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Johnny Cash: “Songwriter”


Por: Javier González. 

La edición de nuevo disco por parte de un mito musical que lleva más de veinte años muerto hace que el buen aficionado muestre su escepticismo ante la posibilidad de estar ante una jugada propia de la discográfica; ya se sabe, este tipo de lanzamientos siempre hace planear la duda de si el objeto es hacernos pasar por caja con la intención de vendernos lo que ya tenemos por triplicado. Y claro, si la figura en cuestión es la de Johnny Cash, la historia pasa a ser más peliaguda puesto que la posibilidad de sorprender a estas alturas de la película parecía poco menos que remota. 

Partiendo de dichas premisas, debo confesar la sorpresa que supone “Songwriter” pues en algún punto del camino los astros se han alineado para ofrecernos un trabajo que contiene material novedoso perteneciente a la década de los noventa del siglo pasado, un momento muy concreto justamente anterior al mítico periodo de los “American Recordings” que devolvieron la figura de Johnny Cash al presente, gracias a las desnudas producciones de Rick Rubin y a un repertorio meticulosamente escogido al que la voz grave del “hombre de negro” sublimó, llegando en muchos casos a mirar a los ojos y superar a un puñado de originales que ya de por sí ostentaban el adjetivo de geniales. 

Este “Songwriter” nace de unas maquetas bastante avanzadas, cuyas voces han sido rescatadas, recomponiéndose las sonoridades desde cero bajo la producción de John Carter Cash y David Ferguson, arropados por músicos de reconocido prestigio como secundarios de lujo (Marty Stuart, Vince Gill o Pette Abott), a los que se añaden guiños mayúsculos en la presencia de pistas con la colaboración de Waylon Jennings, Wesley Orbison, hijo de su querido amigo Roy, ya sabrán los más acérrimos al rock americano la relación que había entre ambos -baste recordar que eran vecinos y que cuando la casa de Roy salió ardiendo, llevándose por delante la vida de un par de sus hijos, Johnny esperó en la puerta hasta la llegada de Orbison para acompañarle en el duro trance- y por la presencia de artistas de reputado talento pertenecientes a generaciones posteriores como Dan Auerbach con objeto de mezclar atemporalidad y modernidad en el resultado final, lo que unido a la profundidad y convicción de la que siempre hizo gala Johnny Cash en su registro hacen de la escucha del álbum algo más que disfrutable como era de esperar, pese a que la calidad de las composiciones incluidas no esté a la altura de los mejores himnos del mito de Dyess

El álbum se presenta bajo dos formatos, la edición sencilla recogerá el nuevo material y la doble, ya a la venta, cuenta con un segundo disco donde, ¡oh, sorpresa!, se nos muestra por enésima vez una colección de sus canciones más emblemáticas entre las que no faltan “I Walk the Line”, “Cry, Cry, Cry”, “Ring of Fire” y “Folsom Prison Blues”.

Vayamos a lo que nos trae hasta aquí, pues el principal foco de interés recae en las composiciones que quedaron relegadas al cajón del olvido. Y el caso es que aisladas, haciendo el ejercicio de olvidarnos de los grandes temas de Cash y tratando de apartarnos de las sombras que nos dicen que las sonoridades no han sido elegidas por el hombre que aparece en la portada, debemos decir que el disco es agradable, se deja escuchar y por si fuera poco gira en torno a algunos de los temas recurrentes dentro de la lírica del hombre de negro. 

Las cadenciosas atmosferas de “Hello out There”, donde Cash nos deja a los pies del encuentro final con la otra orilla, y “Spotlight”, en la que el subconsciente nos gana la partida puesto que invita a pensar que este tema defendido solo a guitarra y voz por su autor hubiera sido infinitamente mejor, pese a que sabemos que la presencia de Dan Auerbach hará las delicias de más uno; la belleza de “I Love you Tonite”, donde a buen seguro que le canta a su amada Jude aquello “and I love you tonite, even more tan I loved you in the sixties”, acompañado en los coros por su amigo Waylon Jennings; el recuerdo a las tierras sureñas que trabajó con sus propias manos de “Have you ever benn to Little Rock?” y “Poor Valley Girl”, y la recta final con “Soldier Boy” y “Like a Soldier”, con su guiño a un colectivo del que formó parte tras la Guerra Mundial donde sirvió en la República Federal Alemana. 

La realidad es que “Songwritter” estremece por sí mismo ya que su minutaje resuena a hogar con reconocidas historias que contienen la marca de la casa; la pureza del verso de quien ha vivido, del que ha trabajado la tierra al sol y ha rasgado la guitarra para purgar el alma, de quien fue un soldado y mucho antes un pobre chico afincado en Arkansas; del ser imperfecto que busco la redención en Jesús, de aquel que vistió ropajes oscuros y nunca volvió la cara ante los problemas de sus compatriotas, independientemente del color de su piel, raza o condición. Un patriota idealista, sincero y leal. El eterno e imperfecto marido de Jude. Una figura con la que muchos nos identificamos, más en sus ruinas que en las glorias que alcanzó. Y bajo esas coordinadas seguimos percibiendo estas composiciones, por mucho que nos quede el tufillo de que la voz del viejo Johnny se ha puesto al servicio de una maniobra orquestada para intentar gustar a todo el mundo y hacernos pasar por caja, cosa que han conseguido, por cierto, robándonos unos billetes y de paso también una sonrisa, qué carajo.