Sala Oasis, Zaragoza. Viernes 15 de noviembre de 2024.
Texto y fotografías: Javier Capapé.
El viernes pasado en la Oasis me encontré con la versión más enérgica de Depedro, justo cuando el disco que presenta destila más calma y delicadeza, pero Jairo Zavala estaba dispuesto a dar un toque mucho más eléctrico a sus canciones desde el primer momento. En formato cuarteto y dando mucho peso a la guitarra eléctrica, empuñada por el propio Jairo en todo momento, el concierto fue un derroche de talento al que solamente podemos ponerle un par de pegas, el retraso en el comienzo (casi una hora más tarde de lo que estaba anunciado) y las voces más altas de la cuenta del público menos interesado en las canciones más calmadas como "Habilidad" o "Niebla", donde podría haberse pedido desde el escenario algo más de respeto. Pero dejando de lado estos detalles, el concierto fue un continuo fluir de energía, donde vimos bailes entre el público, estribillos coreados por todos los presentes y agradecimientos espontáneos.
La banda estuvo a la altura de un repertorio muy equilibrado entre lo nuevo y lo más clásico. El bajo de Héctor Rojo aportó su su sobrada experiencia y solvencia al lado del madrileño, Javier Gómez Pacheco manejó el sencillo kit de batería con muy buen gusto, y Raúl Marqués, al estilo de Martin Wenk de Calexico, nos encandiló con su manejo del vibráfono, teclados y acordeón, pero con lo que verdaderamente nos embelesó fue con su dominio a la trompeta. Sencillamente imprescindible para dar el color necesario a estas grandes canciones universales con un pie en Latinoamérica y otro en nuestra piel de toro.
El concierto se abrió suavemente con "Lo que va pasando", que interpeló con su fantástica letra a todos los presentes. "Como el viento" ya mostró las dotes de Raúl Marques a la trompeta y poco después al acordeón con la minimalista "Nubes de papel". "Déjalo ir" exhibió todo el peso de la guitarra de Jairo, que se presentó más suelto que nunca con el instrumento. Su voz nos encandilaba, pero su pulso a las seis cuerdas no se quedaba lejos, con arranques más blues en "Hombre bueno" o una notable delicadeza en "Habilidad".
Como siempre, el concierto tuvo su momento de comunión plena con el público cuando la banda se bajó del escenario para interpretar entre sus seguidores "La vida es un carnaval" y "El pescador", su particular "cumbia sabrosa" que nos alegra la vida. Este momento, fundidos con su público, muestra perfectamente ese carácter festivo que siempre destaca en sus conciertos, ese que lo diferencia de lo convencional, que lo distingue del resto por su capacidad para conectar con los que presencian sus directos, siempre únicos, siempre convertidos en una celebración auténtica.
La trompeta de Raúl Marques introdujo una sentida "Te sigo soñando" y le confirió una maravillosa nueva vida a "Tu mediodía", donde Jairo se encargó del vibráfono. La más rock "Noche oscura" desembocó en "La Gloria", con la que nos recordó, como dice su letra, que el instante es lo importante. Una buena manera de afrontar cada momento de nuestro día a día, con el disfrute y la magia de vivir cada instante, algo de lo que sin duda dimos buena cuenta los congregados en la Oasis. Jairo introdujo la más emotiva "Fábula de la diferencia" apelando a que tal vez nuestras diferencias sean una ventaja en lugar de un problema. Él ha mostrado siempre esta máxima mezclando su música con lo que nos une y diferencia de otras culturas, principalmente entre las dos orillas del Atlántico. Y es que con canciones y discursos como éste llama nuestra atención, que es otro de los motivos por los que hace música, para interpelarnos y remover nuestro espíritu, aunque sin olvidar el aire festivo, ese que volvió de la mano de "Panamericana" o "Coreografía", que se presentó con mucha más potencia que en su versión original.
El clásico "Llorona", coreado por cada alma presente, cerró por todo lo alto el grueso del concierto, antes de volver para dejarnos totalmente cautivados gracias a la preciosista "Diciembre", que incluyó un solo de guitarra apoteósico en el que Jairo pareció quedar poseído del espíritu de Knopfler, con ese increíble crescendo a las seis cuerdas que nos dejó a todos eclipsados. Sin duda, quizá no lo esperase nadie y esto lo hizo aún más especial. La explosiva "Mañanita" puso el punto y final a una noche donde emoción y vitalidad se dieron la mano para mostrar el poder de conexión de este artista con todo el que se acerque a su música. Como bien nos dijo en su canción "La siembra", la música de Depedro planta semillas para recoger cosechas y desde luego que tras un concierto tan intenso como éste la cosecha de energía y vitalidad está más que asegurada. Ojalá el amor nos salve y se convierta en nuestro lema, impulse nuestro caminar y nos dé toda la energía necesaria, pero que ese amor nos salve en calma, como nos recordó Jairo Zavala cuando interpretó esta canción emblemática, y se convierta en el motivo por el que volver una y otra vez a revivir los conciertos de Depedro y asentar nuestros pasos gracias a ellos.