John Fogerty, honrando a la historia


Cap Roig Festival, Girona. Viernes, 19 de julio del 2024.

Texto y fotografías: Àlex Guimerà.

Vaya con los amigos de Clipper's Music, a los que parece que pocos artistas se les resisten en el ya consagrado festival del Cap Roig. En sus ediciones han pasado primeras espadas del rock como Sting, Elton John, Wilson Pickett, BB King, Elvis Costello, Rod Stewart, Mark Knopfler, Bob Dylan,… Casi nada. No en vano ha sido considerado en muchas ocasiones como uno de los mejores festivales de verano de Europa. Razones no les falta. Para la presente ocasión se han sacado de la chistera la presencia de un John Fogerty, que ha pisado en pocas ocasiones nuestro país, y que en concreto sólo había visitado una sola vez Barcelona, allá en el lejano año 2009.

Una auténtica leyenda del rock y el factotum de una de las grandes bandas de los sesenta junto a los Rolling Stones, Beach Boys y, como no, los Beatles. Compositor de múltiples éxitos y uno de los grandes ideólogos del rock americano. Ahora, con 79 años, arropado por su familia y habiendo recuperado los derechos de sus canciones, parece que con su gira “The Celebrate Tour” está merecidamente disfrutando de la vida y de lo que mejor se le da, su música. Así que, los fans del rockero y de la Creedence Clearwater Revival se acercaron a la localidad costera de Calella de Palafrugell (Girona) dirección a ese paraje tan precioso como son los jardines del Cap Roig para poder gozar del show de su ídolo.

Programado a las 22:15 horas, y con toda la platea sentada, apareció puntualmente un video con el septuagenario repasando su vida, para acto seguido dar entrada junto a su banda y regalarnos una inicial “Bad Moon Rising”, situado en la parte más elevada del escenario con una resplandeciente luna llena en la pantalla de detrás. Encima de él tenía la verdadera luna llena que iluminaba una de las mejores costas del mar Mediterráneo.

Era el inicio de un concierto en donde el repertorio de la CCR llevó todo el peso, un listado de temas que casi no ha podido volver a interpretar en sus directos desde principios de milenio, tras sus desgastadoras luchas legales con sus ex-compañeros de banda, y respecto a las que nos quiso dejar bien claro su autoría cuando dijo “gracias por haber seguido cantando durante tanto tiempo esas canciones MÍAS”.

Con batería, teclado, bajo y dos guitarras de apoyo, y sumado más adelante el saxofón, en dicha formación destacaron la presencia de sus dos hijos  -“seguramente habéis observado que hay dos chicos que se parecen a mi”- Shane y Tyler, quienes le acompañan en sus giras y le dan ese interesante contrapeso de juventud y energía. Aunque el de Berkeley parece que de eso va sobrado, ya que pese a su edad, recorrió el escenario de lado a lado, saltó, tocó la guitarra, agitó al público, gritó y demostró que aún tiene cuerda para rato. Si bien cantando no logra las cotas de antaño, lo que se pudo observar en algunos momentos, su don con las seis cuerdas parece intacto con esos solos imposibles que aún sigue regalándonos. De fondo, un arsenal de guitarras que los utilleros iban acercándole  en función de las necesidades de cada canción: acústica, Les Paul Gibson, Fender,… o esa Rickembacker perdida que, según contó, su esposa Julie logró recuperar para regalársela en Navidad.

Y es que las anécdotas y los recuerdos fueron una constante entre las canciones, sobre todo hablando con cariño de su familia y de su “beautiful wife Julie” - quien saludó tímidamente desde el lateral del escenario-, como también los homenajes a sus maestros BB King o Muddy Waters, o la mención a la llegada de los Beatles a los Estados Unidos en los sesenta y sus primeros pasos con las seis cuerdas.

Se nota además el gran equipo de técnicos que lleva detrás, ya que el sonido se desplegó compacto y robusto y nos dejó disfrutar de esos solos alargados de guitarra, auténticos protagonista; de la fornida batería; de ese gran saxo que apareció y adornó algunos parajes del bolo; de las acústicas que se escucharon nítidas e incluso de esa armónica que el bueno de John sacó y demostró que también domina a la perfección. 

Pero vayamos al meollo del show, es decir, a las canciones. Memorables los medio tiempos “Who’ ll Stop The Rain”, homenaje al festival de Woodstock (con imágenes de ese hito histórico en pantallas) y la lacrimosa “Have You Ever Seen The Rain?”, las rítmicas “Looking Out My Back Door” y “Down On The Corner”,  o las potentes “Born On The Bayou” (con un cocodrilo en la pantalla) y “Hey Tonight”, también destacaron “Green River”, “Keep On Choglin’”,… esas joyas que tantas veces hemos escuchado y tan bien compiladas están en los dos álbumes “Chronicle”.

De sus discos en solitario tocaron “Rock’ n Roll Girls” y “The Old Man Down The Road”, perteneciente a su álbum de renacimiento “Centerfield”, de 1985, y “Joy Of My Life”, del “Blue Moon Swamp”, de 1997, dedicada a su Julie y con la descubrimos muchas imágenes de su boda y de momentos familiares entrañables. Quizás hubiéramos deseado más presencia de los sonidos country, y de su etapa “Blue Ride Rangers” de los setenta (¿Por qué no “Jambalaya”?). Cuando más se acercó a las texturas campestres fue con esa “Cotton Fields” que tan bien versionaron la Creedence . Para el cierre del set esa oda anti guerra del Vietnam que es “Fortunate Son” que escuchamos algo acelerada  y desfigurada quizás para disimular las actuales carencias vocales del de Berkeley.

Tras el paripé de los bises, la vuelta llegó con “Rockin’ All Over The World” de su primer disco en solitario, que popularizaron en los ochenta los Status Quo pero que se inspiró en esas giras interminables alrededor del mundo de su banda, y una final, esperada y previsible, “Proud Mary”, seguramente su canción más reconocida. Un buen cierre, emotivo y cargado de melancolía al que siguieron los agradecimientos de toda la banda y su rápida marcha, justo hora y media desde su comienzo y antes de tocar las campanas de media noche. Un final que nos dejó el recuerdo del concierto de uno de los grandes del rock americano de todos los tiempos, que a pesar de su edad sigue dando un espectáculo más que digno y honrando a la perfección un legado que prácticamente no tiene rival.