglar eléctrico, que nos habla casi constantemente del paso del tiempo (como buen horaciano), con sus referencias a la cultura clásica (Caronte, Cerbero...), y a los poetas elegíacos de siempre, en un verso nítido, claro y sugerente. Después, fueron desgranándose como una fruta madura excelentes canciones: “Nadie besa al perdedor”, “La versión oficial”, “No queda nadie en la ciudad”, “Lo creas o no”, “Algo me aleja de ti” o “La hora de los lamentos”, del resto de sus discos: "Música celestial", "El alma dormida", "De sombras y sueños" y "Cartografía". 

Todo para llegar a una de las sorpresas de la noche: la recuperación de una de las canciones mejores de los 091: “Espejismo n.º 8”, incluida en el disco "Todo lo que vendrá después" (1995), y última canción que grabó en estudio ese grupo en su primera etapa. La excelente versión de esta noche, bajo el rítmico groove de caja del incombustible Popi González, produjo dos solos memorables: el de Lapido con su mítica guitarra Gibson roja, y el de Raúl Bernal con su moog. Al fin, el riff rollingstonero de “Cuando por fin” finalizaba el concierto (18 temas). De cualquier forma, Lapido nos informaba de que “si le gritamos: otra, otra”, serían como “perros”, y saldrían de nuevo.  

En efecto, la noche estaba perfecta para que José Ignacio Lapido y su banda nos ofrecieran dos bises largos. El primero incluyó cuatro temas. “Con la lluvia del atardecer” es una preciosa balada en 3/8, interpretada sólo con piano y voz, quizá dibujando lo que sus seguidores nos encontraremos en su concierto de Madrid, en febrero del próximo año. Tras la presentación de su banda mítica, llegaban “El más allá” y “El Dios de la luz eléctrica”, si bien antes se conjuraba el éxtasis con “Cuando el ángel decida volver”, con ese inicio apocalíptico: “Cuando el ángel decida volver/ se encontrará con la ciudad vacía/, las tuercas oxidadas, pero abiertas las heridas…”, interpretada muy fiel a la original, donde las dos guitarras se fusionaban a la perfección. Magnífica la labor, por cierto, del guitarrista Víctor Sánchez, siempre en segundo plano con respecto a Lapido, pero aportando maestría y algún solo muy notable en la noche.

Un segundo bis, si cabe más contundente, incluía algunos de sus mejores temas: “Hablando en sueños”, la enérgica y visionaria “Cuidado” (esta vez, Víctor Sánchez fabricando un espléndido solo) y “La antesala del dolor”, esta última de En otro tiempo, en otro lugar, con lo que me reafirmo que este disco, que iniciaba y cerraba el concierto, es el más determinante de los suyos. Justo antes de este temazo final, José Ignacio Lapido, grande entre los grandes, sin acaso el reconocimiento popular que mereciera, ante otros artistas menos talentosos que llenan WiZink Centers, nos conjuraba a celebrar en 25 años “su 50 aniversario”. Seguiremos atentos a este artista único, este Maestro que nos alegra con su poesía directa y exquisita, y esas canciones de perro mágico que siempre llevaremos en nuestros corazones, afortunadamente curados ya de espanto.