Madrid pertenece a Biznaga y Tiburona


Recinto Ferial del Parque San Isidro, Carabanchel, Madrid. Sábado 1 de junio de 2024. 

Por: Javier González. 
Fotos: Estefanía Romero. 

El cierre de CRUZA Carabanchel prometía una velada de punk-rock enérgica y vibrante, merced al cartel compuesto por dos de las mejores bandas de nuestro panorama actual. Biznaga y Tiburona eran sabedoras de que jugaban en casa por los que se esforzaron en regalarnos parte de lo mejor de un repertorio brillante, afilado y crítico, haciéndolo con grandes dosis de familiaridad y cercanía, reivindicando el genuino sabor de los barrios y sus gentes, frente a la gentrificación voraz y capitalista. Aprovechando también la ocasión para loar la labor que cumplen eventos pequeños en cuanto a medios, pero de inmenso corazón, como es el caso del bolo que nos ocupó anoche, el cual se ha saldado con un éxito rotundo tanto en lo concerniente a organización, exquisita durante toda la jornada, como en la afluencia de un público intergeneracional y también familiar que deja en muy mal lugar el manido discurso de que el rock ha muerto entre los más jóvenes. 

La jornada se abrió con la participación del Gran Coro de Carabanchel, cuya actuación nos pudimos disfrutar, pues llegamos con el tiempo justo de ver los instantes finales de la misma, si bien es cierto que debemos resaltar que la cantidad de gente que lograron arrastrar nos sorprendió para bien, por lo que seguro que su propuesta debió ser de gran interés. 

Sobre las nueve de la noche llegaba el turno de Tiburona, nuestras aguerridas sirenas del Manzanares no defraudaron con su habitual formato power-trio, parapetadas tras sus instrumentos, SúperCarmen Merino, a la batería, Rita Dolores, al bajo, y Laura del Amo, a la guitarra, repartiéndose las tareas vocales para firmar bonitos juegos de armonías, desgranaron las canciones de los dos álbumes con que cuentan hasta la fecha, “Sola y Feliz” y “Nos Extinguimos”. 

Y lo hicieron entre reivindicaciones feministas, cerrando los puños y apretando fuerte la mandíbulas mientras iban soltando un trallazo garajero tras otro al estilo de “No Me Interesa tu Opinión”, con su tamiz crudo y directo, la frontal “Queremos la Guerra”, la invitación a mover el “culete” en palabras de Laura que supuso “Escuale”, su aviso contra la masificación barrial de signo capitalista, personificada en “Que Viene el Lobo”; el cinismo implícito de “Pensando en Ti”, la colosal “Horizonte de Sucesos”, donde se hicieron acompañar en la guitarra acústica por un enmascarado que se daba un aire demasiado parecido al biznaguiano Torete; la maravillosa invitación a beber de su “Brebaje de Amor” pasando por el ataque directo a los machos tristes en “El Almuerzo Desnudo” y “Relación Abierta”, sin dejar pasar la oportunidad para desearnos un tránsito a la otra vida luminoso en “Que Mueras Bien” ni dejarse en el tintero un finísimo mensaje en “Cartel Precioso”, donde desmontan algunos de los chanchullos que suceden en el mundillo musical, antes de recoger una cerrada ovación por parte de un público que ya sabía de sobra cómo se lo montaban en directo estas jefazas de instrumentos tomar. 

Tras el obligado ajuste de escenario, pasadas las diez de la noche los altavoces atronaban con “Las Cuatro Estaciones” del maestro Vivaldi, antes de que nuestros cuatro forajidos punk favoritos nos invitaran a disfrutar del aroma Biznaga. Un viaje desde los “no-lugares” que pueblan nuestra geografía hasta Bremen, celebrando la vida por la vía directa, dando, literalmente, la espalda al cementerio, entre la combatividad y la poética, reclamando las calles para la gente, enarbolando un discurso con el que nueve de cada diez madrileños deberíamos estar de acuerdo, a través del que han sabido coser cuatro maravillosos discos, repletos de nervio e intensidad. 

Directos como un puñetazo, sabiendo dónde y cómo golpear, y a la vez sutiles como asesinos silenciosos, así sonaron durante la velada donde apelaron al “Divino Fracaso”, cantaron a “Una Ciudad Cualquiera”, pues todas presentan semejantes estampas, despersonalizadas y sin arraigo posible, escupieron en la cara del nuevo Dios en formato pantalla, “2K20”, sumergiendo al respetable en “El Entusiasmo”, una nueva canción estrenada recientemente donde muestran su habitual potencia en la base rítmica, dando paso a una evocadora letra que invita a la resistencia y a la radical belleza, mientras inclinaban la balanza del repertorio hacia las canciones de su último trabajo, pues como comentaba Jorge, bajista de la banda, la gente tenía ganas de “viajar a Bremen”. 

Y es que es cierto, parece que su último trabajo ha supuesto un antes y después para la banda algo que fue constatable al ver a la audiencia corear trallazos como “Líneas de Sombra”, la generacional “Espíritu del 92”, aquel infausto año donde el espejismo salto en mil pedazos, con unos Biznaga especialmente engrasados mostrando a un Milky repartiendo porrazos a su batería y a Jorge buscando el equilibrio con su bajo, mientras Torete y Álvaro, intercambiaban diálogos punks con sus guitarras dejándose por el camino, literalmente, parte de la vida y toda la voz.

Los momentos cumbres de la noche llegaron gracias a su reflejo de una juventud-madurez engañada por enésima vez, tan bien plasmada en “Domingo Especialmente Triste”, esquivando a la pena del siglo, “Contra Mi Generación”, quirúrgicamente acertada y dolorosa, la belleza crepuscular de “La Escuela Nocturna”, emocionante en el recitado y brutal en su conjunto, la enorme “Cómo Escribimos Adalides de la Nada” y ese himno al madrileñismo que invita a tomar el mando de una vez por todas que es “Madrid Nos Pertenece”, con la que nos pusieron a morir, porque sí, “Madrid nos pertenece a ti y a mí”, ni a los fondos buitre ni a los buitres de dos patas y media neurona. 

Tal y como llegaron se fueron, no sin antes agradecer la camaradería ni el hecho de ver entre el público tantas caras conocidas y amigas, invitándonos a cerrar la noche con una borrachera “allnighter” en el Gruta 77, otro de los emblemas del barrio, despidiéndose de nosotros mientras los altavoces atronaban con “Tiempos Nuevos Tiempos Salvajes”, un mayúsculo corte de la que para ellos, y para nosotros, es la mejor banda del mundo, Ilegales. Un broche perfecto a una velada mayúscula. 

Biznaga y Tiburona fundieron ética y estética, mostrando su mensaje en clave garaje-punk-rock y volvieron a meterse a la gente en el bolsillo. Carabanchel disfrutó la noche y a buen seguro la madrugada de lo lindo. En definitiva, Tiburona y Bizanga dejaron claro que Madrid les pertenece. Y nosotros encantados, oiga.