Sala El Sol, Madrid. Sábado, 18 de mayo de 2024.
Por: Javier Gonzalez.
Fotos: Estefanía Romero.
Noche para buenos aficionados la del pasado sábado en la madrileña sala “El Sol”; nos visitaba un nombre mítico del rock de los últimos cincuenta años como el australiano Mick Harvey, miembro seminal de bandas como The Boy Next Door, The Birthday Party y Nick Cave and The Bad Seeds; productor de nombres tan afamados como Anita Lane o PJ Harvey, por citar tan solo dos ejemplos, y dueño de una interesante, a la par que desconocida para el gran público, carrera en solitario, donde ha firmado un puñado de BSO, así como otra gran colección de álbumes cuyas dos últimas y recientes muestras, “Phantasmagoria in Blue” (2023) y “Five Ways to Say Goodbye” (2024), bien merecen una reposada escucha, pues son altamente disfrutables.
Unas ciento cincuenta personas daban muestras en la calle Jardines de la expectación suscitada por el evento, gente de mediana edad casi en su totalidad, que reflejaban en su rostro la expectación y el respeto por lo que pudiera mostrar sobre las tablas un grande de la música alternativa que no defraudó, sabiendo encandilar al público de manera instantánea por su talante.
Sobre las nueve y media de la noche apareció sobre las tablas el bueno de Mick, parapetado tras su guitarra, interactuando con el respetable, locuaz, cercano y divertido desde el primer instante. Secundado por un brillante cuartero de cuerda abulense-madrileño compuesto íntegramente por féminas, a las que posteriormente se sumaría la guadianesca Amanda Acevedo, pues aparecía y desaparecía de la escena según lo requerido por el repertorio; para dar paso a una ceremonia que discurrió como el cauce de un río, repleta de fuerza y convicción, sin que para ganar nuestra atención hicieran falta estridentes y ruidosas guitarras eléctricas, ni bajos ni baterías; simplemente un todo orgánico, minimalismo, bellos arreglos y un par de voces capaces de transportarnos a otras latitudes por espacio de hora y media.
Nos invitaron a penetrar en su propuesta abriendo sus “Heaven´s Gate”, la intensidad low-fi de “Photograph”, antes de que comenzara el particular duelo entre Mick y Amanda, dándose contrarréplicas en los abismos de “Milk and Honey”, “Dirtnap Stories” y “Phantasmagoria in 2”, mostrando calma y solvencia vocal, mientras de fondo era arropadas y balanceadas por el buen hacer de María Galán y Laura Delgado, encargadas de los violines, Ana María Rodríguez, viola, y Laura Silva al violonchelo, sabiendo hacer disfrutar a un público que asistía silencioso a la propuesta, respetuosa actitud sola interrumpida por la lluvia de aplausos que proseguía al cierre de cada tema, en una comunión que duró toda la noche (para que luego digan que la gente solo va a los conciertos a hablar, excepciones hay siempre, tanto en lo relativo a los artistas como a los distintos públicos. Será que el respeto por una trayectoria llama al respeto.).
El turno de las versiones arrancó con una convincente “Unicornio” de Silvio Rodríguez y prosiguió robándonos un trozo del corazón al recordar a Luis Eduardo Aute con su universal “Al Alba”, donde hermanados cantamos su doloroso estribillo al unísono, en una revisión donde mezclaron los idiomas de Shakespeare y Cervantes, con broma incluida por parte de Mick diciendo que él haría su parte en inglés, tomando nuestra mano para guiarnos hasta “The Art of Darkness”, los aires folkies de “We had an Island” y el cierre en falso con la fabulosa “Setting you Free”, donde estableció un diálogo musical con el cuarteto de cuerda de muchos quilates que nos dejó un dulce regusto en el paladar.
Los bises, tanto el primero como el segundo, volvieron a contar con protagonismo para las versiones; en este caso sobresalió, para regocijo de la audiencia, “Bonnie & Clyde”, repletos de fraseos donde la sensualidad, el drama y la peligrosidad se funden, que en su adaptación primigenia Mick comparte con su amiga la tristemente desaparecida Anita Lane, y cerrando la velada con su acercamiento a otro gran tema del pop como “Song to the Siren”, original de Tim Buckley, pero cuya revisión por parte de This Mortal Coil muchos llevados grabada a fuego muy adentro.
Tras recibir la enésima tanda de aplausos, Mick agradeció nuestro cariño, brindándose a firmar discos y hacerse fotos tras la actuación, momento en que aprovechamos para rascar su firma en algunas viejas joyas de la colección atesorada por el australiano, a la par que comentábamos las bondades de la velada y nos emplazábamos a una futura entrevista.
Enfilamos, como tantas noches, la vieja escalera de caracol de “El Sol” con una sonrisa en los labios, habiendo disfrutado de un conciertazo, sin estridencias, con hondura y grandeza; sabedores que Mick Harvey entró hace demasiados años en el imaginario colectivo de varias generaciones sin hacer apenas ruido, como un cooperador necesario, regalándonos para la eternidad un buen puñado de canciones inmortales, porque si algo tenemos claro a estas alturas de la película es que las malas semillas nunca mueren.