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Bunbury: desde Zaragoza al mundo entero


Por: Javier Capapé
Fotos: Iván González.

"Ciudadanos del mundo entero, a Zaragoza llevo en el corazón". Con esas palabras comenzaba "Contradictorio", una de las canciones más autobiográficas del músico aragonés que cerraba su disco más introspectivo, aquel "Pequeño" que nos cautivó a todos. Veinticinco años después de entonar esas palabras, Enrique Ortiz de Landázuri, conocido por todos como Bunbury, es más profeta en su tierra. Va a llenar en solitario el templo del fútbol y los grandes conciertos de la capital maña. La Romareda, símbolo de una ciudad que tras caer el telón del músico zaragozano la próxima noche del seis de julio comenzará su demolición a la espera de un nuevo estadio para cuando el equipo del león sea capaz de volver a luchar en primera división, acogerá a un músico que puede presumir de haber pisado sus tablas en muchas e inolvidables ocasiones.

Fue en octubre de 1986 cuando unos jovencísimos Héroes del Silencio actuaron en una cita conjunta junto a El Último de la Fila y Franco Battiato en un estadio de la Romareda a medio llenar, pero que ya se hacía eco de la por entonces nueva banda zaragozana, que pudo presumir de compartir escenario con dos nombres históricos. El que esto suscribe era demasiado joven para estar ahí, algo que también ocurrió cuando los Héroes volvieron al mismo escenario el nueve de octubre de 1991 como cabeza de cartel junto a Las Novias y Niños del Brasil. Una cita en la que el cuarteto aragonés presentaba "Senderos de Traición", gozando de uno de sus momentos de gloria. Un concierto que resonó entonces y muchos años después, sabedores todos sus paisanos que lo vivido aquella noche se convertiría en un hito musical que el tiempo ha demostrado que trascendió mucho más allá de lo estrictamente musical.

El idilio de Enrique Bunbury con la Romareda fue más allá, pues de todos es sabido que este mismo recinto acogió dos conciertos de la gira de reunión de Héroes en 2007. De nuevo durante las fiestas del Pilar, los días diez y doce de octubre, Héroes del Silencio llenaron la Romareda en lo que fueron dos noches de absoluta locura. En esas citas el fervor por la banda zaragozana y el éxtasis generado adquirió el valor de épico. El cuarteto repasó sus clásicos e indagó en lo más querido de su repertorio haciendo que la emoción se mezclara con la pasión desmedida de un público que sabía que, esta vez sí, la ciudad de los Héroes les rendía el tributo merecido mientras sus protagonistas saboreaban la gloria plena.

A lo largo de los años, la Romareda ha acogido conciertos que han adquirido el calificativo de míticos por derecho propio. Conciertos como el cierre de la última gira de Dire Straits, la única parada española del HIStory World Tour de Michael Jackson, el regreso de la E Street Band junto a Bruce Springsteen en 1999 o la cita patria de la gira de presentación del "St. Anger" de Metallica. Pero no olvidemos que la Romareda es el templo del fútbol zaragozano y, aunque en los últimos años ha vivido más sinsabores que alegrías con su equipo, el espíritu blanquiazul recorre cada uno de sus rincones y hace vibrar a una hinchada muy numerosa y tremendamente fiel por muy difíciles que se le pongan las temporadas al equipo del león.

Fútbol, música y mucho corazón. Podrían ser los tres pilares de este coso zaragozano, cuyo cuarto apoyo para no caer siempre ha sido su público. Este verano comenzará su demolición, que se irá viviendo por partes, ya que la próxima temporada futbolística todavía acogerá en un tocado estadio los partidos del Real Zaragoza, pero el concierto del próximo sábado seis de julio sí que será el último que vivamos en este recinto. Y esta vez Bunbury no se rodeará de los otros tres Héroes del Silencio, sino que por primera vez llenará la Romareda con su repertorio solista y rodeado de la banda que más alegrías le ha dado en su carrera: Los Santos Inocentes.

Para Bunbury, llenar con su nombre la Romareda no es tanto un reto si no un regalo por ver el estadio de su casa convertido en un templo del rock que ruge con sus propias canciones. Ya lo hizo con Héroes del Silencio, pero esta vez será incluso más especial. Bunbury ha llenado multitud de veces el Pabellón Príncipe Felipe de la ciudad. Y no solo eso, hemos podido verle abarrotar la Plaza del Pilar en 2002 en la gira de "Flamingos" o ver el Paseo Independencia hasta la bandera para hacer los honores de "El Viaje a ninguna parte" en 2004. Ha arrancado casi la totalidad de sus giras en esta casa. Desde la controvertida apuesta de "Radical Sonora", con un concierto marcado por el descontento de algunos seguidores que buscaban seguir escuchando a Héroes del Silencio cuando el zaragozano ya había puesto un pie en la electrónica, hasta los primeros pasos del "Pequeño Cabaret Ambulante" (en un concierto en el que compartió cartel con Andrés Calamaro presentando por entonces su incuestionable "Honestidad Brutal"), que nos dejaron a todos atónitos por el enorme giro de timón de su propuesta, o la primera vez que se subieron a un escenario los Santos Inocentes en la Feria de Muestras (escenario que antes habían pisado los Rolling Stones o R.E.M. a su paso por la capital aragonesa) para desgranar las canciones del fronterizo "Hellville de Luxe".

Los afortunados que hemos podido seguir a Bunbury desde la ciudad que le vio nacer hemos compartido conversaciones en la desaparecida Estación del Silencio, hemos sido testigos de ensayos abiertos de sus giras en la mítica Sala Oasis, le hemos escuchado en la intimidad del Teatro Principal e incluso le hemos aclamado como pregonero de lujo de nuestras fiestas. Zaragoza le lleva en el corazón, sin duda. A pesar de las críticas de este pueblo tan exigente (no todo el mundo tiene fácil ser profeta en su tierra), a pesar de que muchos sigan pensando que sin Héroes no ha llegado tan lejos, a pesar de haber abandonado su centro de operaciones a orillas del Ebro, sus paisanos le apreciamos enormemente (muchos de ellos en silencio) y sabemos que no hay nadie que represente mejor nuestra música que él.

Padrino y amigo de tantos (Niños del Brasil, Más Birras, Distrito 14, Amaral...), heredero del carácter aragonés que ha sembrado por medio mundo, hijo de esta tierra seca que, aunque no lo creamos, devuelve mucho más de lo que recibe, Bunbury siempre encuentra los brazos abiertos en su ciudad. Ya sea en la desaparecida, pero clave para él, sala En Bruto, en la Oasis, el Pabellón Príncipe Felipe o, en este caso, su querida Romareda. Si lo que viene a presentar el próximo sábado es uno de los que él ha querido llamar "Shows únicos" (más bien el último de estos) Zaragoza brindará a su "aragonés errante" el mejor escenario para hacer una vez más de ésta su casa, la que siempre le espera con las puertas de par en par. La Romareda caerá, pero estoy seguro de que no se llevará nunca el eco que las canciones de Bunbury dejen resonando al sur de su ciudad.

No es por ser yo de aquí y amar tanto mis raíces, pero siempre he pensado que cada cierto tiempo aparece un aragonés universal. En el siglo XIX Goya, en el XX Buñuel y este siglo XXI puede ser, sin duda, el de mi paisano Bunbury, ese animal de escenario digno de pasear el nombre de esta histórica e irreductible tierra. La Romareda se le va quedar pequeña por las inmensas ganas de compartir con él este nuevo momento histórico, este show único que nos guiará por sus cuarenta años de vida musical desbordante.