Sala Apolo 2, Barcelona. Miércoles, 6 de Noviembre del 2024.
Texto: Àlex Guimerá
Fotografías: Ana Hernández.
Si existiera una Escuela de Rock como la de la película de Richard Linklater, yo seguramente apostaría por los hermanos McDonald para que impartieran el curso de actitud "rockandrollera". Pues pocos tipos en la franja de edad de los sesenta años son capaces de ofrecer un show tan enloquecido y energético como el que dan Steve y Jeff, algo de lo que podemos dar fe por lo que pudimos ver el pasado día 6 en la Sala 2 de Apolo. Pero vayamos por partes...
Este año los Redd Kross han publicado un homónimo disco doble con el que han recibido grandes críticas después del algo incomprendido “Beyond The Door” (2019). Como excusa para promocionarlo, este otoño se encuentran enfrascados en una gira europea con siete shows en nuestro país tras los cuales los californianos volverán hacia su tierra a seguir liándola.
Así que, ansiosos de rock'n'roll, acudimos a una cita que tenía como telonero a Dale Crover, quien haría doblete tras su set acústico en solitario aporreando los tambores junto a los cabeza de cartel. El que fuera miembro de Melvins y por poco tiempo de Nirvana, presentó su tercer álbum como solista, “Glossolalia” (2024), y lo hizo al mando de la acústica para desplegar piezas como la que titula el álbum (coescrita con Tom Waits, por cierto) o una versión de “Harvest Moon” de Neil Young, al que también se atrevió a imitar en estética y gestos. Quizás la guitarra se escuchó demasiado pesada, pero el clima íntimo y las canciones motivaron a muchos a hacerse con una copia del vinilo.
Tras apenas tiempo para escuchar una buena selección de temas de los sesenta ("The Letter", Box Tops), la recogida y llena Sala2 de Apolo recibió cálidamente a los Redd Kross cuando aparecieron a escena luciendo sus habituales atuendos blancos de corte hindú y pintura de colores por encima. Ya en el arranque pudimos comprobar ese salvajismo, esa rebeldía y ese descaro rockero que desgraciadamente las nuevas generaciones van perdiendo en pro a cierta “profesionalidad”. Pero qué queréis que os diga, ver a esos tíos con esa actitud adolescente saltando, montando sus numeritos, agitando al público y divirtiéndose encima de las tablas hace que uno se contagie y se lo pase fabulosamente. Encima si muestran músculo instrumental y vocal la cosa se pone seria, ya que el bajo de Steve sonó genial, los solos de Jeff y Jason Shapiro iban a toda pastilla, y la batería de Dale fue el latido efervescente que iluminó toda la velada. Quizás hay que apuntar algunos problemillas en la sonorización, aunque ante tal despliegue artístico la cosa quedó en anécdota.
Y qué decir del repertorio, que incluyó desde unas tempranas “Stay Away From Downtown” y “Uglier”, del maravilloso álbum de vuelta “Reserching The Blues” (2012) , a “Pretty Please Me” y “Mess Around”, del "beatleiano" álbum “Show World” (1997), pasando por las ochenteras y garageras “Linda Blair” y “Neurotica” o esa gema bubblegum como es “Annie’ s Gone”. En medio no faltaron las nuevas “Candy Colored Catastrophe”, “I’ ll Take Your World For It” o “Born Innocent”, esta última presentada por Jeff gritándonos: “¿Hemos nacido inocentes? ¿Habéis nacido inocentes? ¡Todos somos inocentes!”.
Maravilloso repertorio de pop poderoso, que se dejó por el camino enormes canciones (todas no caben), formidablemente interpretado con buenos coros y guitarrazos. Para la parte final nos regalaron dos versiones como la salvaje “Crazy Horses”, de The Osmons, con su riff pesado y “Deuce”, de los Kiss, otros magos del espectáculo en los conciertos de rock. Porque supongo que de eso se trata, de dar un buen show.