Por: Kepa Arbizu.
La lírica de Antonio Gala dibujó las calles de su ciudad natal, Córdoba, “hechas para andar despacio, detrás de la sorpresa”. Parte de ese calmado caminar, dispuesto a ser mágicamente interrumpido por el hallazgo inesperado, contaba en una de sus avenidas con un morador que entregaba su portentosa voz a todo aquel paseante que cruzara frente a su “escenario”, entregándoles rutilantes pedazos de la historia del blues. Un género que dicho músico, anónimo para su público nómada pero que responde al nombre de Pablo Carrascal, empleó para encarnar sus proyectos grupales, ya sean el dúo La Pana Bothers o la banda Doggy Blue, pero que paradójicamente, o puede que quizás no tanto como pudiera parecer en un primer momento, pierde su protagonismo, cediéndolo a sonidos más campestres, en lo que supone su debut en solitario, el EP “Come to Realize”.
Como manda la tradición de los ilustres songwriters, solo una voz, sobre todo si cuenta con los privilegios ostentados por las de este compositor, y una guitarra, siempre y cuando sea tañida con la maestría que atesora este intérprete, son suficientes para encapsular todo el sentimiento en una canción. Aceptando dicho mandato la media docena de temas que configuran este trabajo no necesitan de (casi) más ornamentos para retumbar y convertirse en un emocionantísimo testamento humano. Palabras al encuentro de la particular pero universal incógnita que rodea al hecho vital que por su timbre, áspero pero de resonancia sensible, parecen exhaladas por un veterano caminante, tal vez el mismo que habita en una portada ilustrada por El Ciento, quien por su parte también va camino de convertirse en retratista oficial de los sonidos de la diáspora. Un itinerario que, aunque lo emprende (casi) sin presencias que flanqueen su perfil artístico, ha conseguido tomar rumbo al absoluto parnaso que conquista gracias, entre otras, a la mano rectora tendida por Alejandro Sánchez y sus estudios de grabación Magnetic Pie Records, residencia de un peregrinaje hacia lo más profundo y esencial del sonido tradicional americano.
Como dicta el refranero, si la excepción marca la regla, que el tema inicial, “Troy”, cuente con la única colaboración visible, la pedal steel de otro consumado especialista en estas artes como es Alfon Aguilera, no enmienda en absoluto la austeridad con que es dictado el grueso del repertorio. Un lamento incorporado a las seis cuerdas protagonistas que ayudan a completar un universo musical en el que si por supuesto los nombres, por ejemplo, de Waylon Jennings, Merle Haggard, Willy Nelson o David Allan Coe aparecen como guías inspiracionales absolutas, no parecen serlo menos la pedregosa dicción de artistas contemporáneos como Malcolm Holcombe, Gill Landry, Grayson Crapps o Colter Wall. Puntos geográficos y temporales diversos que delinean sin embargo un mapa común que revela una figura de naturaleza forajida en constante movimiento por caminos polvorientos. Una escenografía que sirve como ambientación perfecta para el paso agitado, al trote por los horizontes que definen el sonido western, que anida en “Emergency Promenade”.
Aunque cueste creer, las seis cuerdas pulsadas por Pablo Carrascal destilan tal sin fin de dialectos como los que son capaces de definir cada una de las seis piezas. Una versatilidad evidente y talentosa que le permite presentarse especialmente recitativo en un tema titular que funciona como una narración clásica del género con todo el poder de aducción que alimenta a los grandes escritores de canciones. Pero más allá de los cambios de tono propiciados por el matiz genérico al que se acerque, incluso la manera de tañer su guitarra en cada una de las canciones deriva en otras tantas exposiciones. Eso significa que si el uso de los graves en “Cat in the Heat”, con ese palpitar rítmico, puede remitirnos a Johnny Cash, el abandono de los arpegios por un rasgado más contundente y cadencioso le dirige hasta el folk crepuscular de Guy Clark en “Knockin’ on My Door”. Listado de composiciones que tiene su colofón, tocando cima, como se recomienda a cualquier álbum, en una acongojante "Blessing in Disguise”, señalada por una épico intimismo capaz de trasladar al oyente en toda su magnitud ese alma de un hombre sobre el que cantó, entre otros, Blind Willie Johnson.
“Come to Realize” funciona como una revelación de intimidades musicada bajo el penetrante calado que ostenta la representación más sobria y profunda del folk-country. Olvidado ya, por mor de la llamada globalización, esa supuesta distinción a la hora de enarbolar ciertos ritmos en base a la procedencia, el acervo cultural hoy día ha roto las fronteras de tal forma que estas composiciones, más cerca geográficamente de la Mezquita de Córdoba que de Nashville, exhiben sin embargo un sobresaliente resultado ligado a la más pura tradición cobijada entre llanuras estadounidenses. Cargando con ese ánimo de trovador errante, Pablo Carrascal en este disco no se aleja de la misión expuesta por aquel músico callejero que liberaba historias a los viandantes. Ahora, recogidas en un formato diferente, sigue intacta esa primigenia naturaleza de ostentar el papel de contador de canciones en su máxima representación, encargado de descifrar y entregar aquellos secretos que erizan la piel.