Mientras su compañero de los Posies, Jon Auer, se encuentra enfrascado en la gira de esos Big Star a los que ayudó a resucitar, Ken Stringfellow nos acaba de soltar una bomba con el que es su quinto trabajo en solitario, y el primero desde “Danzing In The Moonlight” (2012). En esa última referencia que teníamos, ya lejana a día de hoy, el de Seattle se mostraba como a cantautor pop moderno de corte intimista abastecido de distintos recursos sonoros en un disco que resultaba bastante complejo, taciturno y a la postre difícil de digerir.
Es quizás a través de sus trabajos en solitario donde Ken ha querido desmarcarse del power-pop de su banda de referencia, Posies (recordemos que también se ha ido involucrando en otros proyectos harto interesantes: R.E.M., Lagwagoon, Minus 5,…), lo que ha logrado con mayor y menor éxito. Doce años después llega este “Circuit Breaker”, seguramente el mejor trabajo bajo su firma, donde las guitarras poderosas pierden protagonismo a favor del piano y del pop-rock de los setenta, con miradas a lo que hacían en esa época gente como Billy Joel, Harry Nilsson, Leo Sayer, Elton John o Todd Rungren, por nombrar algunos. Aunque el punto de conexión de las once nuevas canciones es en realidad la visceralidad de su autor, pues las nuevas composiciones nacen desde bien adentro, por lo que uno puede percibir cómo la pasión y la sinceridad emergen desde los surcos del vinilo. Ken nos habla de los sentimientos humanos más profundos y universales, y lo hace dando una lección de interpretación vocal, modulando su voz que aparece frágil y dulce en algunos pasajes mientras que en otras luce potente y áspera, en una demostración de versatilidad que resulta abrumadora.
Ejemplo de todo ello es la estremecedora “Trust”, con la que abre el paquete, de estructura creciente, en el tramo final aparece una espectacular parte vocal desgarrada. Con “If That’ s What God Wants” nos muestra su maestría en un estilo ajeno a lo que nos tiene acostumbrados y que lo llega a emparentar con Father John Misty. Su capacidad para la armonía y melodía luce especialmente en el medio tiempo “Tears Tumblin’“, mientras que con la que titula el álbum pega un salto y nos lleva al grunge más guitarrero de los noventa. En “There” se rodea de folk acústico con unos arreglos de cuerdas que junto a su afable timbre de voz puede recordar a nuestro querido Josh Rouse.
En “The Power Out Song (Prettier That It Looks)”, Ken cambia de tercio y tira por la ampulosidad y la épica del soft rock. En “Don’ t Mind The Rain”, de aromas Laurel Canyon, nos enfrentamos ante una pieza íntima con un bonito slide, mientras que en “Our Paradise” encontramos al Elton John más grandilocuente y en “Ride High” saca a relucir toda su rabia contenida. Por cierto, que nadie se preocupe con la voz de ultratumba en la ambiental e inquietante “Waiting”, se trata de un ejercicio experimental que hace con la artista y cantante Lydia Lunch. Se les pasará el susto si escuchan esa pieza pop tan redonda que se titula “Ghost Me”.
Así que si no sabéis qué disco nuevo escuchar y buscáis autenticidad, no lo dudéis, hincad el diente a ese corazón floreado de la portada, porque el nuevo álbum de Ken Stringfellow es una auténtica obra maestra que mucho me temo pasará bastante desapercibida como ha sucedido con muchos de los trabajos de su gloriosa banda The Posies. No siempre el talento gana.