Raúl Rabadán T-Bonski: “Massala​'​s Jump”


Por: Kepa Arbizu.

Los casi nueve mil kilómetros de distancia y casi el siglo de diferencia que separan al valenciano Raúl Rabadán y a aquel "bluesman" texano de nombre Aaron Thibeaux, y que encontró su apodo en el hoy histórico T-Bone Walker, no son obstáculos suficientes para impedir una ligazón -más allá de compartir nomenclatura- entre ambos expresada en el idioma común que contiene el pentagrama que guía sus canciones. Una brújula sonora que ha acompañado a los diversos proyectos grupales, llámense  Marlow, Nasty Boggie,  o Dixie Jumble, que han configurado la carrera de este músico y que ahora también lo hace para encabezar su primer paso realizado en solitario. Una condición individual que además conlleva su conversión en un auténtico hombre orquesta, poniendo su firma en todos los instrumentos que dan forma a este nuevo repertorio. Una absoluta autocracia, salvo la portada cedida a las manos de su habitual compañera Marian Zorio, impuesta igualmente en las labores de producción; y es que nadie mejor que uno mismo para dirigir su destino, aunque éste signifique encomendarse a los brazos de esa figura diabólica que, aunque no aparezca acreditada en los discos de Blues, se ha aposentado plácidamente en su relato. 

La incógnita que siempre surge con un trabajo que evoca a un género primigenio es la posible pulsión a la hora de convertirse en un mero afiche sin alma identificativa. En este caso, dicha incógnita podría quedar resuelta con el nombre del álbum, “Massala​´​s Jump”, en referencia a ese condimento culinario que nos remite a una mezcla de sabores, pero mucho más concluyente sin duda resulta desgranar su contenido y comprobar su espíritu ágilmente encomendado a la tradición, lo que habla de una puesta en escena orgánica y ruda, pero de cintura lo suficientemente flexible como para explayar sus fronteras. Una condición aplicable incluso a las dos versiones seleccionadas, haciendo que la escogida para abrir esta docena de piezas, una "I'm Going Down The Line" autoría de Earl Hooker, respete escrupulosamente la estructura original de imponente boogie pero interpretada con una plasticidad  rítmica que la sumerge en un sonido más oscuro y patibulario. Una traslación similar a la que es sometido el "God´s Got It", de Reverend Charlie Jackson, que en las manos del valenciano más parece señalarnos al pantanoso camino que lleva al infierno que a la salvación eterna. 

A pesar de la determinación por escapar de una acomodada elaboración lineal, el disco está sostenido con firmeza por una osamenta principal enclavada en el blues. Líneas maestras delineadas con la firmeza que otorga la ortodoxia tomada de la escuela de Chicago, ya sea en el rotundo latido de “Shoreline”, como en la insinuante penumbra en la que se atisba la sombra de Willie Dixon y Howlin' Wolf en “Whiskey Daze”, o incluso extendiendo un tipo de interpretación que perfectamente podrían ejecutar unos contenidos y especialmente dotados The Doors en “I Was Breaking the Chain”. El penetrante palpitar de las bases rítmicas, que se posicionan como protagonistas, señalan hacia un trayecto decorado por un vivaz contexto funk y una entonación descarada con el fin de perfilar una especialmente cadenciosa “All You Got to Do Now”. 

Huellas todas ellas que confluyen entorno al género negro por excelencia, un punto de encuentro que alterará su ubicación principal, no así su formulación, para deslizarse a unos aledaños igualmente identificados por su raigambre clásica. Un abandono del epicentro de ese círculo de influencia que en su alejamiento es capaz de suministrar episodios tan llamativos como un “Won’t You Come On Home” que todavía sigue afincado en los doce compases pero expuesto con el énfasis propio del de jazz swing, ámbito del que se servirán “T-Bonski Bop”, para haciendo honor a su título asomarse al Bebop con los ágiles dedos de un Django Reinhardt o Al Casey, o un más arisco tema homónimo. Un paseo por las diferentes estancias dedicadas a las músicas afroamericanas que hará escala con "Twinkle In Her Eye” en el soul de acogedor tono melódico, lo que significa vestir bajo el membrete de la Motown, mientras que “I Got Something To Say” se hospedará en el rhythm and blues con un equipaje sutilmente sugerente que cuenta entre sus enseres con los vinilos de Little Willie John o Ruth Brown

No es casualidad, o por lo menos de esa forma se puede entender, que el cierre del álbum recaiga sobre "Deal with the Devil", una composición que pasaría por alguno de esos hallazgos que Alan Lomax rescató de la América más profunda, porque su crujiente y analógico sonido es la representación más pura y primigenia de ese género por el que el autor valenciano siente devoción y al que ha decidido consagrar su inaugural trabajo en solitario. Una filiación que sin embargo no le impide, y de hecho es el responsable del amplio interés que acoge este repertorio, salir a corretear libremente más allá de los límites de ese hogar, asumiendo a la perfección que la música es un vecindario donde unas casas lindan con otras y perfectamente pueden convivir juntas y en armonía. Por eso "Massala​´​s Jump" funciona como un excelente ejemplo de la ductilidad con la que se pueden conjugar lenguas sonoras vernáculas, asimilando a la perfección que no hay mejor manera de exponer los dogmas clásicos, previa interiorización, que siendo uno mismo.