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Nick Cave and The Bad Seeds: “Wild God”


Por: Javier González. 

Tras una vida más que intensa, donde el fuego ha sido compañero perpetuo, convertido quizás en el principal motor creativo para una de las carreras musicales más interesantes de la música moderna, da la sensación desde hace tiempo que Nick Cave tiene claro que cada vez queda menos para hacer frente al tránsito, momento en que se encontrará cara a cara con la luz celestial, una idea que veladamente parece transmitir en los últimos discos que ha entregado y a la que por supuesto no es ajeno este “Wild God”, donde la presencia de Dios es evidente desde el mismo título. 

Una deriva sin duda influenciada por las duras vivencias que supusieron la pérdida de sus hijos, Arthur y Jethro. Golpes siniestros que llenaron de sombras al vampiro, hasta el punto de poner contra las cuerdas al artista australiano, tal y como ha venido confesando a lo largo de múltiples entrevistas, libros y hasta desde su propia web donde mantiene contacto directo con sus seguidores, sensaciones que han evolucionado con el paso del tiempo a tonalidades más claras, recogidas ahora en una serie de sentimientos que han dado forma a textos que hablan de muerte y ausencia, pero que en este punto abogan por recuperar matices luminosos, ciertas dosis de erotismo y retazos de esperanza, en el marco de una herida que jamás cicatrizará, pero con la que Nick Cave está dispuesto a convivir en paz, sin renunciar a una sonrisa doliente y expectante.

Para vestir tales emociones, Nick Cave y Warren Ellis, con la inestimable ayuda del resto de The Bad Seeds, que ahora cobran un mayor protagonismo que en trabajos pasados, han ideado unos arreglos decididamente majestuosos, arropados por brillantes coros de clara raigambre góspel, que invitan a pensar en una obra muy ambiciosa, pero que resultan excesivos y recurrentes, pese a su innegable valía, no logrando cerrar el círculo de un disco en el que las composiciones que sobresalen son paradójicamente las más orgánicas, sencillas y crudas, flotando la sensación de que el cancionero no acaba de explotar en la medida que debería más que a ratos. 

Una percepción que sucede en cortes como “Song of the Lake”, donde sobresaltan unos logrados arreglos que muestran la categoría de un combo imbatible como The Bad Seeds, pero que no esconden la sensación de que falta algo para acabar por romper en mil pedazos; similar percepción acompaña la escucha de “Frogs” y “Final Rescue Attempt”, amenazando una grandeza que finalmente no araña el corazón, y ante las que es inevitable escarbar en un pasado donde brotan álbumes como “Abattoir Blues/ The Lyre of Orpheus”, relativamente cercano a los postulados de este “Wild God”, donde relucen temas como “Children”, con estructura y desarrollo cercano a las citadas, en la que el objetivo de acuchillarnos por dentro legando una canción eterna alcanza su cometido plenamente, en una comparativa que muestra las diferencias entre una obra llevada a buen puerto con respecto a un amago sin plena definición.

Pero cuidado, que nadie se lleve a engaños, puesto que “Wild God” no es ni mucho menos un mal disco, contiene joyas como el tema titular, con una cadencia que va creciendo desde unos aires casi elementales junto a ese Dios salvaje y fetichista que se pregunta dónde están sus fieles, mientras observa a una mujer bañarse descaradamente, el minimalismo ambiental de “Joy” o la llama sagrada que impregna “Conversion”, con una imagen que invita a pensar en el Éxtasis de Santa Teresa de otro genio, Gian Lorenzo Bernini; el dolor y la contradicción que impregna “Cinnamon Horses”, ante la que es imposible no pensar en “Bright Horses” del álbum “Ghosteen”, y el cierre que suponen “Long Dark Night”, en clara alusión al místico San Juan de la Cruz, junto al caramelito “O Wow O Wow (How Wonderful She Is)”, liviana y adorable, simplemente fantástica, donde encierra un homenaje a su querida y tristemente desaparecida Anita Lane, cuya voz se incluye a través de una grabación que no hace sino aumentar la emoción que ya de por si transmite la tonada, antes del epílogo que supone el canto celestial “As the Water Cover the Sea” como punto final. 

Rubricar la valoración de “Wild God” resulta complicado, atendiendo al pasado de Nick Cave and The Bad Seeds no podríamos colocarlo entre sus cinco mejores, ni sería una recomendación inicial para un neófito en la materia. Si bien es cierto que hay que reconocer que contiene minutos de calidad, que a buen seguro crecerán aún más cuando las nuevas canciones pasen a engrosar el ser list de sus directos. 

De lo que no cabe duda es que tras una vida pisando las brasas del infierno, encarando la creación como necesidad para amasar al demonio interno, Nick Cave se ha convertido en un humano “conservador”, tal y como el mismo se ha definido, que sigue teniendo la valentía de grabar discos en los que él cree decididamente bajo el mantra de no caer en la repetición, los cuales le sirven ahora de ayuda para luchar contra las circunstancias personales de una vida que durante un tiempo le vino mostrando su cara menos amable.

En este punto del camino Nick Cave parece haber aceptado que la muerte vendrá a visitarnos, antes o después, sea o no el final del camino al que cantaba años atrás; de sus nuevas canciones se desprende la enseñanza de que él ha encontrado la esperanza y la redención en Dios, conservando por el camino intacta la capacidad de regalarnos momentos intensos y emocionantes, algo que ya quisieran muchos otros para sí. Disfrutemos de él mientras podamos, puesto el tiempo apremia para todos. En no muchas semanas tendremos su siempre catártico directo en Barcelona y Madrid, donde como miembros confesos del credo disfrutaremos una vez más de tan impresionante ceremonia.