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Treinta años del "Definitely Maybe" de Oasis


Por: Javier Capapé.

Hay efemérides que no se pueden pasar por alto. Hay discos a los que siempre volver. Da igual los años que pasen. Son nuestros pilares. Y "Definitely Maybe" es uno de ellos. Treinta años son muchos, pero parece que fuera ayer cuando nos topamos con una música que nos retrotraía a la esencia, con la que nos sentíamos en comunión. Puro rock and roll. Conexión directa con Lennon y McCartney junto a unas pinceladas de descaro Stone y potencia emparentada con The Who. En realidad los hermanos Gallagher querían ir un peldaño más allá del que habían llegado los Stone Roses. Querían formar parte del imaginario colectivo, de la verdadera cultura popular. ¡Y vaya si lo consiguieron! "Definitely Maybe" es el disco que a todos viene a la cabeza para definir los años noventa, para hacernos una idea del alcance de la cultura pop en ese preciso instante, en el que queríamos volver al sentir de los sesenta actualizando sueños e intenciones. Gran Bretaña fue el puente que definió una escena inconfundible con el paso del tiempo y este disco fue indudablemente su emblema.

Oasis habían nacido como banda poco antes. De los deseos de Liam de formar el siguiente gran grupo de rock que marcara historia y de la necesidad de Noel de dar cuerpo al mismo con unas composiciones intachables. El quinteto contaba también con Paul Arthurs a la guitarra rítmica, Paul McGuigan al bajo y Tony McCarrol a la batería, aunque este último no permanecería en la formación mucho más allá del lanzamiento del disco. El objetivo lo tenían claro: Querían comerse el mundo. Querían ensalzar el rock and roll por encima de modas grunge que venían del otro lado del Atlántico. Desde Manchester iban a dar una lección a todos los músicos del momento de hasta donde podían llegar las intenciones de unos jóvenes decididos a devolver el espíritu de los Beatles a la palestra. Estaban dispuestos a llegar a ser más grandes que ellos. Si había un Dios, ese era Lennon para los Gallagher. En realidad, esa era la esencia del Britpop. Música hecha en las Islas Británicas que se apoyaba en su momento de mayor esplendor, ese que sin lugar a duda ejercieron los cuatro magníficos de Liverpool allá por los sesenta.

Así se nos presentaba "Definitely Maybe", con unas canciones que nos hacían vibrar desde el primer momento, con el descaro de "Rock and Roll Star" (no hay título más claro con el que arrancar un álbum), que mostraba ya todas las claves de esta banda: riffs reconocibles y claros, una voz de gran personalidad y una producción que traza un muro de sonido donde las seis cuerdas se doblan una y otra vez para conseguir una sensación entre vibrante y sucia con gran poder de atracción. Una canción que sigue siendo indispensable en los directos de los Gallagher aún quince años después de haber puesto tierra de por medio entre ambos. Y es los dos hermanos pasaron el mismo tiempo juntos como Oasis (el resto de los miembros del grupo fueron variando con el tiempo) que el que ya llevan separados, pero en esos quince años en los que publicaron discos siempre conservaron esas señas que acabamos de describir y que tan bien recoge esta canción emblema, que termina como un totum revolutum abigarrado que nos lleva al éxtasis. "Shakermaker" se arrastra y se retuerce con un tempo más pesado y con sensaciones algo más lineales que nos conducen, sin tener que esperar más, a su himno con el que tocar el cielo. "Live Forever" es sublime. Estrofas y estribillo en perfecta unión hacia el cielo. Como su título indica es eterna y por ella no pasa el tiempo. Una canción a la que siempre volver. Además de esta cumbre hay también algunas canciones más ligeras como "Up in the sky" y más especialmente "Digsy's Dinner", que se mueve en coordenadas cercanas al primigenio rock de los cincuenta, pero con más distorsión y decibelios.

Otras canciones siempre certeras y por las que no pasa el tiempo son las redondas "Cigarettes & Alcohol" (casi un himno a la actitud del músico más canalla) o "Supersonic", una vitaminada y enérgica vuelta de tuerca del perfecto single pop, con más chulería de la que pueda uno imaginar, lo que la convierte en la última obra maestra del siglo XX en términos de canción popular o de masas. Aunque merece una mención muy especial otra de las joyas del disco, esa "Slide Away" que va creciendo y atrapa sin remisión con la voz de Liam más lograda del lote (¡qué estribillo de nuevo!) junto a unas borrosas guitarras entre las que se dibuja la mano de Noel con sus solos y sus referencias que tan pronto nos llevan a Jimi Hendrix como a Neil Young. Canción que no podemos olvidar por más que pase el tiempo y por mucho que inexplicablemente no llegara a ser single (en su lugar aparecería la sinfónica y muy beatle "Whatever" que no llegó a incluirse en el disco).

En algunas se escucha más la grasa y la imperfección, que se convierte a su vez en su mejor baza, como en la incisiva "Columbia" o en "Bring it on down", que es de las más duras, pero en la que tampoco fallan ni su estribillo ni su solemne pegada. El único respiro nos llega para cerrar el álbum con una totalmente acústica y contenida "Married with children", que se mueve con los elementos justos para poner el contrapunto sereno a esta descarga de energía y potencia como pocos antes habían mostrado con tanta claridad en un disco completo. Porque a "Definitely Maybe" no le sobra ni un segundo. Todas las canciones luchan por hacerse con su sitio unas encima de otras, sin bajar la fuerza ni el listón compositivo. 

Owen Morris ayudó a definir este particular sonido en su producción, deudora del mismísimo Phil Spector, pero todavía tenía más que decir y aportar al grupo, con un disco sucesor publicado tan solo un año más tarde (nadie dirá que no estaban en una cosecha bien sembrada) con "(What's the Story) Morning Glory". Puede que este último fuera más certero en sus singles y más logrado en su conjunto. Muchos dirán que está un poco más arriba que su debut, pero no nos negarán que el primero fue el que provocó el flechazo, el que nos puso tras la estela de un grupo histórico. Un disco irrepetible, por actitud y contenido con canciones poderosas e infalibles. Auténticos tótems. Y de ahí hacia abajo, pues tras estos dos primeros discos, Oasis nunca volvieron a ser lo mismo. Rozaron el cielo, pero sin llegar a las cotas que consiguieron en estos primeros años de camino.

Con todo esto sobre la mesa, poco queda por decir del poder de este disco que ahora cumple los treinta. Volver a él una vez más, como siempre que queremos vernos de nuevo cara a cara con el rock y con los discos que trascienden y que nunca dejan de darnos eso que tanto ansiamos, que nunca nos cansan, pase lo que pase, que siempre suenan como el primer día (aunque quién pudiera tener la fortuna de volver a escucharlo por primera vez!!). Este artículo no pretende analizar en profundidad un disco que la mayoría de nuestros lectores conocerán al dedillo. Se trata más bien de volver a esas sensaciones, de recrear un estado de ánimo, el que definitivamente quizá sólo nos lo dan estas canciones.