Texto y fotografía: Fran Llorente.
Cuando ya pensábamos que la inmortal banda de Ian Anderson iba a hacer mutis por el foro, ya muy cerca de su lógica (aunque triste para todos los fans) indudable jubilación, por razones estrictamente biológicas (su líder, compositor y máximo exponente ronda casi ochenta primaveras) renacen de nuevo, con dos elepés publicados en esta última década, protagonizando nuevas giras en loor de multitudes (viejunas). Podemos asegurarlo, con un poquito de suerte: hay Jethro Tull para rato.
Tercera incursión de nuestros héroes en Madrid (y alrededores) en lo que llevamos de aciaga década de los años veinte. Si en los libros de historia "los felices años veinte" se refieren al siglo XX, en este nuevo siglo, ya hemos vivido (en estos años) una infausta pandemia, amén de las guerras por todos conocidas y que no cesan… y un criminal genocidio (en Gaza) televisado a diario. De otras desgracias acaecidas en tiempos recientes como la erupción del Volcán de La Palma o la Tormenta Filomena, que nos dejó helados (y cubiertos de nieve durante un mes) ya casi ni nos acordamos, igual que de los 7.291 fallecidos (o prácticamente asesinados…) en las Residencias de la Comunidad de Madrid durante este infame periodo. Total, "¿los viejos a quién le importan?", como dice un amigo mío, y eso que vamos todos camino ya de una provecta edad donde fallan las fuerzas y las capacidades menguan. De algunas de estas cuestiones versan las composiciones de nuestros protagonistas, que sentenciaron en uno de sus discos más célebres, el sabio aforismo de “Demasiado viejo para el rock’n’roll, pero demasiado joven para morir”…
Otra de las sorpresas de la noche fue ver las gradas del Gran Teatro Caixabank Príncipe Pío retractiladas y embutidas en una pequeña pared (al modo del WiZink Center) y de este modo poder disfrutar de pie y en primera fila, un espectáculo que conservaremos en nuestras neuronas durante mucho tiempo. Hacía más de una década que no conseguíamos ver a nuestros protagonistas con el público en pie, ya que desde 2010 todas sus visitas se cuentan en Teatros (con aforo sentado), a Palacios de Congresos y lugares de ese tipo. Habríamos de remontarnos a aquel inolvidable concierto gratuito de Jethro Tull y Gwendal en las Fiestas de Alcorcón de 2008 para contemplar una situación parecida.
Echando la vista atrás, convendremos que sus dos últimas visitas que hemos podido cubrir (Circo Price, en marzo de 2022, y La Granja de San Idelfonso, agosto del año pasado) han cuajado unos shows para alucinar por completo, variando bastante el repertorio entre unos y otros, lo cual es de agradecer especialmente. Ya en el mes de mayo de 2023, Jethro Tull habían visitado Donosti, A Coruña y Vigo, y también se han pateado Cartagena, Barcelona y un sinfín de puntos cardinales de nuestra geografía como auténticos Correcaminos del rock (con mayúsculas) más auténtico.
Tras un breve y merecido descanso, abren la segunda parte con la rutilante y poderosa semi-balada “Farm on the Freeway”, un medio tiempo arrebatador, con un in-crescendo verdaderamente espectacular, muy cercano al hard-rock. Tras esta pieza de puro fuego y miel, “The Navigators” y “Warm Sporram” pusieron el contrapunto de sinuosa actualidad, seguida de una rutilante “Mrs. Tibbet”, composición antinuclear al más puro estilo Roger Waters (o Miguel Ríos, si ustedes prefieren el rock autóctono). A continuación, la tenebrosa “Dark Ages” (rescatada del álbum “Stormwatch” de 1979) toma la temperatura de un mundo a la deriva, que luce la edad oscura del brillo tecnológico y las inversiones sombrías de Wall Street mientas el calentamiento global hace estragos en los bosques del planeta, con incendios devastadores a los que es casi imposible ponerles freno.
Llegados a ese punto, tiempo para la versión libre de “Aqualung” (con orquestaciones diversas) que vienen marcándose últimamente, mientras los desheredados del planeta muestran su rostro en la pantalla digital, situada al fondo del escenario, de la India a Nueva York, pasando por otras grandes urbes, donde los mendigos viven su miserable existencia. Ya lo afirmaba, con notable rotundidad, el filósofo Hobbes: “El hombre es un lobo para el hombre” y los Jethro Tull lo subrayan en varias de sus ‘amargas’ e irónicas composiciones. Con todo el pescado vendido, un postrero bis: “Lomotive Breath”, donde por fin permiten al público hacer fotos y grabar videos con sus teléfonos móviles, pone el broche de oro a otra deliciosa actuación de esta banda inmortal. Chapeu una vez más.
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