Teatro Coliseum, Madrid. Lunes, 4 de noviembre del 2024
Texto y fotografías: Álex Fraile.
Suele decirse que las canciones tienen efectos curativos, que sirven para evadirnos de nuestras preocupaciones. El propio Leonard Cohen señalaba que «la música es la vida emocional de la mayoría de la gente». Estas afirmaciones cobran sentido estos días en los que cuesta más que nunca escapar de la realidad por todo lo que está ocurriendo no lejos de nuestros hogares. Las inundaciones de Valencia nos afectan a todas y todos. Resulta literalmente imposible no pensar en otra cosa. Una sensación de impotencia, de profunda tristeza se ha apoderado de nosotros. No queda otra que buscar refugio en nuestra mente para sobrellevar tanta desazón.
Todas las personas que acudimos el lunes por la noche al Teatro Coliseum de Madrid, a buen seguro que sentimos un halo de esperanza, un cierto alivio, aunque fuese durante la hora y media que estuvieron sobre las tablas los Tindersticks. El combo de Nottingham volvía a la capital apenas dos años después de su última visita. En aquella ocasión – allá por enero de 2023 – estaban de celebración. Festejando sus treinta años de existencia. Ahora, la excusa no era otra que la presentación del último disco: el sofisticado y brillante "Soft Tissue".
Tindersticks siempre se han caracterizado por ir a contracorriente, fieles a su propuesta intimista, alejada de texturas comerciales. Su extensa carrera da buena fe de ello. Pocas bandas son tan honestas y fieles a sus principios. Aunque resulte un tanto ambiguo, Tindersticks suenan a Tindersticks. Al igual que ocurre con los grandes pintores o artistas con los cuales basta observar una determinada obra para identificar de quién se trata, Tindersticks tiene por bandera la inconfundible y cautivadora voz de Stuart Staples que se mezcla con sutileza y perfecta armonía con las elegantes melodías fabricadas por sus cuatro compañeros de combo: David Boulter – teclados –; Neil Fraser – guitarra –; Dan McKinna – bajo –; y por Earl Harvin a la batería y percusiones. Con estas premisas nos preparábamos para disfrutar una nueva velada junto a esta banda atemporal. ¿Lograrían cautivarnos y sorprendernos cómo si fuese la primera vez? A priori, leyendo algunas de las últimas declaraciones de Staples, pintaba bien. «Como banda, nos sentimos en la cima de nuestro juego, en un punto dulce». «Si estás abierto a la música, ocurren cosas. Si tienes la mente cerrada cuando estás sobre un escenario, eso se convierte en una broma. Si la tienes abierta a los sentimientos del resto de la gente... Si estás abierto, la música te encuentra».
«El espectáculo comenzará en cinco minutos». Una voz en off nos indicaba que en efecto estábamos en un teatro. En plena Gran Vía madrileña, pero en un teatro a fin de cuentas. Pasado el tiempo de rigor, se apagaron las luces generales y bajo unos tenues focos apareció la banda. Tímidamente, con cierto pudor, fueron ocupando su lugar en el escenario para iniciar el primero de sus dos conciertos en España.
La noche comenzó con sobriedad, en clave de spoken-word. How He Entered marcó la pauta de un tramo inicial pausado donde la voz de Stuart sonaba cada vez más envolvente a medida que se mezclaba con la música. Una música interpretada con sutileza, dónde cada instrumento está al servicio del conjunto. Las canciones de los Tindersticks poseen un cierto componente pictórico, combinando tonalidades claras, oscuras y melancólicas.
Llegó el turno de "Falling, the light". La primera canción que interpretaron del último disco. Una suerte de nana hipnótica que dio paso a una Nancy marcada por un deje turbador, medios tiempos y los coros de McKinna. Apenas se escuchaba un susurro, pero el grupo desde luego empezó a conectar con el público. "Second Chance Man" fue in crescendo mientras que la confesional "Lady with the Braid" – versión del tema de Dory Previn – impregnó el ambiente de un dulce toque jazzy. La banda, perfectamente engrasada tras más de un mes de gira por Europa y Reino Unido, jugaba a la perfección con los tiempos y las formas. La cinematográfica "Willow" dio paso a la atmosférica y onírica "The Bough Bends" para a continuación hacernos volar con "Medicine".
Los temas de "Soft Tissue" cobraron especial protagonismo a mitad del concierto como si de uno de los clásicos de la banda se tratase. "Turned My Back" – con esas cajas de ritmos y esos adictivos coros a modo de mantra – nos recordó que debemos sentirnos libres, todo ello mientras Staples parecía levitar agitando su cuerpo y viajando con su mente, feliz, sin rumbo. Sin lugar a dudas uno de los momentos de la noche junto a la magnífica "Slippin’ Shoes".
La catártica "New World" presagió la despedida mientras un visiblemente emocionado Stuart nos recordaba que eran tiempos difíciles al pensar en el pueblo valenciano. Tras una sentida ovación la banda se retiró unos instantes para volver después con la intimista Stars at Noon que sirvió de antesala a los ritmos cálidos de "Pinky in the Daylight". "For the Beauty" fue la elegida como epílogo. Esta hermosa balada sonó más cruda que nunca al tiempo que Staples con su voz de barítono nos invitaba a sentir, vivir, amar, probar y volar. Se encendieron las luces y nuestros cinco protagonistas se dirigieron con rubor al centro del escenario para despedirse de todo un teatro a sus pies.
Tindersticks logró detener el tiempo con sus precisas melodías, haciendo gala de su infinita clase. Tenía razón Stuart. Si estamos abiertos, la música nos encuentra y ocurren cosas maravillosas.