Entrevista: Jay Martín


"Concibo la música como una forma de compromiso tanto emocional como social".

Por: Kepa Arbizu

De la formación extremeña Milana han surgido proyectos personales de indudable calidad y hermanados por una sonoridad común, a la que por supuesto cada cual se aproxima de forma particular, entorno a la música de raíces. Al caso de (Aritz) Sertucha hay que sumar el de nuestro protagonista, Jay Martín, quien acaba de editar un nuevo disco, "El sueño del arrendajo", que, si bien mantiene esa filiación genérico en su registro, concede mayor peso a una representación más local y ligada a su acervo cultural propio.

Un esqueleto instrumental que a su vez es el reflejo de un EP donde sus canciones adoptan la misión de convertirse en vehículos con los que transportar esa tradición oral vetusta que en este caso se arroga el compromiso de entonar una suerte de memoria histórica local, desenterrando el recuerdo de aquellos que fueron primero asesinados por las hordas franquistas y luego olvidadas entre leyes y acuerdos de falsa concordia.

Hablar con Jay Martín no significa sólo acercarnos al autor de este emocionante y talentoso trabajo, sino ceder la palabra a quien pone voz y melodía, asistido por la razón y la justicia, a ese silencio con el que han tenido que vagar históricamente tantos condenados que han dejado esta tierra demasiado repleta de llantos sin consuelo.

“El sueño del arrendajo” es tu segundo disco en solitario, tras “Que la tierra nos sea leve”, ¿tuviste claro desde el inicio de esta andadura que iba a ir más allá de ese trabajo de debut o era algo que dependía de encontrar las canciones idóneas?

Jay Martín: Cuando acabé mi primer disco el desgaste había sido brutal por todo lo que supuso la pre-producción, grabación, mezclas, arte, estreno, promoción. Por suerte o por desgracia, aunque grandes amigos me ayudaran en determinados procesos, me encargué personalmente de todo. Lo primero que piensas es que no quieres volver a pasar por ese estado continuo de obsesión. Pero todo cambia cuando empiezas a ensayar para los directos, comienza el contacto con el público y compartes tus historias. Ahí rescatas viejas ideas o surgen sin buscarlo nuevas canciones. Y de repente… una gira de presentación de un disco se convierte también en el inicio de otro. Y así pasó, que casi todas las canciones del disco nuevo las fui testando y mostrando en mis actuaciones. Cuando acabó el último concierto ya tenía prácticamente la historia que quería contar muy clara en mi cabeza y la forma en la que quería hacerlo. Un mes después de cerrar la gira estaba en el estudio grabando.

He leído que el disco se ha ido estructurando alrededor del tema “El sueño”,  una pieza que ya tenías esbozada desde años pero que no ha sido hasta ahora cuando has conseguido darle forma definitiva ¿qué encontraste o qué sucedió para que hallaras el camino para terminar definitivamente dicha canción?

Jay Martín: Esa melodía, aún no era todavía ni canción, llevaba lustros en una caja, la compuse junto a Belén Blue, cantante en Milana y la voz que me acompaña siempre. Nació espontáneamente, y cuando haces eso a veces surgen cosas que tienes dentro y de las que no eres plenamente consciente. Al tener la música que acaba de nacer, la miras y te das cuenta de que has hecho un bolero, con ramalazos fronterizos o de ranchera. Te gusta lo que has creado porque te ha salido de lo más profundo pero, claro, estás en una banda de country-rock y eres consciente de que “eso” no encaja para nada. Luego inicias tu carrera en solitario y quieres hacer un disco “redondo”, tocando todos los palos de la “americana”, porque es tu particular homenaje a los estilos que te han forjado, y eres consciente de que tampoco tiene su lugar. Pero, de repente, dejas de tener prejuicios y eres más honesto contigo mismo. Ahora me he sentido más libre y me he dicho ¿por qué narices no voy a poder hacer un bolero o una jota? (Risas)


¿De qué manera, en cuanto al concepto global del disco, dicha canción llegó a generar a su alrededor el resto del repertorio?

Jay Martín: Precisamente esa canción fue la única que no llegué a tocar en directo en la gira anterior. La terminé cuando todo el resto del disco estaba claro y las historias estaban encauzadas pero faltaba “algo”, y eso significa esta canción. Siempre tuve claro que el disco se organizaba conceptualmente en dos partes: una con historias de personajes que arrancaba en los años 30 del pasado siglo, pasando por la posguerra y llegaba hasta los años 60; y  una cara B,  con historias actuales, con sonidos también más cercanos a mis anteriores composiciones. Pero faltaba un personaje que hiciera de puente, que se convirtiera en juez y parte, en el trovador encargado de transmitir las aventuras y desventuras de todos. Y ese personaje no podía ser otro que “El Arrendajo”. En “El Sueño” se desvela la historia personal de ese trovador atemporal. El viento o el perdón son los elementos que el propio “Arrendajo” usa para dar forma a su historia. ¡Ya te decía que tenía todo muy claro en mi cabeza! (Risas). Para que mi narración tuviera verdad tenía que encajar conceptualmente y temporalmente a todos los protagonistas.

En ese proceso de regatear prejuicios sonoros que comentabas, ¿cuánto ha tenido que ver la propia naturaleza y ambientación que buscabas en las canciones?

Jay Martín: Podría haber llevado el disco a un sonido country-rock pero decidí que tenía que ponerme totalmente a disposición de las canciones y que cada una necesitaba un “escenario” diferente para poder transmitir lo que la historia contaba. Por supuesto cuidando mucho que en su conjunto todas latieran bajo una misma atmósfera. Esa ha sido mi intención, no sé si lo habré conseguido. Reconozco que tenía, y tengo, curiosidad por ver cómo es acogido un disco que mezcla valses-rancheras, jotas, dark-country, bolero, rock-acústico...

Y respecto al título del disco, ¿qué simbología esconde la referencia a ese ave en concreto?

Jay Martín: ¡Son tantas coincidencias que me alegra mucho esta pregunta!  La primera casualidad fue descubrir que la traducción de mi nombre artístico (Jay) en inglés es “arrendajo”. Fue con el lanzamiento de mi primer disco: Spotify me renombró por defecto y durante unos días mi nombre de artista fue ¡Arrendajo Martín! Aunque me cabreé mucho luego me lo tomé con humor. La anécdota me abrió un mundo de posibilidades. Decidí que el Arrendajo me podía ayudar artísticamente actuando como un alter-ego. Todo encajaba: era un ave de la familia de los córvidos (como la grajilla de “milana”). Además, la zona donde vivo desde hace años, La Vera, es un lugar de montaña con increíbles robledales y gargantas donde estos pájaros son muy comunes. 

Respecto al concepto de “sueño” vino a raíz de un artículo que leí donde decían que habían descubierto que los pájaros cuando sueñan, sueñan que cantan. ¡Me pareció genial!. Y así di forma al concepto general del disco: El arrendajo desde un sueño iba a soñar que cantaba el resto de historias.

Eres doctor en Historia por la UEX con una tesis que analiza la represión practicada durante la Guerra Civil y posguerra en Badajoz, digo esto porque tu disco tiene mucho de esas historias, especialmente en “Lucerito”, que trata sobre tu bisabuelo, asesinado por el bando franquista, ¿de qué manera nació ahora esa necesidad por trasladar ese compromiso político a un disco?

Jay Martín: Es vergonzoso que en nuestro país no haya un consenso y un rechazo de lo que significó la dictadura y de las injusticias que en nombre de “la patria” se hicieron. La historia de mi bisabuelo es un ejemplo de las miles de hechos similares que se vivieron. Por ello quise escribir una canción que sirviera de homenaje a todas esas víctimas. Buscar los restos de mi bisabuelo, con resultado infructuoso, me hicieron conectar con él y conmigo mismo a otro nivel y acercarme a una forma coherente de ver el mundo, defender tus ideas y luchar por la justicia social. 

La canción, además, debía reflejar el dolor de los huérfanos y viudas que fueron los que sobrevivieron  y tuvieron que re-adaptarse a un mundo cruel. Para la realización del videoclip quise que la mujer protagonista fuera mi hermana y la niña, “Lucerito”, mi sobrina. Era la forma perfecta de cerrar el círculo y pasar el testigo de nuestro pasado. 

La canción “Adelita” también está basada en un hecho real que tuvo lugar en 1947 en Retamal de Llerena (Badajoz). Aquí imaginé un final alternativo y lo convertí en una venganza al más estilo del viejo oeste. Pero la historia de fondo fue real: la muerte del guerrillero anti-franquista “Valle”. ¡Quien quiera saber más que escuche la canción y ahí se cantan los detalles!

Más allá de un ejercicio de memoria histórica consistente en honrar a tantos muertos anónimos y/o olvidados por el franquismo, ¿ha habido también una intención de señalar, dado el resurgimiento que ese tipo de pensamiento ultrareaccionario está teniendo en todo el mundo, las consecuencias que conllevan ese tipo de ideas?

Jay Martín: Concibo la música como una forma de compromiso tanto emocional como social. La mayoría de mis canciones suelen tener como protagonistas perdedores o marginados. Me siento cercano a ellos y nunca me ha importado posicionarme claramente al lado de los desfavorecidos. Hoy, todavía, muchas personas siguen afirmando que Franco hizo  cosas buenas y que algunos “daños colaterales” tampoco tienen mucha importancia. Es como la religión o el fútbol, son ideas arraigadas muy difíciles de combatir. Y, lamentablemente, no me sorprende ese “resurgimiento ultra”. Las formas de vida actuales, la manera en la que nos relacionamos, el concepto de “libertad” que se nos quiere imponer, nos está haciendo más egoístas, menos empáticos y, creo, que nos hace desconectar de la gente que nos rodea y de las cosas esencialmente importantes. Las fake news, los prototipos del éxito social, el individualismo y la búsqueda continua de la aprobación por parte de los demás es algo que van de la mano de esta oleada ultra-liberal, reaccionaria y violenta. 

Hay en el tono, no musical sino argumental o de ambientación, del disco que me recuerda a esas películas de Carlos Saura donde la tragedia y el dolor impuesto durante el franquismo no deja nunca de apagarse y de generar consecuencias, ¿ha habido un tono premeditado de convertir estas canciones en una especie de paisaje manchado de ese dolor que no se va nunca?

Jay Martín: Tanto en este disco como en el anterior en solitario o en muchas de las canciones que compuse para Milana creo que el dolor es una constante, efectivamente. Me siento cómodo narrando así: el dolor, el sufrimiento, el pesimismo, no tiene porqué ser algo malo. Forma parte de la condición humana. Sufrir significa vivir. Equivocarte significa intentarlo. Y en esas experiencias dolorosas, en esos errores, en esos giros inesperados de mala suerte encuentro el alimento para mis canciones. 

En este caso concreto es un disco en el que esto se aprecia más nítidamente porque el dolor es el hilo conductor que conecta a una familia destrozada por la guerra civil con el dolor de Adelita y de todo un pueblo, con la herida de muerte de “El Gacho” y su llanto por amor… hasta llegar al dolor del Arrendajo, un personaje de nuestros días que se ha destrozado a él mismo. Es un poco como en la novela de Saramago “Levantados del Suelo” donde el dolor y la tragedia de la familia “Maltiempo” se va heredando generación tras generación como una enfermedad.

Adaptas a tu propio idioma musical una canción tradicional extremeña como “El Gacho”, ¿cuánto hay en este disco de recuperación de tu infancia y de esos paisajes emocionales ligados a tu tierra natal?

Jay Martín: Llevaba un tiempo indagando en las músicas tradicionales de mi tierra, quería acercarme a esos ritmos y fórmulas telúricas del folklore que consiguen conectar a las personas que comparten un espacio y crean un vínculo muy fuerte de pertenencia. Me puse en contacto con un grupo folclórico de la zona y durante días me empapé de su estilo. Después de escuchar durante meses decenas de jotas, fandangos, rondeñas me lancé con “El Gacho”. Era una jota de la que conocía el estribillo desde niño ya que la escuchaba en fiestas populares o en rondas navideñas. La bajé un poco la velocidad, la llevé un poco a mi forma de cantar y empecé, con toda la humildad y temor del mundo, a tocarla en los directos. Y sucedió algo que no me esperaba: después de cada concierto venía alguien que me contaba una anécdota sobre esa canción: “la cuadrilla de trabajadores las cantaban en el campo”, “era la canción que siempre tarareaba mi padre” o “mi madre me la susurraba como nana cuando era chico”. Nunca había grabado una canción que yo no hubiera compuesto pero decidí que esta canción debía estar en el disco porque me conectaba a mi y a los personajes de mis historias con Extremadura y con mi gente.

Mientras que en las canciones de tu anterior disco las historias solían estar observadas desde la primera persona, estas actuales parecen mirar a lo que te rodea, más interesado en ejercer como vehículo de esa tradición oral de contar historias. ¿Es un papel que has tomado conscientemente?

Jay Martín:  Sí. Aunque en “Lucerito” aparece la primera persona para que el escuchante participe de las emociones y los hechos que se narran, las historias del resto de protagonistas (la familia de Lucerito, Adelita, El Gacho y el Arrendajo) se cantan con un sentido trovadoresco. “El sueño” cuenta la historia del trovador y en las dos últimas canciones (“el perdón” y “el viento”) es el mismo narrador el que desvela parte de su pasado en una especie de confesión íntima que revela sus fracasos y sus miedos.

Las canciones del disco tienen un sentido instrumental muy cuidado, muy detallista, pero al mismo tiempo parecen latir bajo una condición muy orgánica y sobria, ¿ha existido ese proceso de ir vistiendo paulatinamente las canciones o nacieron con la idea de tomar ese formato más recargado?

Jay Martín: Creo que de los cuatro discos que he grabado hasta el momento este ha sido el que ha tenido un mayor trabajo de pre-producción. Tenía muy claro casi todo y partía de unas premisas que he querido cumplir: instrumentos acústicos, introducir por primera vez la guitarra española, mayor presencia de percusiones o dar más importancia a los vientos. Tenía referencias de audio de las primeras veces que grabé algunas canciones, justo del momento en el que nacen y tienen la velocidad y el tempo perfectas. Todo eso lo usé para guiarme y ser lo más fiel posible a la canción, a su origen, a como me sentía o la forma de tocar que usé aquella primera vez. Partiendo de ahí fuimos vistiendo poco a poco las canciones con los instrumentos que necesitaban pero siempre teniendo claro que no podíamos desvirtuar ni mancillar la esencia de su origen. 

La lista de músicos, partiendo de Hendrik Röver & Los Míticos Gts, con la que cuentas es muy extensa, ¿cómo ha sido ese trabajo a la hora de coordinarlos: eras un director de orquesta que dirigía sobre una partitura cerrada o ha sido un proceso colectivo donde las canciones han ido tomando forma bajo continuas aportaciones?

Jay Martín:  Hendrik es, en gran medida, el principal responsable de que me dedique a esto. Su disco, “Esqueletos”, me abrió el camino y fue una revelación. Años más tarde pudimos trabajar con él y grabar nuestro segundo disco con Milana. A partir de ahí entablamos una buena relación profesional y personal y se convirtió en maestro y guía. Su trabajo ha sido fundamental para encauzar mi creatividad. Él tiene esa gran capacidad, experiencia y conocimiento técnico y artístico para plasmar los arreglos que escucho nítidos o tengo claros en mi cabeza. Y de esta forma hemos trabajado, compartiendo la producción.

Junto con Goyo y Toño (Los Míticos Gts)  grabábamos las bases y gran parte de los arreglos de cuerdas. Luego comenzaba mi peregrinaje viajando por otros estudios cacereños o a las casas de los músicos que han colaborado; allí grabábamos las partes que ellos previamente habían ido trabajando a partir de mis indicaciones. Y, con todas las pistas y una mezcla bruta bajo el brazo, subía de nuevo al estudio con Hendrik y nos encerrábamos unos días para ordenar todo, seleccionar, mezclar, quitar o dar los últimos retoques. Aunque parezca un método caótico de trabajar ¡que lo es! (risas),  me da la oportunidad de estar presente y controlar todo el proceso. Solo puedo tener palabras de agradecimiento para los músicos y técnicos que han participado en este disco. Han sido muy pacientes conmigo, generosos y han trabajado con cariño, imaginación y corazón para cada una de las canciones. Y creo que eso se transmite al escucharlo.

A pesar de trabajar de nuevo con Hendrik Röver & Los Míticos Gts, éste no deja de ser un proyecto en solitario, ¿echas de menos a veces esa sensación de grupo que podía aportar Milana o te sientes cómodo en ese papel más individual?

Jay Martín:  Justamente este año cumplimos diez años desde nuestro debut con Milana. Estoy muy orgulloso de casi todo lo que hicimos, siempre desde la honestidad y la humildad. Cada ensayo, cada concierto, cada reunión era para todos una fiesta y, a la vez, un bálsamo para endulzar situaciones personales muy duras por las que todos atravesamos durante aquellos años. Con perspectiva, creo que tanto los dos discos como nuestras actuaciones en directo reflejaban y plasmaron ese momento vital. Mi conexión con Sertucha siempre fue total, ya que teníamos una visión de la música y de entender el mundo muy parecidas. Por eso hacer canciones juntos era muy fácil y tocar o vestir lo que componía el otro nunca supuso ningún problema. ¿Echar de menos eso y a ellos? Por supuesto. ¿Ahora mismo lo cambiaría por mi camino en solitario? No, pero no falta de ganas sino porque sería inviable. Milana tuvo su momento. Me encuentro muy cómodo, libre y tranquilo en estos momentos. Pero de la misma forma que no nos despedimos oficialmente nunca… no puedo negar que en algún momento la banda vuelva a reunirse si se dan las condiciones necesarias.

“El sueño del arrendajo” es un disco que se necesita escuchar con calma, sentir, interiorizar sus historias, ¿en ese sentido crees que es un trabajo nacido en un "tiempo equivocado" dado que hoy en día se estila una forma de escuchar muy atomizada y sin la pausa necesaria?

Jay Martín: Hoy en día el ritmo impuesto por las redes sociales y las plataformas han cambiado por completo la forma de escuchar música. Es un reflejo de los tiempos que corren. No quiero ponerme estupendo ni afirmar que sea mejor sentarte a escuchar un disco respetando el orden de sus canciones que ponerte una lista de reproducción en el móvil aleatoriamente o ver trocitos de canciones por instagram, pero está claro que para los que queremos seguir haciendo discos conceptuales, o al menos con una línea narrativa, esto no nos beneficia nada.  

No sé si el disco nace en tiempo equivocado pero sí en un espacio común del que no me siento partícipe. Ya no solo por la forma de hacer música, sino también por como los músicos encaramos nuestro oficio, la promoción, la sobre-exposición continua, siendo esclavos de ese ruido general. Pero esto no significa que me martirice, ¡todo lo contrario!. Hace que me reafirme más en lo que hago porque los directos y el contacto con el público me están demostrando que todavía hay mucha gente que necesita emocionarse a través de una buena historia cantada desde la calma.