Nathaniel Rateliff & The Night Sweats: "South Of Here"


Por: Juanjo Frontera.

Si hay algo que todavía no ha hecho Nathaniel Rateliff, el barbudo cantautor de voz de trueno procedente de Missouri, es repetirse. Al menos, dentro de unos parámetros que sí, han estado siempre vinculados al ámbito de la música de raíz norteamericana -en su caso, tanto negra como blanca-, pero han sabido transitar diversos estados de ánimo, arreglos y reinvenciones, de forma que nunca puede decirse que un disco de Rateliff, con o sin sus Night Sweats, sea igual que el anterior.

En este nuevo trabajo, desde el mismo principio, no hay excepciones: vuelve a sorprender. Lo hace con una canción de apertura, titulada nada menos que “David and Goliath”, en la que descubrimos unos inéditos aires beatle. Un acercamiento al pop tradicional, dentro, claro, del músculo habitual de una banda tan sudorosa como ésta, que sin caer en absoluto fuera del tiesto de la personalidad que se les presupone, sorprende por albergar una insólita hasta ahora querencia por la melodía con miras a la psicodelia sesentera. Un ambiente in crescendo que configura uno de esos temas que se quedan fácilmente grabados en la mente de cualquiera. 

Y que no es, en absoluto, un caso aislado en este ya el cuarto álbum de la formación (dejando aparte los discos en solitario de Rateliff), que continúa apabullantemente con “Heartless”. Terreno algo más conocido, sí, pero al igual que la anterior, una canción que quita la respiración a base de raíz americana con un acento rock de tonos épicos que hace traer a colación a grandes maestros en esas lides como John Mellencamp o Bruce Springsteen

Dos dianas de grandes dimensiones, por tanto, que hacen difícil que el resto del elepé mantenga el listón. Pero, de hecho, lo mantiene perfectamente. Rateliff y sus muchachos tienen tan clara su fórmula que ya pueden hacer aleaciones sin temor a equivocarse. De esta forma, South Of Here está plagado de grandes momentos, como la profunda “Get used to the night”, con cierta retirada al mejor Van Morrison, merced a un uso magistral de la sección de vientos; como la "dylaniana" (vía The Band) canción titular; como la preciosa, profunda e intensa “Center of me”; como la volátil y delicada “I would like to heal”, o las, por el contrario, aguerridas y bailongas “Cars in the desert”, la casi punk -permítanme la exageración- “Call me (whatever you like)” o el final apoteósico que brinda “Time makes fools of us all”. 

Todas se benefician de la inapelable sinergia de una banda en estado de gracia y del talento de un productor -Brad Cook (Waxahatchee, Hurray For The Riff Raff…)- que ha sabido entender perfectamente lo que tenía entre manos: una colección de canciones imbatible, que pasa a engrosar la que es ya una de las carreras más relevantes en lo que a música de raíz norteamericana (repito: blanca y negra) se refiere. Y es que Nathaniel no es uno de esos artistas a los que ahora mismo podamos pedir una revolución musical. No va a innovar nada, pero es ya un gran maestro en el arte de recuperar con frescura la tradición desde todas las perspectivas posibles. Y cuando se junta con su banda, además, saltan muchas, pero que muchas chispas.