Quentin Gas & Los Zíngaros: “El Mundo se Quema”


Por: Javier González. 

Hay que tener mucha valentía para facturar trabajos como “El Mundo se Quema”, una aventura cósmica donde lo imposible se hace real, validando aquel punto del “Manifiesto de lo borde” firmado por los seminales Smash que textualmente decía: “No se trata de hacer “flamenco-pop” ni “blues-aflamencado”, sino de corromperse por derecho”, máxima que el bueno de Quintín Vargas ha llevado hasta sus últimas consecuencias en un trabajo mayúsculo, arriesgado y abierto ante el que sumergirse sin red de seguridad es obligatorio, puesto que dicho voto de confianza se verá recompensado por una infinita pulsión eléctrica capaz de erizar el vello de principio a fin, desbordando por momentos cualquier emoción posible ante esta mezcla de tradición y modernidad sabiamente elaborada.

Un total de dieciséis canciones donde la raíces flamencas retumban con fuerza, magistralmente reinterpretadas por un alumno aventajada, hijo de una dinastía mítica, al que no le tiembla el pulso a la hora de mezclar desde el máximo respeto sus orígenes con psicodelia, krautrock o blues, citando tan solo unos ejemplos, con el propósito de invitarnos a una ceremonia repleta de pellizco, donde no faltan samplers ni saetas, que por su condición bien podría resonar en oscuras cuevas, semanas de pasión y lejanas galaxias con igual resultado, que no sería otra que poner al borde de las lágrimas al más pintado. 

Abren fuego con la apocalíptica “El Sermón de las Montañas”, helando el alma con fraseos tan concretos, directos y concisos como este: “No juzguéis para no ser juzgados/ porque con la misma medida que juzguéis seréis juzgados”, a eso se le llama arrancar sin concesiones, a degüello; para a renglón seguido soltar “Amen”, imperial, digna de un rey de reyes, con su potente base y ecos a saeta enmarcados por vientos marciales y coros que te elevan al mismo cielo, continuando por la senda del mejor rock andaluz con aromas zeppelianos en “Hechuras” y “El Penal”, donde comienzan a desfilar algunos de los colaboradores de lujo de este disco como Perrate y Playback Maracas

Afilan la tensión con los teclados que abren “La Trenza de tu pelo Negro”, aromas copleros con arrebatos de los maestros León, Quintero y Quiroga, en la que de nuevo Playback Maracas intervienen para fundir electrónica y flamenco en pura delicia sonora; poco más tarde, nuestro amigo, Miguelito García, voz cantante de DMBK, se impondrá entre atmósferas árabes-pop-kraut, y el propio Quintín haga suya la reivindicación callejera de “Zíngaro Errante”, entonada en una orgullosa primerísima persona, y “Virgen de los Dolores”, acercamiento a las sonoridades de The White Stripes donde se mueve a las mil maravillas, instantes antes de pasar por la capilla que de forma permanente dejaron instalada en Sevilla los míticos Triana, a los que mira a los ojos en “Fatigas”, tanto en lo musical como en lo relativo a una letra que brilla con hondura, en la que destaca el siguiente fraseo: “el amor es más frío que la muerte/ y mi muerte es no tener tu amor”. 

¿Y qué decir de “Sentencia”? Porque a uno poco menos que se le pasa por la cabeza a Prince arrancándose a cantar flamenco, sorprendente pirueta de la que sale totalmente indemne; canción que sin embargo palidece ante la grandeza de “El Calvario”, composición donde el dolor se corta entre referencias a las habladurías en la que se hace acompañar por Noni, vocalista de Lori Meyers, con un tratamiento similar al “Born Slippy” de Underworld rematadas por unas palmas que saben a bulería, que para el que suscribe es uno de los auténticos bombazos del álbum, y la calidez que aporta la voz de una siempre acertada en las labores de colaboración como nuestra querida Anni B Sweet a “El Volcán”.

Afrontamos la recta final con el latigazo y la oscuridad cazallera de “El Camborio”, la confrontación que muestra el corte titular, “El Mundo se Quema”, y los puntos finales que suponen la experimental “Paripé” y el cierre entre ecos dramáticos de la acertada en su nombre, “Cuando tú te mueras todo va a seguir igual”. 

Tras escuchar “El Mundo se Quema” nuestras cenizas flotan felices en un lugar indeterminado del universo, probablemente a mitad de camino entre la tradición más ancestral del flamenco y la vanguardia absoluta, la que sin temores la emparenta con un montón de sonidos en origen lejanos que aquí, debidamente tratados, cobran sentido y viva emoción. Nos soltamos de la mano de Quentin Gas & Los Zíngaros con la certeza que su valentía y buen tino nos legan un trabajo que bien valdría para inaugurar la cosmogonía de Quintín Vargas como mito de nuestra música. También lo hacemos sabedores de que es probable que el gran público de la espalda a esta propuesta y que por el camino nos toparemos con la lanzada de algún “malaje”, buscando clavarse en el costado para hacer daño y dárselas de purista, pero mucho nos tememos que la semilla plantada le hará recorrer un camino infinito, casi tanto como el viaje que él propone en este álbum.