A lo largo de este curso musical se cumplen 45 años desde que la sala más mítica de Madrid abriera sus puertas. Probablemente ninguno de los implicados en aquel proyecto pudiera imaginar que tanto tiempo después “El Sol” permanecería al pie del cañón, pero mucho menos que lo hiciera convertida en un referente absoluto para la música estatal desde hace décadas. Un recinto que ha visto nacer, crecer y morir un montón de movimiento y etiquetas: de la new wave a la Movida, de la independencia al grunge... una tras otra han ido cayendo, mientras el recinto capitalino permanecía en pie, dando soporte y regalando vivencias a los amantes del ritmo.
Porque en “El Sol” todo ha girado siempre alrededor de la música; allí hemos vivido tantos conciertos míticos que serían imposibles de enumerar; nos han dejado pasear nuestro yo más noctámbulo, fiestero y canalla, mientras José Lanot, fenomenal bajista, otrora dj y ahora técnico de sonido de la sala, nos ponía a bailar mostrando su fino paladar melómano con cuidadas selecciones de hits atemporales para disfrute de canallas de toda condición.
Allí hemos vivido experiencias que recordaremos eternamente, aunque para algunos de nosotros la vinculación con la sala traspasa toda lógica, habiéndonos impactado en lo emocional y sentimental de forma rotunda. Cada velada ha sido un abrazo sincero y profundo por parte de cada trabajador. Desde la gente de contratación y producción, pasando por camareros y personal de ropero, hasta el mítico equipo de controladores de accesos - capitaneado por el eterno saber estar de Fernando Calvo-. Fueron ellos quienes desde el segundo uno nos hicieron sentir como parte de la familia, algo de agradecer en el siempre complejo centro capitalino donde el peligro acecha a cada esquina y en el que el brillo de las luces pueden confundirnos al más puro estilo Max Estrella. Su forma fraternal de mirarnos hizo que el descenso por la imbricada escalera de caracol, la que llevaba al paraíso sónico, tuviera desde el momento inicial más seguridad que la otorgada por un DNI que en aquella época todavía lucía una tierna edad universitaria.
Celebrar este cumpleaños con una entrevista era un acto de justicia poética para una sala sin la que El Giradiscos nunca hubiera posible, para ello hemos contactado con Raúl Díaz García, programador de eventos y conciertos, con la idea de hablar largo y tendido sobre este rincón exquisito e histórico que forma parte de la biografía musical de cualquier buen aficionado que se precie, el cual promete cumplir por lo menos el medio siglo de existencia con la salud intacta que muestra hoy.
Durante este “año musical” vais a estar celebrando el 45 aniversario de la sala “El Sol”, un epicentro de la cultura madrileña que permanece abierto desde 1979, donde la música siempre ha sido el “leiv motiv” de su existencia. En primer lugar, queríamos felicitaros y preguntaros, ¿cómo afrontáis esta efeméride tan potente?
Raúl: Es ilusionante participar de un proyecto como este, histórico y vigente. Además del apoyo del público, que es lo más importante, y del interés de artistas y promotores por participar de nuestra programación y de esa historia compartida, también es motivo de celebración el seguir contando en nuestro equipo con compañeros y compañeras que, en algunos casos, han acompañado la actividad de El Sol casi desde su inicio. El mundo de los conciertos es algo volátil, y esta sala, que es de todos, permanece y goza de buena salud.
“Tenemos por delante doce meses de celebración”
Para todos aquellos que no sepan en qué va a consistir. ¿Qué habéis preparado para conmemorar dicha cifra? ¿Cómo se prepara un aniversario de esta envergadura?
Raúl: Justo antes del único periodo de cierre forzoso de la sala -por la pandemia- habíamos celebrado los primeros 40 años de actividad ininterrumpida de El Sol. En 2021 volvimos a estar en marcha. Hoy estamos disfrutando del periodo con mayor número de eventos de toda la historia de la sala, con conciertos de lunes a domingo, más las noches de clubbing. Diría que eso es parte de la celebración porque, por un lado, es un hito; por otro, nos deja menos margen a sumar fechas de aniversario exprofeso. Aún así, estamos disfrutando de grandes momentos: como el regreso especial del Anti-Karaoke el día de nuestro 45º Aniversario -el 9 de octubre-, un concierto especial al día siguiente con Airbag, un de las bandas icónicas de nuestra historia y que acostumbra a hacer aforos que cuadruplican el nuestro. Y seguimos con artistas de nuestra historia que han querido venir este año: la gira de despedida de Gigolo Aunts, la doble fecha de Redd Kross, el concierto especial de Evan Dando… también eventos con bandas prometedoras y emergentes, un ciclo especial cuyo anuncio está a la vuelta de la esquina, la segunda edición de Los Soles, etc.
Van a ser doce meses de celebración.
De entre todas las citas y sorpresas que nos vais a regalar. ¿Cuáles nos recomendarías no perdernos y por qué?
Raúl: Os animo a estar atentos a nuestra agenda. Se da la circunstancia de que, en este periodo de tanta actividad, estamos gestionando un calendario que se cierra con casi un año de antelación en muchas de las fechas. Pero luego los anuncios, a veces, se hacen con mucho menos tiempo. Como os comentaba antes, nos esperan sorpresas del mismo calibre de los nombres icónicos que ya han pasado en octubre y noviembre por nuestra sala en este año especialmente señalado.
¿Qué diferencias podremos encontrar entre este “cumpleaños” y aquellos que tuvieron lugar para conmemorar los 30, 35 y 40 años?
Raúl: Por nuestro 40 aniversario, además de una programación de calidad, hicimos un ejercicio de recuperación de le memoria histórica de El Sol. Las escaleras de caracol que dan la bienvenida a la sala se convirtieron en un museo de esas cuatro décadas. Hubo un encuentro histórico especialmente emotivo, con algunos de los primeros socios de El Sol reuniéndose tras no verse en varias décadas. Ese espíritu de puesta en valor de la historia y de la primera época de la sala sigue vigente -hace poco rendimos homenaje a Bernardo Bonezzi, también a Eduardo Benavente, en sendos eventos que fueron muy emocionantes-, pero creo que este aniversario hemos querido acercarnos también a nombres históricos que lo son de la época de consolidación de la sala con una programación musical recurrente. Eso pasa a partir de los 90, especialmente. Y de alguna manera, con las bandas jóvenes que están formando parte de nuestra programación este otoño -y seguirán los meses próximos- se renueva ese espíritu de atender y crecer a partir de acoger una variedad de estilos, de lo que está pasando.
“Por aquí han pasado muchos grupos que, a partir de un lleno en El Sol, se han decidido a perseverar sintiendo que su carrera había dado un salto cualitativo”
Hay gente que no es muy consciente de la importancia de las salas en el tejido cultural de las grandes ciudades, en este caso Madrid. ¿Qué aporta una sala como “El Sol” a la capital?
Raúl: Felizmente, El Sol obtuvo el mismo año de su 40º Aniversario, la placa que luce en la fachada, como primera sala de conciertos que se incorporaba a esa selección de espacio parte de la memoria oficial de Madrid. Creo que El Sol lleva en la memoria de los madrileños, y de los que visitan la capital, desde que empezó a funcionar. Esa pervivencia y renovación, seguro, aporta un punto de referencia que nadie quiere que se pierda. Además, desde el punto de vista práctico, creo que aportamos un espacio abierto, diverso y una sala que, por su situación, tamaño y experiencia de su equipo técnico y humano, es clave en la buena salud de la música en vivo. Por aquí han pasado muchos grupos que, a partir de un lleno en El Sol, se han decidido a perseverar sintiendo que su carrera había dado un salto cualitativo.
¿Cómo es el día a día de trabajar para que “El Sol” siga siendo un referente musical a nivel estatal?
Raúl: Es un trabajo gratificante, pero también muy exigente. Las salas de conciertos de este tamaño, desde un punto de vista empresarial o de organización, son entes pequeños. Cuando se trabaja para multiplicar la programación, en cantidad, variedad y no perder la calidad que ha dado prestigio a El Sol desde siempre, muchas veces nos abocamos a un ritmo de trabajo que es cansado, con horarios de oficina más horarios de tarde y noche. Creo que el fuerte sentimiento positivo que genera El Sol en el público y en los artistas es lo que nos da un empuje extra para mantener ese compromiso con un trabajo, como digo, exigente, pero también con un fuerte poso vocacional.
“Llenar El Sol, como mínimo, da a quien lo consigue la sensación de que su proyecto musical merece la pena y que debe perseverar”
Siempre he defendido una máxima: “si una banda llena “El Sol” puede llegar a vivir de la música”, algo que tú has indicado con otras palabras un poco más arriba. ¿Compartes mi reflexión radicalmente?
Raúl: Creo que es un primer paso. La comparto al 100% como leit-motiv a partir del cual ilusionarse, motivarse y trabajar para ello. Luego hay multitud de circunstancias que hacen que, vivir de la música como músico, sea un reto enorme. Lo que estoy seguro es que llenar El Sol, como mínimo, da a quien lo consigue la sensación de que su proyecto musical merece la pena, y que debe perseverar con ello.
¿Cuántas bandas has sentido en primera persona que se “confirmaban” en “El Sol”? ¿Puedes decirnos algunas que ahora sean referencia?
Raúl: Hay ejemplos históricos que, además de confirmarse llenando El Sol, despegaron, se consolidaron y han querido en muchos casos volver cuando se habían consagrado, como han sido Amaral, Vetusta Morla, Zahara, La Mala Rodríguez, Dover… la lista sería larguísima. Hay casos recientes, como podrían Carolina Durante o Cala Vento. Y también se da con proyectos internacionales que, a partir del paso por El Sol con un sold out rotundo, saltan a grandes escenarios. Recuerdo como, por ejemplo, el público que llenó la sala para ver a Nation of Language sentía que estaban teniendo el privilegio de disfrutar de cerca a un grupazo que, al poco, sólo podrían volver a ver en festivales, que puede ser muy disfrutable… pero que es sin duda otra cosa.
Desde hace unos años la propuesta musical de la sala se ha ido modificando, dando cabida a otros géneros como el urbano y el techno. ¿Cuál es el estado de salud actual de la misma?
Raúl: La música urbana, en muchos sentidos, es la gran dominadora actual. Sin embargo, su encaje en salas de aforo medio es complicada en cuanto a conciertos, pues se puede dar la circunstancia de que artistas que son grandes a nivel de gira, no lo sean tanto en venta de entradas. O que, aunque lo sean -pues hay llenazos en aforos mucho mayores que el nuestro-, no estén ligados a una de los aspectos clave de la música en directo según el modelo actual, del que participa El Sol y la práctica totalidad de salas y espacios de gestión privada: para que la sala no pierda dinero con un concierto, éste debe generar ingresos en barras. La música urbana, en concierto, está a veces un poco peleada con esa parte hostelera de nuestro negocio. Aún así, procuramos y conseguimos que esté representada en nuestra oferta, pues es una de las claves en la conexión y renovación generacional de nuestro público que, por fortuna, mantiene a fieles de todas las edades, e incorpora a jóvenes que, creemos y deseamos, seguirán siendo público de El Sol las próximas décadas. A la vez, aunque esa parte la gestiona mi compañero Veguin, como programador de El Sol club, los estilos de música urbana y electrónica tienen una representación clave en nuestra programación de noche. Que es por añadidura un entorno del que cabe aprender mucho en cuestiones asociativas, de igualdad y diversidad, y de formas de ocio que son complementarias a las que atesoramos los veteranos de los conciertos.
“Ojalá podamos mantener la atención sobre las necesidades de los afectados, a nivel económico, de apoyo social y de sostén emocional”
Sois una de las salas que a lo largo y ancho de nuestra geografía está participando en la iniciativa “Som València”, una serie de conciertos con un montón de bandas y artistas incluidas, cuyos beneficios irán a parar íntegramente a los damnificados por la DANA que asoló las provincias de Málaga, Albacete y Valencia, también posteriormente algunos puntos de Cataluña. ¿Cómo surgió esta iniciativa? ¿De qué forma se armó todo esto a tal velocidad?
Raúl: A nosotros la iniciativa nos llega de la mano de promotores como son Alan Queipo y Javier Ferrara, de Sound Isidro / Mazo Madriz; también Mar Rojo, antecesora en la dirección de la programación de conciertos de la sala, amiga muy querida y una figura muy importante de la industria musical desde asociación MIM; y un paso más allá está el impulso de multitud de oficinas, promotoras, Bookings, managements y artistas. Fue necesario un trabajo rápido efectivo, fue exigente y, creo, el resultado fue importante, pues se consiguió recaudar una cantidad significativa y enviarla a una asociación muy fiable para asegurar que serviría de ayuda a unas poblaciones que se han visto sacudidas por una catástrofe difícil de asimilar. Ojalá podamos mantener la atención sobre las necesidades de los afectados, a nivel económico, de apoyo social y de sostén emocional. Y ojalá se trabaje de la mano de la planificación, la ciencia, la técnica y la solidaridad, para evitar en lo posible desgracias así.
Este hecho ha propiciado una unidad, tanto en el pueblo español, como entre diferentes actores inmiscuidos en el ámbito musical que no siempre vamos de la mano: salas, artistas, agencias de promoción, periodistas, etc…
¿Crees que podría ser un buen comienzo para buscar unidad en defensa de los creadores y salas de conciertos, tan azotados por leyes injustas?
Raúl: Pienso que el punto de encuentro alrededor de la causa de “Som València” es más factible, porque ante una desgracia así, nos reconocemos más fácilmente en el otro, estamos más dispuestos a ponernos codo con codo y no pensar tanto en las diferencias. Es hermosa esa capacidad humana de vincularnos y apoyarnos. Creo que en un ámbito de emoción contagiosa, pero de perfiles laborales atomizados y precarios, como se dan en muchos ámbitos de la música, sería muy positivo poder llevarnos ese impulso para acordar y plantear exigencias de cambio en las cuestiones en las que, como bien señalas, el entorno legislativo y administrativo es poco razonable o, directamente, injusto. Pero lo veo complicado, porque la propia precariedad hace difícil mirar más allá. Sin embargo, creo que haríamos bien en mirarnos, como industria cultural, y apreciar la capacidad de vinculación, organización y activación que hemos demostrado en momentos clave, como puede ser este o -aún reciente, aunque tiente querer borrarlo por lo que tuvo de traumático- como hubo todo tipo de iniciativas de resistencia y reinvención durante y tras el parón pandémico.
Si estuviera en tu mano poder arreglar algo de la legislación para salas de música en vivo. ¿Qué aspectos ves urgente reformar? ¿Por qué?
Raúl: Creo que me falta conocimiento para formular propuestas concretas. Pienso que hay aspectos que tienen que ver con una realidad de precarización del trabajo en España, en general. Y de manera especialmente acusada en algunos ámbitos -como el de las industrias culturales, para la mayoría de sus trabajadores-, con salarios y condiciones contractuales que son muy inferiores a las de los países europeos a los que deberíamos aspirar a acercarnos. Creo que en muchos de esos países hay valoración más consistente alrededor de las necesidades para la buena salud económica de la cultura -y de la salud física y mental de sus trabajadores-. Supongo que el camino a seguir avanzaría por varias vías: campañas de sensibilización para reducir la idea de que la cultura “es gratis”, mejora de los salarios y de la renta disponible de las personas e incentivos para que haya más gasto en ocio cultural, políticas de redistribución acertadas y que atenúen la importancia del vínculo música-alcohol, un mejor ajuste entre la realidad del creador o del trabajador cultural autónomo y las obligaciones fiscales y administrativas que soporta. Y, en general, un cambio de visión contundente: que por dedicar tus esfuerzos a una profesión vocacional, dichos esfuerzos no deben estar ni menos reconocidos, ni peor recompensados. Sí que ha habido, a través de diversas iniciativas de ayudas y subvenciones, ciertos movimientos que valoro positivamente, como esfuerzos de mejora o “profesionalización” de estos ámbitos. Pero desconozco la capacidad de transformación real de los mismos de una industria tan ligada a la hostelería, y en la que se arrastran salarios bajos, vínculos contractuales precarios y un pasado reciente con mucha economía sumergida. Y, a la vez, muchas regulaciones que atender, una gran carga impositiva para los trabajadores autónomos -que son muchos en este ámbito- y una representación colectiva muy deficiente para exigir cambios.
¿Qué retos os planteáis para los próximos años? ¿Podremos celebrar el 50 aniversario de “El Sol”?
Raúl: Estoy convencido de que habrá 50º Aniversario y creo que también 60º y posteriores. Aunque no estemos para verlo, quiero pensar que el trabajo de ahora puede ser parte de un futuro brillante de El Sol, como una sala de conciertos centenaria en Madrid, en la que un siglo después sigue viniendo gente de todas las edades, a emocionarse, disfrutar, conocer gente con gustos afines o distintos, y a descubrir nuevos grupos y corroborar lo maravilloso que es ver a sus artistas favoritos, de cerca, con un sonido estupendo y actuando delante de cortinas rojas. No hay fondo mejor.