La tarde noche del día 21 de mayo de 2024 será recordada para muchas personas como una bonita jornada en que pudimos disfrutar de “Segundo Premio”, la película que tiene como hilo conductor las aventuras y desventuras del generacional grupo granadino en los meses previos a la grabación de su obra cumbre, “Una semana en el motor de un Autobús”.
Antes de entrar a comentar los pormenores de la película, conviene agradecer a quien corresponda la peculiar puesta en escena que se nos brindó, puesto que más allá de de las bondades del metraje, alguien tuvo la brillante idea de sumar a la proyección acompañamiento musical en vivo por parte de los actores protagonistas de “Segundo Premio”, los cuales interpretaron de manera más que notable un buen puñado de clásicos de Los Planetas; algo que hizo disfrutar enormemente a una audiencia variopinta, compuesta en su mayoría por compañeros músicos, reputados periodistas del sector y seguidores de la banda granadina quienes esperaban con expectación el desarrollo de un “biopic” al que sus excelentes críticas y los premios cosechados, como los del festival de cine de Málaga, habían puesto el listón relativamente alto.
Desde el principio se nos dejó claro que “aquella no era una película sobre Los Planetas”, una afirmación que conviene puntualizar, puesto que sabedores del hermetismo del grupo desde tiempos inmemoriales era sencillo adivinar que la absoluta mayoría de las situaciones que se narran poco o nada tendrán que ver con la realidad acontecida; si bien es cierto que otros pasajes, otros tics, como el peculiar carácter que gastan quienes supuestamente dan vida a Jota y Florent, pues sus nombres no son citados en todo el film, la marcha de su bajista, trasunto de May Oliver, los problemas con diversas adicciones o su animadversión hacia las grandes compañías discográficas, aparecen reflejados de forma dramatizada, pero presentados con una convicción que hace que nos adentremos en la historia con altas dosis de verosimilitud.
Una convicción a la que también colaboran el buen tino de sus directores, Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez, quienes realizan una gran labor técnica con sorprendentes y llamativos giros, así como la terna de actores protagonistas, Daniel Ibáñez, representando a un afectado líder espiritual en la banda, Francisco Martín, segundo de a bordo y contrapunto tenebroso a la figura del líder, y la tercera pata del banco, personalizada en Stéphanie Magnin, último lado del triángulo que representa la parte más apegada al mundo real, que se cierra a la perfección con la irrupción de un cuarto elemento personificado en la figura Mario Fernández Olmedo, en el que es sencillo ver el reflejo del gran Eric Jiménez, por cierto, conviene no olvidar que el asesoramiento musical de la película es obra de Antonio Arias, siendo Lagartija Nick y Enrique Morente los únicos nombres granadinos que aparecen en la película más allá del grupo protagonista.
No pasaremos a narrar lo que acontece en el metraje ya que “Segundo Premio” merece ser vista sin "spoiler" alguno, pero sí diremos que contiene momentos que emocionan, pues nos reflejan, haciéndonos mirar atrás casi tres décadas. Para muestra tres botones, quizás irreales, muy probablemente ficticios, pero que elevan el alma: 1) El momento en que el batería escucha un ritmo procesional que con leves retoques será la base de la canción que da nombre a la película. 2) El cuaderno de notas donde el vocalista va escribiendo aquello de “Sentado esperando a que llames…”. 3) El momento en que el guitarrista muestra a la banda el arreglo inicial de “Segundo Premio”. Lo demás es historia, tanto de nuestro pop independiente como de toda una generación que conectó con la peculiar forma de hacer canciones de la banda.
No, “Segundo Premio” no es una película sobre Los Planetas, llamarla así sería reduccionista y simple. “Segundo Premio” es la historia de la gestación y grabación de un disco mítico; el trabajo que marcó a una generación y con el que todo un género se hizo mayor de edad y autosuficiente. Desde Granada, con aciertos y errores, repletos de mala follá, Los Planetas hablaron al resto del país y subieron a una parte de su juventud a una montaña rusa de desamor, insatisfacción y drogas, que sin ellos parecía lejana y cuyos ecos resonaban en inglés, algo que ellos cambiaron gracias al cariz de unas letras casi sangrantes que siguen pareciendo certeras. Muchos de aquellos jóvenes, hoy ya cincuentones, no han olvidado todavía aquellos himnos y lo que la irrupción de la banda supuso en sus vidas. A otros conviene recordarles lo que un día sintieron. Y para otros ya es hora que se vayan enterando de lo que ocurrió. Más vale tarde que nunca.