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Sôber, la elegía del XXX Aniversario


Sala Óxido, Guadalajara. Sábado, 19 de octubre del 2024

Texto y fotografías: Fran Llorente.

Sôber siguen con su gira XXX Aniversario en loor de multitudes, cuajando grandísimos shows y llenando las salas y los recintos allí donde van. Este año hemos sido testigos de su poderío escénico cuatro veces ya, la primera en el Invernadero de las Ventas (con motivo de la puesta de largo de la gira), y luego en el Auditorio Tierno Galván este verano junto a Evanescence (esta vez no llevaron a sus colegas de Savia y Skizoo) y recientemente en las Fiestas de Móstoles, en el Parque Finca Liana, donde también cuajaron un show rutilante pero en formato más reducido. Este fin de semana (en la sala Óxido de Guadalajara) volvieron por sus fueros con otro show rompedor, si bien bastante parecido a los anteriores, aunque no exactamente igual, ya que siempre varían algo el repertorio en cuestión y como tengo escrito, por activa y por pasiva, cada función tiene su propia alma, ya lo cantaba Miguel Ríos hace muchos años: “Qué misterio habrá, el equipo nunca suena igual…”

Con motivo de los treinta años de existencia, la banda madrileña de los hermanos Escobedo (Carlos al bajo y voz solista, Jorge a la guitarra), más Antonio Bernardini a la segunda guitarra y Manu Reyes como depurado y enérgico batería, se embarcan en una gira muy especial, junto a Morti, cantante de Skizoo, y Jesús Pulido, bajista de Savia, y en vez de hacer un concierto al uso con las tres bandas tocando por separado, se marcan un ‘totum revolutum’ con un ecuador muy pintoresco y curioso, donde se van alternando los músicos y las canciones, de las bandas citadas (y ya desaparecidas). Por lo que se ve, tampoco hay ninguna intención para que resuciten en un futuro más o menos cercano, sino invocar un poco al recuerdo y a la nostalgia de una época, la primera década de los años 2000 donde nuestros protagonistas (antes del parón) aún estaban en fase de despegue hacia las estrellas, en periodo de consolidación para convertirse en la gran banda que luego han sido y que ha calado (de alguna manera) entre el público ‘mayoritario’ (entre comillas) de este sufrido país.

Si tras la separación de nuestros adorados Deep Purple en los años setenta, surgieron de su seno dos auténticas leyendas: Whitesnake y Rainbow (dentro del Grand Rock con mayúsculas), Savia y Skizoo lo intentaron a su manera tras la pausa (en boxes) de Sôber por motivos de cansancio, agotamiento (y también por el desgraciado accidente y fallecimiento de su batería Alberto Madrid). Afortunadamente, los hermanos Escobedo volvieron a tiempo con la banda madre. Del mismo modo que lo hicieron Deep Purple en 1984 con el magistral elepé “Perfect Strangers”. Un regreso a la arena escénica en loor de multitudes en ambos casos, y desde entonces hasta ahora, los madrileños han facturado unos diez elepés, entre recopilatorios, directos y proyectos varios, entre los que se incluyen cuatro discos de estudio muy impactantes y bastante exitosos: “Superbia”(2011), “Letargo”(2014), “Vulcano”(2016) y el más reciente “Elegía”(2021) de cuyos efluvios viven actualmente.

Al final, el peso de un grupo, es la gravedad de sus propias canciones, y hemos de reconocer que nuestros protagonistas ya atesoran más de veinte grandes clásicos en su haber, amén de otras canciones muy reconocibles también, y que dan bastante colorido en directo.. Con un repertorio de ese calibre, la inercia va rodada y a poco que se esfuercen un poco (y ellos siempre lo hacen) el show sale redondo y se podría decir que son un pleno al quince en directo, casi como nuestros amados y reverenciados Topo, o los grandiosos Asfalto, leyendas sin par, del rock español más acrisolado y auténtico.

En esta ocasión, con las Sala Óxido llena (pero sin agobios ni estrecheces) unas 400 personas disfrutaron de una velada prolija en Rock del bueno, cuajando un nuevo aquelarre de mucha altura, que nos dejó muy satisfechos por la entrega de la banda (por su fuerza y por su rotundidad), así como por lo bien que siempre suenan en directo, aún en circunstancias difíciles y tocando en línea, sin contar con los agradecidos amplis escénicos que tanto brillo dan. Es decir, tocando de forma inalámbrica y sonando únicamente por las P.A.’s (las Torre de Sonido externas) un modo que añade siempre cierta dificultad para conseguir la excelencia exigida.

Fue una descarga de muchos kilates que comenzó al son de “La Prisión del Placer”, más el medley acostumbrado de su segundo elepé: “Morfología”, al que siguió “El día de la liberación” y la estupenda “Sombras”. Siguieron por idéntica senda de excelencia sonora con “Tic Tac”, “Blancanieves” y “La Araña”, una canción que nos agrada especialmente y cuya lírica recuerda al "Hotel California" de los Eagles: “Podrás pedir la cuenta cuantas veces quieras, pero jamás podrás abandonarnos…”, si bien musicalmente ambos himnos no se parecen mucho. La suave seda del rock’n’roll que te atrapa en rutilantes composiciones como las que nuestros protagonistas traen entre manos. Otro de sus grandes éxitos, “Arrepentido” marca el punto de inflexión antes que asomen las perlas de Skizoo y Savia, y sus componentes se vayan turnando por el escenario… 

Cuentan para tan hercúlea labor con la participación estelar del siempre genial Morti, un cantante que a nadie deja indiferente y que atesora un sinfín de formaciones interesantes a sus curtidas espaldas, combos como El Fantástico Hombre Bala, Bushido (junto a Carlos Ann y Bunbury) o su más reciente proyecto, Inmune, amén de haber publicado un par de trabajos en solitario. Se suma a la fiesta el bajista de Savia, Jesús Pulido. A partir de entonces y durante cuarenta minutos, Jorge Escobedo, Antonio Bernardini y Manu Reyes se convierten en la ‘banda base’ de ambos proyectos, ya desaparecidos, mientras sus canciones se van alternando con precisión milimétrica. Se trata por tanto de unos Savia y Skizoo bastante sui generis, muy virados a Sôber y sin parte de sus antiguos componentes sobre las tablas. 

Una por una, las composiciones se van alternando. De inicio, “Solo estás tú” de Skizoo da paso a “Derrotado” de savia, con Carlos Escobedo luciendo poderío vocal con una flamante guitarra en ristre. A partir de ahí se suceden los “grandes éxitos” de ambas bandas. “Habrá que olvidar” con un estelar Morti en tareas vocales cede el testigo a la emblemática tonada: “Insensible” de Savia, y otra vuelta de tuerca con “Dame aire” de Skizoo: “Todo parecido con la realidad solo es fruto de un jodido espejismo. Dame aire para respirar, agua bendita y un altar donde poder saciar mis penas… Aturdidos por el sopor, que nos brinda lo mismo, busco una vacuna contra el desamor, el tedio más fecundo y el arribismo…” (¡¡qué temazo !!) a la que sucede las exquisitas “Sólido” y “Fragile” de Savia para cerrar este tramo con “Renuncia al sol” en la voz de Morti, que pone nuevas dosis de mordiente, en un show sobrado de energía y sudor. Denunciando de paso la estupidez reinante en este mundo a la deriva que vivimos.
Comienza de este modo el último tramo de una función hilvanada al modo clásico de “Planteamiento, Nudo y Desenlace”. La balada “Eclipse” cede el testigo a la flamígera “Vulcano”, sumando dos éxitos más “La Nube” y la atmosférica “El hombre de hielo”, antes que asome “Brazos altos, Caras bajas” de su seminal elepé “Torcidos”(1996), ahora reeditado ahora en formato disco libro de luxe, bajo el título: “Retorcidos”. Dentro de una lujuriosa caja de auténtico lujo, que contiene varias sorpresas, como una cassette con las Maquetas iniciales, “Mirror’s way”, cuando cantaban todavía en inglés (muy al principio de todo) y se hacían llamar Sober Stoned

 “10 años” da paso a un solo cruzado de baterías, con Carlos Escobedo subido a una pequeña plataforma portátil, con su mini-batería en un lateral, aporreando duro los tambores, al tiempo que Manu Reyes lo da todo, en plan súper estelar, al fondo del escenario. Momento para los bises: la preciosa balada “Estrella polar” (con Carlos Escobedo cantando entre el público) marca el inicio del fin de la velada, con Jesús Pulido y Morti entonando las tres últimas perlas de la noche, mientras nuestros protagonistas anuncian que se está acabando el “Tiempo”, un precioso medio tiempo que cede el testigo a la última gema de la noche, la balada “Naufrago”, donde piden que encendamos las linternas de los móviles para dar el cálido ambiente de los viejos tiempos cuando la peña encendía los mecheros (como luciérnagas en medio de la plácida alborada), mientras sonaba alguna canción de amor… La febril “Loco” pone la última chispa a tres horas de intensa función. Bravo por Sôber una vez más, dando el do de pecho contra el desaliento de los criminales tiempos que corren. Solo echamos a faltar alguna mención contra la guerra y el terrorífico genocidio en Gaza, que vemos a diario televisado… y que quizás, siendo un poco más temerarios, se hubieran aventurado (y atrevido) con la preciosísima “7 a.m.” que Savia quiso dedicar a las víctimas de los atroces atentados del 11-M.  Pero mucho me temo que no está el patio para ese tipo de guirnaldas…