Meses atrás dábamos cuenta en nuestra web sobre la publicación en plataformas de streaming de “This House is made of Corners”, el Ep que suponía el debut de un quinteto afincado en Chicago que respondía al nombre de Brigitte Calls Me Baby, cuya aparición había causado cierto revuelo en algunas de las principales cabeceras de la prensa anglo parlante, quienes no dudaban a la hora de deshacerse en elogios ante las bondades de su propuesta.
Pues bien, semanas atrás publicarán el primer larga duración de su trayectoria, “The Future is Our Way Out”, un trabajo donde a las cinco canciones ya conocidas sumaban otras seis nuevas composiciones, ampliando unas credenciales relativamente retro en las que era patente un romanticismo exacerbado al que ahora añaden ciertas sonoridades puramente ochenteras; en el material que conocíamos ya eran innegables las influencias de The Smiths, sin embargo ahora sorprenden con un desenfadado uso de las ambientaciones y sintetizadores, que sin ser utilizados de manera errónea, impiden que se ubique con claridad las aspiraciones sonoras que tiene el combo capitaneado por el carismático Wes Leavins.
De entrada resulta extraño enfrentarse a la totalidad del álbum, toda vez que el contenido previo ya está familiarizado, por ello invitaremos al hipotético lector a sumergirse en el minutaje de forma “virgen”, sin haber realizado escucha anterior de su material, una indicación que ayudará al disfrute de canciones ya reseñadas, como es el caso del medio tiempo titular, “The Future is Our Way Out”, revisitando un idealizado territorio en el campan a sus anchas Elvis, Roy Orbison y Morrissey, la cercanía que desprende “Eddie My Love”, el regusto dulce y desenfadado de “Palm of Your Hand”, la aceleración con reminiscencias neoyorkinas de “Impressibely Average”, y el rockabilly de “You Are only Made of Dreams”, donde hay que reconocer que se mueven a las mil maravillas en un traje que les cae como anillo al dedo.
A partir de aquí toca llamar la atención acercar de una serie de composición que de forma independiente podríamos calificar como de notables, es el caso “Pink Palace”, un tema que arranca haciendo pensar en las luces de neón de una pista de baile para a continuación demostrar lo interiorizadas que tienen las bases y, sobre todo, las guitarras que Johnny Marr grabó para algunas canciones del álbum “Meat is Murder”, una sombra de la que tampoco escapan en la más oscura “Fine Dining”, ni en “I Wanna Die in the Suburbs”, donde el título enlaza irremediablemente con cualquier frase del imaginario Morrissey, dejando más que claro que la sombra de los mancunianos planea sobre sus cabezas con demasiada recurrencia.
Y rompiendo con esta línea de buenas canciones de herencia sobradamente conocida, se abren paso con un tema donde los sintentizadores y las bases se imponen, alejado de cualquier pista anterior, mirando claramente a los ojos a la vertiente más romántica de la década de los ochenta, estamos hablando de “Too Easy”, un corte de amor radical donde Wes Leavins se suelta la melena y eleva su voz al cielo para dejar claro que no solo tiene trazas de estrella sino que también es un intérprete mayúsculo, haciendo suya una letra dolorosa y bella; en una línea similar, más bailable y épica, se mueve “We Were Never Alive”, donde preparan un estribillo imparable que trae a la cabeza al mejor Bowie posible, e incluso, en una disparatada conexión, puede ponerse en sintonía con la escuela de los argentinos Soda Stereo.
Cierran el círculo de forma reposada con “Always be Fine”, entre susurros cálidos y guitarras acústicas, despidiendo acertadamente una obra con sorprendentes luces, pero que también encierra un buen puñado de aspectos formales a pulir, sobre todo a lo concerniente a su carrera y la división en la que deseen desarrollar.
“The Future is Our Way Out” es un disco que contiene canciones notables, no se puede afirmar otra cosa, de la misma forma que no se puede negar que éstas se encuentran lastradas por varias circunstancias, entre ellas su excesivo apego a sonoridades sobradamente reconocidas que en ocasiones aparecen demasiado expuestas. Tampoco ayuda la falta de definición por parte de la banda, capaz de facturar temas consistentes, pero que parecen tener velas puestas a demasiados santos; sus tres ejes esenciales son tan claros como dispersos: el rock and roll clásico, Morrissey & Johnny Marr y unas querencias ochenteras que gustan de jugar con las ambientaciones. Tres grandes propuestas, qué duda cabe, y a la vez tres tipos de públicos muy alejados entre sí que poco o nada tienen que ver en sus gustos, por sabido que parezca que las etiquetas se han ido al garete a estas alturas de la película.
Mucho nos tememos que la capacidad de reclamo de la banda pasará en un futuro muy cercano por su acierto a la hora de elegir qué camino musical escoger. Saben facturar buenos temas, tienen un cantante al que le sobra carisma y gusto estético, solo falta marcar una línea clara y seguirla sin titubear. Desde aquí vamos a estar bien atentos a la evolución de Brigitte Calls Me Baby, pues los aciertos y los aspectos positivos que han mostrado hasta ahora pesan infinitamente más que las piezas a pulir, algo que no todo el mundo puede afirmar tras un primer y llamativo álbum. Y eso en estos tiempos en que no andamos sobrados de bandas de hechuras grandes, es mucho decir.