Agustín de Hipona entendería mejor que nadie a Carolina Durante. El filósofo, en su desbocada juventud, se dedicó a “joderse la vida” y llevó a la práctica el “hago el mal que no quiero y no hago el bien que quiero”. En ningún caso se escandalizaría de que Carolina o quien quiera que sea elija “ser un hijo de puta”, y acostumbre a “suicidarse en lo que más (le) importa”, porque si se presentara la ocasión “volvería a hacerlo mal…es la parte cuarta de la misma historia”. Esperemos que Carolina Durante no cambie ni se convierta a la verdadera fe cuando sus miembros se hagan mayores.
Me pregunto si los “cuatro chavales” (Diego Ibáñez, Martín Vallhonrat, Juan Pedrayes y Mario del Valle) que se hacen llamar Carolina Durante se beben un vaso de (mala) leche antes de irse a dormir. La leche agria no se les indigesta, es lo que tiene la juventud. Por raro que parezca, la (mala) hostia que se gasta este cuarteto resulta estimulante, sobre todo, cuando se trata de señalar esa idiotez generalizada que se está extendiendo y viralizando como una densa niebla. Las segundas intenciones de las canciones marcan la diferencia. Es el sello de identidad de Carolina Durante. Las andanzas madrileñas con incursiones en otras provincias de estos tipos atribulados suscitan carcajadas. No hay nada más divertido que la desgracia si es retratada con la debida gracia. La mordacidad de la banda se manifiesta en todo momento, pero especialmente en temas como “Monstruo”, “Dios Plan” o “Elige tu propia aventura”, que presta su título al disco.
Así es como se conocían los libros de rol de Timun Mas que permitían al lector juvenil elegir distintos caminos en un mismo libro, de tal manera que cada uno podía elegir su propia aventura y su correspondiente destino. Los temas de este disco están protagonizados por jóvenes desnortados que no saben qué elegir o eligen lo que no les conviene. Sin embargo, aunque sus letras insinúen lo contrario, suenan exultantes. Decía Joseph Conrad que a la juventud la sostiene un demonio. Gracias a este demonio, que no tiene nada que ver con el ángel caído de la tradición cristiana, la exaltación en este período de la vida logra sobreponerse a todos los contratiempos y decepciones que empiezan a aparecer como obstáculos en la transición a la vida adulta. El último verso de “Hamburguesas” no deja lugar a dudas: “Sísifo me come la polla”. Al final el enemigo interior que juega en contra del joven atribulado no puede derrotar a su ímpetu. Carolina Durante siempre encuentra “un motivo para no suicidarse”.
La temática predominante en las canciones es la misma que abordaban los lejanos boleros que, por desgracia, nadie escucha, el despecho amoroso y los romances fugaces que van a toda velocidad, es el caso de “Misil” (“iba a toda hostia y me estreché en tu curva”) y también de “Toma 2”. La “despechada” más célebre, Rosalía, aparece por sorpresa en “Normal”, subiendo un escalón el tono y el valor de la canción, una de las más destacables de la lista.
Por si alguien había subestimado a Carolina Durante, en el presente álbum han dado un paso adelante, dejando muy atrás al popular “Cayetano”. Del garaje en el que Diego vociferaba se han trasladado a Bristol, en Inglaterra, y han regresado con una inquietante bestia, oculta en el equipaje. No entiendo cómo las autoridades aeroportuarias no han detectado en el control de equipajes a un animal tan peligroso que enseña los dientes en cada canción. De Diego Ibañez no conviene fiarse. Su voz actúa de máscara que va cambiando a lo largo del disco. El envoltorio inocente, naif o pop de algunos temas te invita a acariciarlos, y el “bicho” te lanza una dentellada si estás desprevenido, es lo que seguramente le sucederá a quien escuche “San Juan”. Cuando suelten a estás criaturas maliciosas en directo van a causar un destrozo.
En la isla británica han encontrado un quinto miembro, el productor, técnico e instrumentista versátil, Ali Chant. Los cinco cómplices han hecho “diabluras” de las suyas con las canciones. Tal vez no tengan la inmediatez algo inconsciente de anteriores propuestas, pero el acertado tratamiento del que han sido objeto les ha sentado muy bien. Ya que estaban en UK, alguien (de parte de George Harrison) les alcanzó un sitar, y cualquiera puede comprobar lo bien que encaja en “Monstruo”, que, por cierto, es terroríficamente buena. Lo mismo han hecho con otros instrumentos de viento que no estábamos acostumbrados a escuchar en la trayectoria del grupo. Las guitarras ofrecen más posibilidades que antes y realizan roles hasta ahora inéditos (véase el papel que juega este instrumento en la insomne “Interludio”).
En el estudio tenía que oler a goma quemada después de grabar la mejor de todas ellas, a mi juicio: “Verdes, Césped”. Han quemado rueda mientras la hacían, la aceleran y frenan cuando se les antoja, y de nuevo pisan el acelerador hasta el fondo, sobreestimulados de cafeína, como confiesan en la canción anterior “Tomé café”. Es un tema intachable en el que la sincronía entre la música y la melodía es perfecta. Si bien en las letras cualquiera se da cuenta de que han sido alumnos aplicados de los Punsetes y de otras bandas que hacen de la ironía su bandera. En cambio, los torbellinos que las guitarras ponen en circulación están en deuda con Florent y los otros Planetas.
En resumen, que no nos engañen, estos cuatro no están en la mierda, dentro de la alcantarilla en la que posan para la portada. Con el impulso de disco la tapa de la alcantarilla saldrá proyectada por los aires. Al final va a llevar razón la divertidísima “Plan Dios” y será verdad que están tocados por algún dios. Pero que san Agustín no se haga ilusiones. Los componentes de Carolina Durante no son unos santos, ni hace falta que lo sean, mientras firmen discos como éste.