Cuando uno tiene diecisiete años y le da por ponerse a escribir a horas en las que ya se debería estar en la cama, el resultado no siempre es un adolescente cansado al día siguiente… a veces salen cosas maravillosas. El joven Sloan Struble es un experto en eso de trabajar encerrado en su burbuja, sin atender a convencionalismos o pautas, disfrutando simple y llanamente del arte que crea.
Más conocido como Dayglow, Sloan comenzó jugando a ser músico con un par de instrumentos en su habitación; ahora, unos añitos después, los fans ocupan las aceras a las puertas de los garitos donde toca. Aunque es innegable que su fama ha aumentado, él parece haberse rendido ante la nostalgia de sus primeros coqueteos con la música. Y ha dado en el clavo.
Todo empezó en 2019 con el galimatías mental de cualquier chaval; y qué mejor que bautizar su primer álbum en honor a ese lío cerebral. “Fuzzybrain” fue un debut fuerte: en sólo diez pistas es capaz de resumir el espectro completo de emociones de la juventud. Los colores de la tristeza, la alegría, la euforia, la melancolía de una vida que apenas ha comenzado aún… Todos quedan estampados en tus oídos con una música simplísima (en el mejor sentido de la palabra), delicada cuando toca y alocada cuando se tercia. Y todo de la única mano del jovencito Dayglow, armado siempre con su teclado y su guitarra y atrincherado en su habitación.
Nos lo dio todo: el quiero comerme el mundo con “Run the World!!!”, la inseguridad y los complejos con “Hot Rod”, el miedo a las nuevas etapas con “Junior Varsity” y una madurez bestial (y aún desconocida) en la canción que da título al álbum: “Fuzzybrain”. Sin embargo, fue el tema “Can I Call You Tonight?” el que se filtró rápidamente en la memoria musical del público. Te gustara o no el indie, cada día escuchabas la voz de Dayglow con esos ecos a lo retro preguntando si podía llamarte esta noche, todo gracias a las redes sociales.
La viralización de este tema sacó a Dayglow del anonimato, siendo este el primer punto de inflexión de una carrera metamórfica en muchos aspectos. El joven Sloan seguía creciendo, pero aún no abandonaba sus colores característicos. “Harmony House”, su segundo álbum, mantiene mucho espíritu del pelotazo de “Fuzzybrain”, si bien se notaban levemente unos tintes algo más comerciales. Todo el disco sigue un mismo leitmotiv, que aparece literalmente en cada una de las canciones. Cuenta una historia, al fin y al cabo, que nos trae de vuelta esas dudas propias de la juventud para después romperlas con algunas reflexiones muy maduras. El tema “Woah Man” habla de dejar atrás las cosas que nos hacen daño para poder crecer, como también explica en “Like Ivy”, mientras que “Crying on the Dancefloor” refleja una ruptura de corazón.
Este abanico de emociones e ideas, que ya plantaba en su primer álbum y comenzó a abrir las alas comerciales con “Harmony House”, alzaría el vuelo con “People in Motion”… para volar demasiado lejos. La propia portada del álbum ya extrañaba, y no recordaba en nada al trabajo anterior del músico. Aunque queda más que patente todo el trabajo que hubo detrás, lo que la mayoría del público sentía era una sensación de alienación. Dayglow ya no era un chaval cantando unos versos en sucio desde su cama; de pronto, se había convertido en una súper producción que eclipsaba su verdadero ser.
“People in Motion”, centrado en retratar el frenesí de la actualidad, tiene temas interesantes como “Then It All Goes Away”, o “Like She Does”, pero entre estas canciones producidas a la perfección y los créditos interminables se echaba de menos el sonido errático, los videoclips con el presupuesto de un estudiante que sólo quiere pasárselo bien y, a fin de cuentas, un sentimiento verdadero tras todo ello.
Pero no todo fue en vano, ya que el propio Dayglow pareció darse cuenta de que ese no era él, y se propuso limpiar con saña el espejo hasta recuperar un reflejo fiel. Así, este año nos ha regalado un álbum que se despoja de todo exceso, que vuelve a volcar los sentimientos en puntitos en el pentagrama, que simplemente se llama “Dayglow”. Como en el anterior lanzamiento, la portada ya es toda una declaración de intenciones. La cabeza de plastilina que ponía cara (literalmente) a “Fuzzybrain” parece haber cobrado vida en “Dayglow”; un buen guiño a los orígenes y a esa simpleza tan bonita que tanto echábamos de menos.
Por si eso fuera poco, la primera canción del disco es “Mindless Creatures”, una nueva interpretación del primer tema que Sloan dio a conocer ya con el alias de Dayglow, antes de “Fuzzybrain”. “Mindless Creatures” habla de lo que ya le preocupaba unos años antes: cómo cambian los tiempos. “But way back when in my days / It was so different, not as crazy / Now all I see are just mindless creatures”, declara con fuerza en el estribillo, mientras que en las estrofas reflexiona sobre cómo han cambiado las cosas para él.
Esta no es la única canción que echa la vista atrás. Si antes creíamos que con “People in Motion” Dayglow alzó el vuelo, él nos lo niega con “Cocoon”, canción en la que afirma que pasó demasiado tiempo en la crisálida. El buen rollo que transmite su melodía nos hace pensar que cuando realmente ha podido echar a volar ha sido ahora, aceptando los cambios de su juventud: ya nada volverá a ser igual, pero a pesar de todo ha encontrado su verdadero ser.
Por otro lado, “Every Little Thing I Say I Do” vuelve a esas melodías pegadizas y locas del comienzo de su carrera, y la diversión por la que ha pasado el cantante se puede sentir con sólo escuchar otros temas como “Nothing Ever Does!!!” o “What People Really Do”, lo que hace más felices aún a sus oyentes.
Dayglow acaba de terminar su última gira, la más grande hasta ahora. A pesar de ello, Sloan no ha cambiado tanto. Han pasado muchas cosas desde aquel “Fuzzybrain” que tanto nos enamoró, pero su música sigue reflexionando sobre lo mismo: crecer. Crecer, con sus cosas malas y cosas buenas, con sus locuras y sus momentos maduros. Crecer pasándolo bien haciendo lo que a uno le gusta. Y es maravilloso que Dayglow haya podido completar su metamorfosis para, finalmente, volver a unas bases tan auténticas como las suyas.
Así que la próxima vez que sepan de un joven que trasnocha más de lo que debería en nombre del arte, perdónenselo sólo por esta vez: puede que sea el próximo Dayglow.