Por: Skar P.D.
Cuando se filtra, o se insinúa, que estamos, o pudiéramos estar, ante la última entrega, en este caso un último disco que representa más una marca colectiva que individual, quieras que no, te sientes condicionado a tener una perspectiva diferente a la que, seguramente, se tendría sin esta premisa previa. A poco que una obra sea producto de cierta sensibilidad, el entorno, las circunstancias o los vaivenes personales, dejan su impronta en el resultado.
Si esto fuera así, que nunca se sabe, lo de que este disco, "Wiggle Your Fingers", sea la última entrega de GospelbeacH, o lo que es lo mismo de Brent Rademaker, ese personaje que lleva años transitando, obviando su aventura post punk con el nombre de Frausdots, por lo sonidos fronterizos del folk rock, el country, el sunshine pop o el Pasley Underground, quedaría la duda de si los temas que lo componen responden a una premeditación o simplemente era la colección de canciones que tocaba. En cualquier caso, este tipo de dudas no dejan de ser más metafísicas que reales cuando se trata de analizar una carrera, la de GospelbeacH, no la de Rademaker, que comenzó con una petición de hacer un disco en solitario y que ya va para los diez años, si bien es verdad que, exceptuando el EP de versiones publicado bajo el nombre de "Jam Jam" y el sencillo "Its too Late", hace ya un lustro que no publicaban nada con material nuevo, desde aquel "Let It Burn" del 2019 y que sirvió de homenaje póstumo al guitarrista Neal Casal y que les acercó de gira por estos lares.
Diez años han pasado desde la publicación de aquel iniciático disco bajo el nombre de "Pacific Surf Line". Por el camino Brent Rademaker ha ido pasando revista a todos sus héroes, desde Grateful Dead a Tom Petty, y rescatando con evidente fortuna todo aquel microcosmos luminoso que se desarrolló entre la décadas de los sesenta y setenta y que tuvo su epicentro en ese barrio de Los Ángeles que acogió a toda una pléyade de músicos que modificaron las estructuras emocionales de la música apoyados en las guitarras de doce cuerdas. Ese Laurel Canyon que fue durante un tiempo el lugar de residencia de toda una constelación de luminarias y donde se gestó toda una forma de entender la música, una forma con entidad propia.
Las notas iniciales de "Nothin' But A Fool", con ese aroma californiano que inevitablemente te hacen pensar en los Fleetwood Mac de Stevie Nicks, no dejan lugar a dudas. ¿Soft rock? Quizás, pero sería muy pretencioso enfocarlo en un tono peyorativo. Nada de eso, porque el ensueño de la melodía y la forma en que coralmente repiten "Cuando me despierto quiero perder el tiempo, luego me voy a dormir y cambio de opinión" lo descarta de inmediato. Mas pop, salpicada de guiños soul, resulta "Losin' Patience" hasta su resolución instrumental dirigida por el piano de Jon Niemann, el otro miembro permanente de GospelbeacH, y que además refuerza su participación en este disco dotándole de una producción brillante y medida que capta la esencia del sentido de las canciones. Las raíces son las raíces, y pedal steel mediante, el del ex miembro de Generation X, Derwood Andrews, convierten "I'll Close My Eyeps" en un vals de estos que solo parecen tener sentido si el sol californiano alumbra las arenas desérticas del medio oeste americano, con la ventaja de que cuarenta años después de la presentación global de estos sonidos, con bandas como The Eagles, es fácil virtualizar ambas cosas desde la ventana de tu habitación. Estas sensaciones se vuelven a reproducir en la más cercana al country pop, "York Blvd", y es que los bulevares de Los Ángeles son realmente cosmopolitas.
A pesar de lo que pudiera parecer, en una visión apresurada, este "Wiggle Your Fingers" va más allá, estilísticamente hablando, de los sonidos californianos al uso, como demuestra una "Second Chance" que en realidad es una forma más "nuevaolera" de pedir una segunda oportunidad. Los acordes iniciales de "The Dropouts Parts One and Two" acercan a GospelbeacH a territorios próximos al power pop al estilo de unos Raspberries ataviados con sombreros vaqueros, sobre todo en la parte primera, porque en la denominada parte dos los acordes se adentran en territorio más intimistas y profundos mientras la letra recuerda esos días felices de juventud en los que todo parecía posible. La parte uno, publicada como sencillo, también forma parte del disco de forma individual en algunas de las ediciones de disco.
El piano zigzagueante de "Hang Thyme" y la entonación vocal de Brent Rademaker, muy al estilo de Petty, convierten lo que en principio es una balada en una invitación a superar la soledad y a enfatizar que cualquier contratiempo puede tener un final feliz. Una pieza de orfebrería es "You're The Only One (Frozen Burrito #2)", capaz de mezclar, sin aparentes problemas, la melodía "beatlesque" con las guitarras deudoras de The Flying Burrito Brothers y salir indemne del intento. Talento puro se diría.
Que un disco que se anuncia como el último que van a publicar acabe, aunque esto no sea del todo cierto en según qué edición física del mismo, con una canción que se llama "The End" tiene todo el sentido y parece que la letra suena a despedida, si no fuera porque recurre a versos que inciden en visiones románticas de todo aquel capaz de emocionarse con las canciones: "¿Alguna vez escribí una canción que realmente te gustó?". Y además es uno de esos temas que puede ser fácilmente coreado y que ahonda en un sentimiento esperanzador desde las primeras notas hasta el final, que suena desgarrado y potente.
Para todos aquellos que prefieran un formato físico, tanto en vinilo como en CD, el disco incluye el sencillo "It's Too late", de evidente inspiración en las formas de construir canciones de tipos como Chris Bell o Alex Chilton y que cuenta con la participación, algo que no es nuevo, de Trevor Beld Jiménez de (Parting Lines) y Luther Russell (Those Pretty Wrongs). Una canción que habla del amor y la soledad, mostrando al mismo tiempo un camino de salida: "Creo que vale la pena intentarlo de nuevo". Todo un acierto y una muestra de respeto para todos aquellos que, sin duda, lamentaran que sea cierto que esta es la última entrega de GospelbeacH.
Para incidir más en el tema de la despedida resulta cuando menos curioso que este anuncio coincida con otro, el de la próxima publicación, también en el sello propiedad de Brent Rademaker, Curation Records, del disco que significa la resurrección de Beachwood Sparks, a fin de cuentas la banda que le colocó, Rademaker, en un lugar preferente en el imaginario de todos aquellos que siguen siendo afectados por todas esa melodías y todas las guitarras tintineantes que surgieron de un barrio de Los Angeles llamado Laurel Canyon o simplemente de la ensoñación musical del sol californiano.
A pesar de lo pudiera ser previsible, con todos estos condicionantes emocionales, este "Wiggle Your Fingers" es un disco que destila calidad por los cuatros costados. Apoyado en una colección de canciones de alto nivel compositivo y que conjuga, con resultados óptimos, una variedad estilística más versátil de lo que se pudiera prever, y desde luego amparado por una producción y unos arreglos brillante, como si se hubieran dejado la piel en dejarlo como testamento, bien pudiera ser considerado como el mejor disco de GospelbeacH, una banda con las suficientes garantías como para haber coexistido con los años de esplendor de aquel sueño americano que hizo convivir canciones, sentimientos y relaciones que desembocaron en un sonido con entidad propia y en un legado que bandas como GospelbeacH hacen que aun perdure.