A la mayoría de seguidores de Father John Misty se le suponen las mismas inquietudes y reflexiones que él ha expresado desde los inicios de su carrera solista. Sin embargo, tal vez tengan que escuchar varias veces alguna de sus últimas canciones para calibrar el alcance de las experiencias y pensamientos relatados, algunos de los cuales basculan entre una lucidez demoledora y una introspección que roza la autocompasión. En la senda místico-filosófica que transita, el autor disecciona los problemas y las adicciones de la sociedad moderna y apunta síntomas de males endémicos. Mirando hacia adentro, porque en la autobiográfica “Josh Tillman and the accidental dose” transforma un peligroso viaje de LSD en una preciosa travesía soul adornada con violines.
Es sólo uno de los múltiples ejemplos de desdoblamiento emocional, superando reencarnaciones (el título del álbum se traduce por “el gran crematorio” y deriva del dietario de meditación hinduista que apunta al final del ciclo vital como el único remedio contra la eternidad) y superponiendo capas de sonido y orquestaciones a unos temas que, en el caso del titular, ondean en los arreglos de Drew Erickson y la solemnidad también común a “Chloë”, la conexión con su anterior trabajo, donde advierte del opio para ignorantes que es la religión, pese a que sus convicciones trascendentales son el leit motiv de cortes como “Being you” y “Summer’s gone”, sumergiéndose esta vez en la raíz americana de una música que jamás renegó de ellas.
Si miramos por el retrovisor, a Tillman siempre le acompañaron nombres como los de Ginsberg, Dylan y toda la cultura beatnik que modelaron el monstruo creativo que es ahora. Puede sorprender, aunque tenga cierta coherencia, que la avanzadilla de este “Mahashmashana” fuera un descomunal hallazgo de funk elegante y diablos en la memoria como “I guess time just makes fools of us all”. El tiempo, otra vez, alargando y acortando certidumbres y desmanes. En “Mental health” vuelve a ser el crooner notable que a algunos nos parece probablemente su mejor versión, con un ambiente onírico perfilado por los arreglos de saxo, y en “Screamland” bascula al pop electrónico con la ayuda inestimable de Alan Sparhawk, de los diezmados Low, una asociación lógica por lo que tiene de cómplice. Tampoco ignora la faceta que lo vincula al rock nervioso, y aunque la directa “She cleans up” aparece acreditada a los suecos Viagra Boys por una mera cuestión de derechos, no se trata de una colaboración sino de una mera inspiración. Una forma elegante de evitar conflictos y preservar la elegancia.
Una vez más comprobamos cómo perfiles como los de Father John Misty siguen siendo necesarios en momentos de desapego y distancia por todo aquello que huela a búsqueda artística y planteamientos al margen del mainstream y contaminaciones acústicas varias. En esta ocasión no sólo expande y solidifica los hallazgos del pasado, sino que además cuenta cosas importantes que pueden sucedernos sin que seamos demasiado conscientes de ello. Lo dicho: Quemarnos para renacer; rehacernos para florecer.