Que una banda con los referentes y la tremenda personalidad de Pony Bravo haya conseguido entregar cinco discos, contando el que nos ocupa, como cinco lunas deslumbrantes en el cielo de la música alternativa de este país –una escena cada vez más repleta de globos sonda hinchados por promotoras y multinacionales al servicio del oyente menos necesitado de criterio-, ya puede ser considerado un triunfo en toda regla. Y a quienes hemos conseguido seguirlos sin despistarnos demasiado por el camino igual también habría que santificarnos de alguna manera. Porque la trayectoria del núcleo formado por Daniel Alonso, Pablo Peña y Darío del Moral ha sido tan expansiva, juguetona y libre de prejuicios que a veces ha costado cogerles el punto.
Para ligar los sonidos que conforman este “Trópico” se alían con el siempre eficaz Raúl Pérez en el estudio La Mina y amalgaman krautrock, synth wave, ritmos étnicos y hasta punk electrónico (¿Es algo así lo que escuchamos en “Piedra de Gaza”?) para poner en solfa los habituales iconos locales de sus letras y teñirlos de futurismo, como en ese “Magic feeling” donde también le dan al soul una pátina de contemporaneidad. Es tal su promiscuidad sonora que intentan realzar su perfil onírico en “El sueño de Roy Batty”, que por si alguien no lo sabe era el nombre del replicante interpretado por Rutger Hauer en Blade Runner, y por eso se aplican en la tarea autoimpuesta de continuar una road movie de ciencia ficción en el deslumbrante dub de “Chichén Itzá”, entroncando el exotismo con el humor surrealista –otra marca de la casa- de “C’est chic-C´est bon”, como si el idioma fuese un mero vehículo de expresividad en lugar de expresión.
Las palmas, los arreglos dignos de la tradición coplera, las borlas arábigas y otros ingredientes básicos son los que ponen la cazuela de Pony Bravo a hervir: “El antiguo bizco” divide el disco a ritmo de western folclórico; “Jazmín de Megatrón” pone el toque retro funk a una fiesta de los ochenta “Monte y foresta” cabalga la cumbia a lomos de otro episodio de descrédito respecto a los usos y costumbres de su bendita tierra; “Primeros pobladores” y “Linda” trasiegan desde lo primigenio de la selva al futuro del cante jondo. Sí, no se me ocurre mejor descripción para tal despliegue de anti hits ni tamaña capacidad para crear tejidos de atmósfera indescifrable, directos e implacables en el caso de la popera “Reflejo exacto”, con un pie en la distopía de Black Mirror y otro caminando hacia el legado de Triana, sin olvidar que en la otra dirección tampoco deberían dejar de mirar a bandas como Talking Heads o Neu!
En su universo caben tantos personajes y episodios memorables que sólo estando atentos hasta casi el hartazgo se les puede descifrar con la clarividencia que merecen. Lo de Pony Bravo y su supervivencia es un misterio casi tan grande como el de su manera de entender la música y las canciones, pero después de este nuevo capítulo de la serie en la que nos cuentan la vida tal como la ven sólo espero el siguiente con la misma avidez con que ellos bordan las temporadas.